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The Guardian de Gran Bretaña Por John Sutherland ¿Cuál es el delito que más aumenta en Estados Unidos? No es como uno podría pensar: los ataques de francotiradores, el �acoso� a través de Internet o el terrorismo internacional, sino el robo de identidad. Esto ni siquiera era reconocido como una forma de fraude hasta la década del 90. Lo dramático en este caso es que lo que a usted le roban no es su propiedad o instrumentos financieros, es su individualidad. Y cuando eso sucede, no espere ayuda de ningún tipo. Usted está solo. Comenzó en California por dos motivos: este estado está en la cresta de la ola electrónica y tiene ese feroz estatuto de �tres delitos y uno queda fuera� (es decir, uno está �adentro� durante 25 años, sin remisión), que impulsa a los delincuentes hacia el delito seguro. El robo de identidad es tremendamente seguro. Fue considerado una falta en California recién en 1997. Desde 1999 �puede� ser un delito, pero los procesamientos exitosos son patéticamente escasos. Los ciudadanos que cumplen con la ley no están alarmados por el robo de identidad (hasta que les sucede a ellos) y lo confunden con formas más familiares de robo. Si alguien le roba a usted el dinero o el automóvil, sabe exactamente qué hacer. Llama a la policía y ella pondrá en marcha la poderosa maquinaria de la ley para apresar al ladrón y con suerte recuperar sus bienes. Lo mismo sucede si alguien se apropia de sus tarjetas de crédito o su chequera. Los bancos y las compañías de las tarjetas estarán con usted para apoyarlo. Pero con el robo de la identidad nada es igual. Funciona así. El ladrón toma los tres datos de información que son necesarios para crear una identidad. En Estados Unidos éstos son: el número de seguridad social, la fecha de nacimiento y el número de la licencia de conductor. Toda esta información es de dominio público. El precio actual en la red de �datos� es de alrededor de 50 dólares. Usted, por supuesto, tiene excelentes antecedentes en materia de crédito que están disponibles en la red por 8,50 dólares en una de las tres empresas (Equifax, Experian, TransUnion). Haciéndome pasar por su arrendatario o su empleador, yo hago la búsqueda. Dada su buena conducta financiera, usted ya está �preaprobado� para tener tarjetas, líneas telefónicas y contratos de alquiler o compra. Yo solicito en su nombre tarjetas gold y platino, dando sus datos, pero indicando un cambio de dirección para enviar las facturas. No me mezclo con sus tarjetas o líneas de crédito actuales (eso sería muy peligroso). Simplemente establezco nuevas cuentas de las que usted no verá jamás los resúmenes de cuenta. Gastando rápidamente, exprimo las tarjetas, ignoro los resúmenes mensuales y pido más tarjetas. Adquiero un reemplazo de la licencia de conductor a su nombre (12 dólares), nuevamente indicando un cambio de domicilio. Abro una cuenta bancaria a su nombre y emito cheques. Financio la compra de un automóvil nuevo y no pago las mensualidades. Estaciono mi automóvil nuevo en lugares prohibidos y me sueno la nariz con las boletas. Tengo inmensas cuentas de teléfono desde un departamento cuyo alquiler debo. Para evitar el desalojo y que me hipotequen el auto, me declaro en bancarrota... en su nombre. Dadas las demoras en la ley, puedo esperar dos años de dolce vita antes de seguir viaje. (El mundo está lleno de identidades.) Usted, mientras tanto, no sabe nada de esto, hasta que, varios meses más tarde, las agencias encargadas de coleccionar las deudas comienzan a acosarlo. Su vida se vuelve kafkiana. Usted informa a la policía, pero ésta no puede ver que usted es la víctima de algún delito. La ley lo hace responsable sólo por los primeros 50 dólares de las tarjetas de crédito falsas. La policía no puede involucrarse en averiguar quién es el verdadero usted. Las compañías, mientras tanto, han vendido su �mala deuda� por una fracción de su valor real. Los nuevos dueños no son nada razonables. Usted debe escribir innumerables cartas rebatiendo las acusaciones y conseguir declaraciones juradas �probando� que usted jamás podría haber hecho esas cosas atroces. Usted debe probar que es usted. Contrata un abogado, que exige que se le pague al contado. Su crédito ha desaparecido probablemente para siempre. Ahora usted sabe lo que significa ser un intocable. Mientras tanto, el ladrón de identidad es genuinamente un intocable. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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