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ROY GODSON, DE LA UNIVERSIDAD DE GEORGETOWN
Cómo enseñar honestidad

Es un experto en inteligencia que con los años empezó a pensar en por qué algunos países, tanto pobres como ricos, son corruptos, mientras que otros parecen inmunes al problema. Así llegó a su teoría de la �cultura de la legalidad� y vino al país a explicar en qué consiste y cómocómo reforzarla.

 Por Sergio Kiernan

t.gif (862 bytes) Habla con un entusiasmo que contagia, y habla hasta por los codos, como quien ama su trabajo. Es un profesor experto en inteligencia que asesora a fuerzas policiales, a gobiernos y a las Naciones Unidas en un tema extraño: cómo crear una cultura que respete y alimente la legalidad. Desde sus oficinas en la Universidad de Georgetown, Roy Godson produjo libros como Estudios en seguridad para el siglo XXI y muchos manuales para entrenar docentes y profesionales en cómo enseñar honestidad. Su diagnóstico: por un lado, que no es difícil ni caro crear una �cultura de la legalidad�; por el otro, que toma un enorme trabajo cotidiano, como mínimo 20 años y una clase dirigente capaz de arriesgarse para lograrlo. Invitado por el Foro para la Seguridad Ciudadana y el Instituto de Investigaciones sobre Seguridad y Crimen Organizado, explicó sus ideas en un seminario en la Universidad Católica de Salta, sede porteña de Gendarmería Nacional.
�¿Qué es una cultura de la legalidad?
�Cuando existe el imperio de la ley, algo que no es muy bien entendido ni siquiera en las democracias. Hoy tenemos una situación en la que hasta los chicos saben, en todo el mundo, qué son la democracia y el gobierno de la mayoría, pero no todos saben qué es el imperio de la ley. 
�¿Y qué es el imperio de la ley?
�Es una situación en que la ley se aplica en forma pareja a todos. No es solamente que existan leyes, jueces y policías. Es que nadie esté por encima de la ley, ni los ricos, ni los poderosos. Hay democracias donde se respeta el voto, pero donde las minorías no disfrutan de todos sus derechos, donde la ley no es pareja para grupos étnicos o para las mujeres. Hace 30 o 40 años, en EE.UU. hacía muchos años que había una democracia, pero en zonas del sur los negros en realidad no podían votar. Crear el imperio de la ley es un trabajo permanente y arduo, y no existe un país donde sea perfecto. 
�Es una utopía...
�No realmente. La idea es lograr un sistema en el que la gente se sienta involucrada en crear las reglas y hacer que se cumplan en forma pareja. Es un sistema donde hay métodos para supervisar la aplicación de las leyes, de ver que la policía y los políticos también estén sujetos a la ley. La mayoría de las personas da por sentado en su vida cotidiana que las leyes funcionan, que ellos y los demás las están respetando, aunque con límites realistas: por algo hay policías y jueces. A lo que me refiero es a que cuando uno hace un contrato o compra algo asume que las leyes se respetarán, que al cruzar la calle los autos van a parar con la luz roja. Y que, si uno comete una infracción, los policías van a seguir ciertos procedimientos para castigarlo y no pedir inmediatamente un arreglo o hacer la vista gorda porque uno tiene un auto caro. En muchos países esto es real y cotidiano, se llama cultura de la legalidad y se aplica hasta a las personas más poderosas. 
�Me quedé pensando en cuánto nos falta por acá... ¿Para qué sirve desarrollar una cultura así?
�Los países con cultura de la legalidad tienen sociedades fuertes. En los países donde esta cultura es débil, resulta relativamente fácil que un grupo de criminales o corruptos manipulen el sistema legal y la democracia para sacar ventaja. Un ejemplo que ocurrió en democracia es Italia, más específicamente Sicilia. Y puedo ser más específico aún: le hablo de un pueblito de 8000 habitantes cuyo nombre todos conocen en todo el mundo, Corleone. Es un lugar donde la mafia trabajó por años junto a políticos, magistrados y empresarios para manipular las cortes y la democracia y perpetuar su poder. La mafia manejaba el tráfico de drogas y se servía de los fondos de la Unión Europea que iban para desarrollar el sur de Italia. ¿Qué hacía la gente? Tapaba y aceptaba. No se hablaba de la mafia, noexistía, se aplicaba la ley de la omertá, del silencio, se decía que todo era una calumnia contra el pueblo siciliano. Esto empezó a cambiar en los años 70, cuando un grupo de sicilianos se dio cuenta de que no sólo había que protestar sino que además había que cambiar la mentalidad de las personas. Fue un movimiento que le costó la vida y la carrera a mucha gente, que creó la idea de que la mafia es corrupta y negativa, que logró que la Iglesia mencionara por primera vez su existencia y la condenara en 1982, en boca del cardenal Salvatore Papalardo. Cuando la mafia tuvo una guerra interna entre los de Corleone y los de Palermo que costó centenares de muertos, cuando se multiplicaron los asesinatos de funcionarios de alto perfil, hasta el Papa la condenó y hubo una explosión de rechazo popular. Se vieron chicos y amas de casa colgando sábanas de los balcones, que era el símbolo de la protesta, en pueblitos donde la mafia siempre mandó. 
