Por Silvina Friera
Los tres aseguran que desde siempre supieron que lo suyo sería el teatro. Pero agregan que no esperaron a que un mesías se acercara a ofrecerles el mejor personaje, la obra consagratoria o el dinero para producir. Analía Couceyro, Rodrigo Malmsten y José María Muscari son jóvenes de veintipico que esquivan las etiquetas. Dicen que ser jóvenes es lo que menos les importa. Los tres son actores, directores y dramaturgos que se jactan de no pedir permiso a las generaciones anteriores, aunque les cueste remar contra la corriente. Nunca compartieron un escenario, pero Página/12 los reunió en un café de Palermo. Allí los tres intercambian inquietudes: a Couceyro le preguntan cómo le fue en el festival de Sitges (España), donde participó como actriz en Teatro Proletario de cámara, sobre textos de Osvaldo Lamborghini, y cómo fue su debut como directora de La movilidad de las cosas terrenas, en el Sportivo Teatral. A Malmsten cómo fue debutar como director con su obra Kleines Helnwein, en el Callejón de los Deseos. Y Muscari, el que lleva más obras dirigidas, después de años de volantear en el San Martín, explicó cómo fue que estrenará en el circuito comercial Desangradas de glamour, obra en la que aborda una vez más el universo femenino.
�¿Se sienten una nueva generación de teatristas?
J. M. M.: No sé si es nueva. Soy egresado de la Escuela Municipal (EMAD) y la gente que se recibió conmigo está produciendo un montón de cosas. Veo una ebullición. Me parece que no tiene que ver con una edad, hay personas que tienen 10 años más que yo y producen mucho. A veces mis necesidades van más rápido de lo que me ofrece el espacio real. Eso hace que busque un teatro, actores y todo lo imprescindible para crear.
A. C.: No lo puedo catalogar así, pero me parece un momento de euforia.
R. M.: Esto obedece a una cuestión de no esperar algo que puede devenir en fantasía: alguien que me produzca y dirija. Hay que poner el esfuerzo y los sueños para concretar los proyectos propios. Realmente, con un 0.93 por ciento del producto bruto interno para la cultura por año, ¿qué vas a esperar?
�¿Pueden decir que viven de hacer teatro?
A. C.: En mi economía influye mucho el hecho de que doy clases, pero es una situación en la que no confiás jamás. Hay algo peligroso, la idea que la sociedad tiene de la profesión. Soy feliz de no tener que vivir de otro oficio.
R. M.: Subsisto, pero no puedo decir que vivo del teatro. Hay un discurso respecto de lo teatral: no te corresponde la estabilidad. Si sos actor, director o dramaturgo te preguntan: ¿de qué vivís? Si no pretendemos vivir de lo que hacemos estamos perdidos.
J. M. M.: Vivo de aledaños del teatro. Hace un mes que puedo decir que vivo de hacer una obra. Tengo otras entradas: dirijo performances en boliches. Me gratifica pero no me gusta acostarme a las cinco de la mañana. Estrenás una obra y te lamentás que no podés vivir de eso, pero lo hacés igual, con el deseo de juntar las monedas para el colectivo.
�¿Siempre fue así?
A. C.: Creo que sí. Salvo que consigas un subsidio o alguna coproducción, lo que es altamente difícil, se trabaja por el sandwich. Pretender del Gobierno más apoyo es muy utópico. Hay que buscar formas de rebelión a partir del teatro. Los actores estamos empezando a ocupar otros lugares.
J. M. M.: En eso sí creo que hay una nueva generación de actores, que no están esperando que los llamen del teatro oficial o la TV.
R. M.: Cuántas veces lo vi a José María volanteando en Corrientes. Yo pego afiches y voy a los centros culturales. Cuando estás produciendo ydirigiendo querés que la gente te vea, más allá del dinero, porque sabés que no vas a ganarlo, excepto que un veedor de un festival internacional vea tu obra y te lleve de gira. Entonces cobrás un cachet.
�¿Qué cosas positivas deja hacer teatro en estas condiciones?
A. C.: Tal vez no sea tan difícil. Cuando ves teatro afuera, ves que la vanguardia ya no tiene mucho lugar por estar todo tan institucionalizada. No tener apoyo trae un lugar mucho más descarnado desde donde uno se comunica con la obra. Está todo tan mal que a veces es difícil tener lucidez y no embotarse con la situación general. Me parece maravilloso poder hacer teatro, que es es una actividad totalmente ridícula, sin sentido y sin futuro...
