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No hay que pedir disculpas a los exterminados
Por M. Vázquez Montalbán

Cuando el Vaticano pidió disculpas por el irracional trato dado a Galileo, puso en marcha la moda de la disculpa histórica, en el inmediato pasado sólo ejercida por los estados responsables del Holocausto contra los judíos. Hace unos treinta años en Europa se pusieron de moda consignas como Practique la elegancia social del regalo o Un libro al año no hace daño que presagiaban tiempos de minimalismo moral y cultural, así como el especial empeño de convocar años dedicados a la mujer o al niño o a los derechos humanos o a los animales, que trataban de compensar milenios de violaciones practicadas contra los pobladores más débiles del ecosistema humanoide. Era prueba de corrección extrema que los violadores pidieran disculpas y consagraran un año al violado desconocido y utilizaran el concepto de violación en su sentido más amplio.
Paralelamente a la moda de pedir disculpas por las tropelías del pasado o de consagrar un año a las víctimas del darwinismo biosocial de derechas, se propiciaba la ofensiva cultural de negar la validez de buscar en el pasado las causas y los causantes del presente, en una decidida apuesta por reescribir una Historia sin culpables. No es una contradicción. Es una prueba de elegancia de espíritu. Ahora que ya no hay culpables, el hecho de reconocer cualquier grado de culpabilidad demostraba la posibilidad de una ética deportiva hasta ahora insuficientemente estudiada. 
Sin embargo no todos han pedido perdón por las responsabilidades periclitadas, por ejemplo, la Iglesia española sigue sin pedir perdón por haber colocado bajo palio al general Franco y haber puesto su nihil obstat a la limpieza étnica, es una metáfora, perpetrada por los franquistas durante la guerra y una larguísima posguerra. Cabe admitir como muestra de sentido común que, si una institución como la Iglesia gana una guerra civil, no tiene por qué deslegitimar una victoria, que puede ser providencial, por ponerse a tono con la elegancia social de la disculpa.
El gobierno japonés se ha disculpado por prostituir mujeres coreanas durante la Segunda Guerra Mundial; el norteamericano ha admitido haber utilizado a conciudadanos como cobayos de pruebas nucleares y de guerra bioquímica. Cincuenta años después de la intervención norteamericana en la guerra de Corea, se han abierto las memorias y se cuentan verdades que entonces fueron silenciadas: torpezas militares que costaron miles de vidas, genocidios contra el enemigo, matanzas masivas de prisioneros, incluidos mujeres y niños. Menos tiempo ha hecho falta para revisar la guerra del Golfo que hoy se va desvelando como una monstruosa farsa en la que el peligro de Sadam Hussein fue exagerado, en la que se montó una campaña de intoxicación informativa con falsos desastres ecológicos imputados a los iraquíes y ocultadas matanzas de soldados enemigos errantes por el desierto. Cuando al heroico general McCaffrey le han pedido explicaciones por la facilidad con que los vehículos blindados norteamericanos machacaban a soldados iraquíes a la deriva, respondió: �No buscamos una pelea justa. El nuevo estilo de guerra norteamericano consiste en pulverizar al enemigo antes de que pueda disparar�. Es decir, no ha pedido disculpas.
Que se vayan sabiendo verdades sobre las en otro tiempo calificadas guerras heroicas o humanitarias no quiere decir que se haya extirpado la posibilidad de que vuelvan a perpetrarse falsificaciones y crueldades equivalentes. El sistema puede volver a pulverizar al enemigo, sea el quefuere, vaya armado o desarmado y sabe que hasta dentro de unas cuantas décadas no deberá pedir disculpas e incluso, aunque se sepa la verdad, no tendrá por qué pedirlas. El jefe de gobierno australiano se ha negado a pedir perdón a los maoríes por haberles robado a sus hijos para crearles una desorientación étnica, cuando no para destruirlos, perdidos en la jungla de asfalto del hombre blanco. Una vez consumada la hegemonía étnica, económica, política, social, cultural, ¿a qué santo hay que disculparse por haberla conquistado? ¿Quién está en condiciones de pedir explicaciones y reparaciones? ¿Los exterminados?

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