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Un viaje audaz al mundo de la ficción borgeana

�Los paraísos perdidos�, de Jorge Eines, un argentino radicado en España, entrecruza la obra del escritor con el cosmos del flamenco.

�Borges. Los Paraísos Perdidos� escapa a todo convencionalismo.
El espectáculo, que está en gira, puede verse en el Cervantes.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) En los tramos finales de esta puesta celebratoria se dice que �los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos�, con lo cual, además de recordarle al espectador el título elegido para este espectáculo, estrenado el año pasado en España para conmemorar el centenario del nacimiento de Jorge Luis Borges, se está señalando el carácter fugaz de la felicidad. Esto indica, en principio, que sus realizadores apuntan a unir disfrute y reflexión. Nada extraño ante un trabajo que reúne algunos de los más celebrados textos de Borges, pero no los más transitados en los montajes realizados con igual propósito en la Argentina, como aquéllos referidos a laberintos y mitologías, que incluyen los de los antepasados heroicos y el universo de tapias y duelos a cuchillo, inventado por el escritor, tal como lo manifiesta en su poema �Mil novecientos veintitantos�: �... el trágico universo no estaba aquí/y fuerza era buscarlo en los ayeres�. Es imposible obviar en cambio las metáforas y los enigmas que alimentan los textos de Borges, presentes en ...Los paraísos... a veces de modo sintético, como en las misceláneas de �El oro de los tigres�. 
Elaborado por el director argentino Jorge Eines (desde hace 24 años residente en Madrid, donde fundó su Teatro-Escuela Ensayo 100), este montaje se impone sin artificios, tanto por la belleza del material elegido como por el buen nivel interpretativo y la pudorosa emoción que los actores les imprimen a los asuntos que expresan, sean éstos filosóficos, históricos o ficcionales. Lo valioso de esta puesta es su coherencia. Nadie se aparta aquí de la palabra de Borges, pero no dejando por eso de manifestar la singularidad de su arte, tanto en la actuación como en el baile y la música en vivo. Es así que actores y actrices, un músico y una bailaora consiguen torcer una situación o sugerir otros climas sin por eso arrasar el trabajo del otro. Y esto ocurre aun en la secuencia más audaz del espectáculo, aquella en la que Natalia Martín ejecuta un baile aflamencado sobre �Adiós Nonino�, de Astor Piazzolla. 
Acaso porque cada uno contribuye eficazmente a ese todo, los temas interpretados en bandoneón por el argentino Fabián Carbone (residente en España) se convierten en hilo conductor de otras historias y situaciones, ensanchan el imaginario del espectador pero no lo apabullan. Surgen así fragmentos, a veces simples sugerencias musicales, de �Cafetín de Buenos Aires�, �Sur�, �Che, bandoneón�, �Margarita Gauthier�, �La última curda� y el vals �Romance de barrio�. En esta especie de viaje al patrimonio temático de Borges, los intérpretes se apropian con arte de una importante variedad de relatos y poesías, en ocasiones contrapunteados por los sonidos del bandoneón. Hacen suyo el asombro que el mismo autor (�espectador de su obra�, como dijeran algunos críticos) manifestaba ante todo lo que acontece o él mismo imaginaba, ante la muerte y la fugacidad, la certeza y la nada, el animal mitológico y esa mujer que �duele en todo el cuerpo�. En esta tarea logran apropiarse de los varios niveles de narración propios de estos textos (muchos de ellos compendio de diferentesculturas), a través de la palabra y de una acción física ajustada al máximo, marcada por el director como si cada intérprete fuera una pieza de ajedrez. 
Entre los textos (que incluyen dos grabaciones con la voz de Borges) se dramatizan El Sur (acaso el sueño de un hombre que muere de la forma que él había deseado), donde un excepcional Jesús Noguero corporiza a Juan Dahlmann; Emma Zunz, de �El Aleph� (que, más allá de la anécdota, apunta a la �paradójica relación entre verdad y verosimilitud�), a cargo de una destacable Carmen Vals, y algunas de las misceláneas de �El oro de los tigres�, introducidas por Carmen Prado, como El prisionero o Macbeth. Otros poemas y prosas elegidos son Las cosas, de �Elogio de la sombra� (�Durarán más allá de nuestro olvido;/No sabrán nunca que nos hemos ido�), �El A Bao Aqu� (en una interesante composición del argentino Hernán Gené, establecido en España); El Golem, de �El otro, el mismo� (sobre el hombre y la divinidad o el creador y su obra), y La rosa, de �Fervor de Buenos Aires�, que introduce a la bailaora, protagonista del segmento más arrojado de un montaje que ambiciona descubrir más territorios en Borges. 

 

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