R. M.: A pesar de todo uno sigue creando. Hacer teatro es utópico: es la nadería del arte, no beneficia a alguien, sólo da satisfacción personal. Es una actividad narcisista. Cuando ensayaba Kleines... estaba tan obsesionado que descuidé los demás aspectos. Con el estreno me encontré con que la gente no tenía plata para venir. Tengo un compromiso con la pobreza, la miseria y la violencia, pero a la vez me planteo �¿Qué hago por eso?�. Lo que está a mi alcance, que es escribir y dirigir.
J. M. M.: Siempre fue parte de mi realidad que el teatro sea de esta manera y eso me abre miles de canales. Pintar las gradas nunca fue traumático, al contrario, me despertó cosas: saber en qué lugar de la grada se ve mejor. Aunque parezca patético volantear, me gusta saber qué genera lo que estoy haciendo, es como el espejo directo. Ese universo de miseria teatral te puede abrir posibilidades. Pornografía emocional hablaba de la mugre y era interesante buscarla. Mujeres de carne podrida describía el universo de la moda de Once y era fantástico meterse y observar la ropa de la que habla la obra.
�¿El futuro será mejor?
A. C.: No creo que haya grandes cambios. Espero que se siga potenciando la idea de la multiplicidad, que haya oportunidad de ver cosas distintas. Es positivo la cantidad de salas nuevas que se abren, especialmente en los barrios. Hay que tener una actitud más okupa en el sentido de ocupar lugares no teatrales, tomar más espacios en la ciudad.
R. M.: Puede ser peor, mejor o igual. A pesar de que en la historia hubo catástrofes, el teatro siempre existió. Hay que crear para que siga permaneciendo.
J. M. M.: No va a ser diferente. El teatro siempre fue así, o al menos desde que tengo uso de razón. Es un arte que a los políticos no les interesa. La posibilidad de cambiar eso sería cómo cambiar la política.
�¿Qué temas los atraen más?
R. M.: Existen cuestiones que no están dichas en la escritura, sino que están puestas en la idea. Hay una lógica de la fragmentación no buscada pero sí sostenida estéticamente: relaciones de poder, la desubjetivación del sujeto desde el poder, las relaciones familiares y las del individuo con el Estado. En mi obra hay un discurso relacionado con la impunidad desde la cotidianeidad familiar, que se traslada a un todo. Nosotros tenemos un punto de coincidencia: poner nuestro sello a lo que hacemos. Como dice Heiner Müller, �comenzás a ser sujeto de tu propia historia�.
A. C.: Hay obsesiones que se ven en todo, hasta en la forma en que uno vive. La movilidad de las cosas terrenas es una obra que quería hacer desde hace muchos años como actriz y ahora concreté como directora. Hay temas que son muy atractivos, como las relaciones de poder y el lugar de la mujer. Me parece que está muy presente la idea de lo político, no sólo respecto del Estado sino en las relaciones con personas.
J. M. M.: Busco temas que anecdóticamente me permitan seguir hablando del teatro. Cuando hice Mujeres... me divertía la moda, me parecía muy enferma. Pornografía... surgió porque tuve varicela. Treinta días en lacama mirando TV: no podía creer los reality shows. Desangradas... tiene que ver con lo que me empieza a pasar con la prensa, el lugar en el que me pongo o me ponen. Cuando estoy muy metido en lo que hago todo lo que pasa alrededor deja de tener gravedad, y reflexiono sobre mí. Todo lo que hice hasta ahora habla del universo teatral, que es el mundo en el que estoy.
Un identikit de las caras nuevas |
ANALIA COUCEYRO.
Actuar y dirigir
Tiene una trayectoria que otras actrices envidiarían. Cuando tenía 14 años vio una obra que le cambió la vida: Postales argentinas, dirigida por Ricardo Bartís, quien se convertiría en su maestro. A los 21 años ganó el Premio Trinidad Guevara como revelación, por su interpretación en El Corte, dirigida por Bartís en el Teatro Cervantes. Integró el elenco de El Puente, de Carlos Gorostiza, bajo la dirección de Daniel Marcove. Este año se puso en la piel de la joven Ifigenia en la tragedia griega Ifigenia en Aulide, dirigida por Rubén Szchumacher. Hace dos meses debutó como directora con La movilidad de las cosas terrenas, basada en la María Estuardo de Schiller. �Es una experiencia muy importante para mí, trabajamos un año. Los actores son compañeros en el estudio. Además estoy contenta de trabajar en el Sportivo, que es un espacio muy propio�, dice.
JOSE MARIA MUSCARI.