�¿Fue que por primera vez en la vida creyeron que la situación podía cambiar? ¿Que la mafia y la corrupción no formaban parte del orden natural de las cosas?
�Fue cuando se les hizo intolerable que las cosas siguieran igual, cuando fue intolerable no intentar cambiarlas, cuando arriesgaron hasta la vida y la familia porque ya no soportaban más. 
�¿Qué efecto tiene en una sociedad ver a su clase dirigente rompiendo la ley? ¿Qué le hace a un ciudadano común sentir que él paga los impuestos y respeta la ley, por lo que es un idiota?
�Eso pasa en muchos países, pero la gente siente que es normal aunque no les guste, que no se puede hacer nada al respecto. Es la cultura de la ilegalidad. Lo que termina pasando es que la gente se harta del sistema y empieza a entender que las cosas andan mal por culpa del sistema. En Sicilia, la mafia decía que generaba empleos y traía dinero a la isla, pero la gente acabó entendiendo que Sicilia es el lugar más atrasado de Italia, el más pobre, en buena medida por la ilegalidad general que creaba la mafia. ¿Quién va a invertir allí? Primero hay que ser libre de la tiranía de la corrupción y el crimen, después se puede prosperar y crecer. Cuando el movimiento antimafia les hizo entender a los sicilianos que la mafia estaba en contra suyo, que era un grupo contrario a los intereses de la mayoría, la cosa empezó a cambiar.
�Sicilia es un caso ciertamente extremo. ¿Cómo se combate una corrupción que no sea tan visible como la de la mafia? 
�Un caso es Hong Kong, un centro de corrupción y del crimen organizado que fue fundado por los ingleses para venderles opio a los chinos. El negocio de Hong Kong era hacer negocios y a nadie le importaba realmente en qué negocio andabas. En 1949, después de la revolución, llegó una inmigración de criminales y de funcionarios corruptos, llegaron las tríadas. Todo anduvo más o menos bien, hasta los años 70, en que hubo una serie de escándalos involucrando policías corruptos. Los británicos formaron una comisión independiente contra la corrupción, un grupo de investigadores fuera de la policía y para investigar a la policía. Pero además de este equipo, crearon otros dos muy originales: uno que identificaba puntos débiles y avisaba a quién iban a chantajear o coimear, y otro que se dedicó a enseñarles a los chicos que la corrupción iba contra los principios de Confucio y contra la prosperidad de la economía. Además de las escuelas, hubo campañas públicas, reuniones comunitarias, todo tipo de iniciativas para instalar la noción de que la corrupción es negativa y vergonzosa. Hoy, el cambio es enorme. Las tríadas fueron derrotadas y Hong Kong es uno de los lugares más honestos del mundo. 
�¿Cuáles son las lecciones que saca de estos casos?
�Tanto en Sicilia como en Hong Kong, el trabajo policial no alcanzó. Lo único que logró cambiar las cosas fue el trabajo policial sumado a una cultura donde las personas le tienen simpatía a la ley. Es como decía el intendente de Palermo: el carro tiene dos ruedas, una rueda es el trabajo policial; la otra es la cultura. Si van juntas, el carro se mueve rápido y sin sobresaltos, si una se frena, el carro gira y vuelca. Esto no toma unaño, ni cinco: toma una generación completa. De estos ejemplos tan disímiles logramos distinguir los elementos constitutivos del proceso. Primero, que haya liderazgo político y no sólo en el nivel más alto sino que en los niveles intermedios y en la comunidad. Se tienen que comprometer todos. La pregunta que se tienen que hacer en Argentina es ¿sus líderes realmente denuncian la corrupción y hacen algo al respecto? ¿O piensan que todo el mundo es un poquito corrupto, pero no es un gran problema? ¿Van a usar su capital político para arreglar el problema? ¿Dar apoyo real a una limpieza? El segundo elemento es que la gente realmente quiera educar a sus hijos de un modo diferente. Si uno no quiere educar a sus hijos para que no sean corruptos, para que distingan el bien del mal, todo queda en el nivel de retórica. ¿Argentina está realmente dispuesta a hacer esto? No es caro, las escuelas ya están; los chicos ya van; sólo hay que introducir el tema y seguirlo. Lo tercero es tener una policía entrenada en una cultura de la legalidad. Finalmente, que los grupos que tienen autoridad moral en el país tomen posición, como las iglesias. Nuevamente, ¿están dispuestas a hacerlo? ¿A decir que ser corrupto es un pecado? ¿O creen que no es asunto suyo?
�La Iglesia denuncia la corrupción, aunque no dijo que es un pecado.
�¿Cómo hicieron la denuncia?
�Bueno, con pronunciamientos.
�¿Y después qué hicieron?
�Más pronunciamientos.
�¡Ah, no! ¡No y no! Los párrocos tienen que empezar a trabajar con la gente, no es cuestión de dar discursos, que hablen los jerarcas. Es cuestión de que el mensaje llegue a todos, bien a las bases. Que le digan que resistir la tentación de ser corrupto es igual que resistir otras tentaciones. ¿Están dispuestos a hacer algo así?

 

 

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