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Por Martín Granovsky Al final, todos somos un poco cómicos, dijo Guido Di Tella desde Oxford, donde se retiró a escribir. Hablaba de que, en su opinión, la gente se ríe de nosotros con la estrategia de Adalberto Rodríguez Giavarini de no dar la mano a los kelpers en Naciones Unidas y endurecer la relación con ellos hasta el punto de desconocerlos como parte, e incluso como partes pequeñas de la parte mayor que es el Reino Unido. El Presidente Fernando de la Rúa negó que el Gobierno cometa un acto de hostilidad cuando reivindica el reclamo de soberanía, y Rodríguez Giavarini también rechazó que exista hostilidad o descortesía. La etapa de los chistes en inglés, los regalos y los juegos de palabra ha llegado a su fin, dijo el canciller actual sobre el anterior. Lo que realmente hemos enfriado son las actitudes frívolas. Rodríguez Giavarini omitió aclararlo, quizás para no caer en un juego de palabras, pero la Cancillería parece haber dado por terminadas dos políticas de seducción al mismo tiempo. Una, la seducción hacia los isleños, inaugurada por Di Tella con saludos de fin de año, regalos de ositos Winnie Pooh y videos. Otra, la seducción hacia el Partido Justicialista, que hasta ahora correspondía a las muestras de cariño hablando de política de Estado. Como se sabe, originalmente esa frase significa que los partidos mayoritarios se ponen de acuerdo en un objetivo común, por ejemplo de política exterior. Pero la Argentina suele introducir variantes en las ciencias sociales. Aquí, política de Estado es aquella situación en la que el gobierno que llega no sabe cómo diseñar una estrategia diferente al anterior, o no quiere hacerlo, y el partido saliente disfruta diciendo que al final, ¿vieron?, tan distintos no eran. Así ocurrió un mes atrás con la visita presidencial a Washington, cuando De la Rúa llegó a resumir las diferencias con Carlos Menem de este modo: Antes el Presidente era él y ahora soy yo. Somos distintos. Página/12 preguntó a funcionarios de la Cancillería hasta qué punto se tensará la cuerda sobre Malvinas. Esta es una discusión entre Rodríguez Giavarini y Di Tella, no una crisis con el Reino Unido fue la respuesta de un allegado al actual ministro. Era, en rigor, el reconocimiento de una preocupación y a la vez un mensaje de paz a los ingleses. La Administración De la Rúa busca diferenciarse de la Administración Menem pero no quiere pelearse con los británicos. Sabe que una línea muy fina separa el congelamiento de la frivolidad, para ponerlo en términos de Rodríguez Giavarini, del recalentamiento de las hostilidades, como diría Di Tella. Como en otros casos, el fondo de la batalla entre Di Tella y Rodríguez Giavarini es que cuando un tema alcanzó un perfil tan alto, casi obsesivo, permanente, como las Malvinas en tiempos de Menem, un Presidente que hasta llegó a soñar con el Nobel de la Paz, cualquier cambio posterior termina pareciéndose a un cimbronazo. La duda es si el cimbronazo se hará sentir en la relación con el Reino Unido. De la Rúa no vacila. Lo que corresponde a la Argentina es reivindicar el reclamo de soberanía. Eso no significa ninguna hostilidad sino el cumplimiento de la Constitución y de nuestro persistente propósito muy claramente expresado, dijo, y pronosticó que las relaciones con Londres no quedarán afectadas. El Gobierno está convencido de que, además, no hubo resultados a favor de la Argentina después de tantos años de seducción, según indicó un funcionario que pidió reserva de su nombre. El monumento en Darwin y la posibilidad de viajar a Malvinas con pasaporte no alcanzan, agregó. Para la Cancillería, los gestos más fríos no modificarán las buenas relaciones con el Reino Unido. Pero al mismo tiempo algo es seguro: elcambio supondrá mayor trabajo para los diplomáticos de ambos países, algún dolor de cabeza más, un choque cada tanto y una modificación, todavía impredecible, en la actitud de los isleños. En tanto nosotros estamos preparados a progresar y avanzar, parecería que el nuevo gobierno argentino prefiere regresar a los días de profunda desconfianza y malos entendidos, acaba de opinar la consejera del gobierno de las islas Sharon Halford en declaraciones al Penguin News. Su colega Richard Cockwell pidió tener en cuenta los deseos de los isleños en las negociaciones, porque deberían ser supremos y ese es uno de los principios conductores de las Naciones Unidas, una forma de llegar al pedido supremo: El tema de la autodeterminación debería tener precedencia sobre cualquier otro asunto referido a la soberanía. Autodeterminación significa, naturalmente, decisión autónoma de seguir perteneciendo a la Corona. Una constante ante los ositos de Di Tella y la severidad de Rodríguez Giavarini. Una constante que seguirá en pie mucho, mucho tiempo.
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