Del glamour al infantil
Se formó como director en el off del off, donde llegó a convocar a más de 200 jóvenes por noche. En enero del �98 estrenó Mujeres de carne podrida, que ganó el Premio Estrella de Mar. El año pasado hizo Pornografía emocional, que mostraba despiadadamente el mundo de los talk shows. Actualmente tiene un infantil, Estrellas intergalácticas, en el C. C. San Martín. A principios de agosto debutará en el teatro comercial con Desangradas en glamour en el Picadilly, dirigiendo actrices famosas: Florencia Peña, Sandra Ballesteros, Julieta Ortega, Ana Acosta, Martha Bianchi y Carola Reyna. Participará de Nueve Nuevas Obras, un ciclo del IFT. Y dirigirá El Fitito, de Cecilia Propato. �Es una movida grossa. Creo que se va a hacer en el sótano y me encanta. Está buenísimo ir a romperles todo, esa estructura tan oscura, abrir las puertas y que venga la gente�, explica.
RODRIGO MALMSTEN.
Plástica en el escenario
Es tímido y algo fóbico. Kleines Helnwein es su primer trabajo como director y autor, con posibilidad de viajar a festivales internacionales. El universo plástico es un factor fundamental en esta obra. �Otro proyecto que me entusiasma es traer a Gottfried Helnwein a la Argentina, y hacer con su muestra algo importante que sobrepase lo estético-plástico�, subraya Malmsten, que conoció al pintor austríaco hace 5 años, cuando estaba estudiando alemán en Viena. �En sus cuadros muestra una dimensión siniestra de la infancia y expone la cara más hipócrita de la sociedad germana, como tantas otras.� Otro proyecto es Ciclón B, obrade su autoría, que alude al gas con que mataban judíos en los campos nazis. �Hay un hilo conductor a lo largo de la historia: la impunidad�, agrega. Además, está dirigiendo un corto, Sólo luz en la memoria de la noche, un verso de Alejandra Pizarnik. |
opinion
Por Fabián Stolovitzky * |
Veinte años sin Politti
El 14 de julio de 1980, en la Clínica de la Concepción de Madrid, España, fallecía el actor Luis Politti. Estaba exiliado desde 1976. Politti estudió con Galina Tolmacheva e integró el elenco de la Escuela de Arte Dramático de la Universidad de Cuyo, pero sentía que los deseos de profundizar una búsqueda expresiva estaban acotados en su provincia. Gestionó una beca en el Fondo Nacional de las Artes, que le fue otorgada en 1966, y llegó a Buenos Aires. Además de participar en diversos elencos, las doce obras que contaron con su presencia en el Teatro Municipal General San Martín (entre 1968 y 1973) lo ubicaron sólidamente en la profesión, con un especial reconocimiento por su interpretación en Yvonne, Princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz, dirigida por Jorge Lavelli. Mientras tanto, sus incursiones televisivas gozaban de las mejores consideraciones, con una cúspide de popularidad por su rol en �Rolando Rivas, taxista�.
Paralelamente, el cine le ofrecía un lugar cada vez más preponderante. Los papeles de reparto en Los siete locos, Boquitas pintadas, Los gauchos judíos, La Raulito, La tregua y La guerra del cerdo trocaron en protagónicos cuando se filmó Solamente ella y No toquen a la nena. Su breve intervención en Los traidores, de Raimundo Gleyzer �cineasta desaparecido el 27 de mayo de 1976� se constituyó en el principio del fin. Secuestrado y torturado por haber personificado a un militar en esta película �cuyo argumento se basa en la corrupción sindical en connivencia con las Fuerzas Armadas�, Politti entendió el mensaje y abordó el primer avión a México tras su liberación.
Después de algunos intentos laborales sin mayores incidencias, una nueva puerta se abría para comenzar otra vez: España. Allí, a pesar del dolor de ya no ser, se insertó en algunos ciclos televisivos y especialmente en el cine. El corazón del bosque, Dedicatoria, F.E.N., Sus años dorados, La escopeta nacional, El hombre de moda y El nido, entre otros films, tuvieron la impronta de un hombre que sufría por la fragmentación con sus hijos pero que jamás sacó patente de exiliado. Cuando el teatro le hizo un guiño de complicidad �estrenó Motín de brujas junto a seis actrices, con dirección de Josefina Molina�, su hepatitis avanzaba punzante hacia el abismo. Los partes médicos abundaron en explicaciones clínicas, pero se puede afirmar claramente que �murió de exilio�. A los 47 años, sin la seguridad de la residencia y con una fragilidad que su físico imponente no permitía suponer, la última estocada resultó inapelable.
* Autor del libro Luis Politti - Cadencias y otros cielos (Ed. Corregidor, 1995). |
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