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SUBRAYADO

¡Ojo con el Keynes malo!
Por Julio Nudler

Si el Plan Federal de Infraestructura pudiese cantar como Tita Merello, comenzaría con aquel Se dice de mí... Se dice que ayudaré poderosamente a la reactivación, revirtiendo el declive de la inversión pública. Esta representa hoy apenas el 4,6 por ciento del gasto total. Para colmo, en los primeros cinco meses de 2000 la ejecución presupuestaria de la obra pública fue sólo el 41 por ciento de lo que hubiera correspondido, según señala el Ieral en su último informe. La construcción, por su parte, viene cayendo a un ritmo del 9,6 por ciento anual. Hoy se edifica menos que en 1997. Pero la milonga sigue...
Y ocultan de mí... Ocultan que el Estado estará asumiendo conmigo, el PFI, el compromiso de pagar con recursos corrientes del Tesoro unos $ 500 millones anuales durante 12 a 15 años. Como señalan los analistas de la Mediterránea, el valor presente del nuevo gasto es deuda flotante, no contabilizada. De hecho, la deuda engordará en otros 7000 millones, o 2,5 por ciento del Producto Bruto, con lo que ya representará un 54 por ciento de éste. 
Si el Gobierno opta por contabilizarla, en lugar de diferirla como deuda flotante hacia el futuro, yo Plan tropezaré con la ley de Responsabilidad Fiscal, que le puso un techo al endeudamiento. La única manera de compatibilizar mi programa de inversiones con el cepo presupuestario es reducir en igual medida el gasto corriente, procediendo a un nuevo ajuste (lo que el Ieral denomina �keynesianismo bueno�). Nadie criticará un cambio en la estructura del gasto público en favor de la inversión, ¿pero qué erogaciones corrientes sufrirán el recorte? ¿Otra vez los sueldos? ¿Cerrarán organismos, habrá despidos, echarán más contratados?
La magia de la ingeniería financiera, que ha podido inventar la manera de relanzar la obra pública sin que el Estado deba poner el dinero, no es tan mágica al fin de cuentas. Es cierto: serán empresas privadas las que pongan dinero propio o, mucho más probablemente, créditos obtenidos en la banca, pero como constructoras y financistas exigen que el Estado integre un fondo fiduciario para asegurarles que recuperarán la inversión y harán una ganancia, yo termino inflando la deuda pública. Aunque la milonga no termina aquí.
Y ocultan de mí... Ocultan que no soy un plan quinquenal por 20 o 21 mil millones sino por 7, porque el resto proviene de los planes de inversión de las privatizadas. Y además se corre el peligro de que las grandes constructoras nacionales sobrefacturen los proyectos, aprovechando la prometida reserva de mercado. En todo esto hay demasiado olor a lobby como para no temer que, al final de la película, gane el Keynes malo.

 

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