Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


�Ni el compromiso ni la búsqueda pasan de moda�

La historia del grupo Arbol es curiosa: apenas tenían un disco editado cuando fueron convocados por Gustavo Santaolalla y dos años después vienen de concretar una gira de 32 shows por EE.UU.

Arbol llegó a oídos de Gustavo Santaolalla cuando Café Tacuba se llevó una copia de �Jardín frenético�.


Por Cristian Vitale

t.gif (862 bytes) De Haedo a Estados Unidos, casi sin escalas en la Capital Federal: ése fue el meteórico recorrido del grupo Arbol, que sin haber concretado grandes shows aquí, acaba de realizar una gira por América del Norte. Hubo, en el medio, un hecho bisagra bastante fortuito: los mexicanos de Café Tacuba, de paso por Buenos Aires, se llevaron Jardín frenético �el primer disco del grupo� que, como convendría a una leyenda, fue a parar a las manos del productor estrella del rock latino, el argentino radicado en Los Angeles Gustavo Santaolalla. En poco tiempo, los chicos del oeste ya eran parte del sello Surco, subsidiario de Universal, que también tiene contratados a los mexicanos de Molotov y los argentinos de Bersuit Vergarabat. El segundo disco, llamado sencillamente Arbol (en realidad una regrabación de casi las mismas canciones), lo llevó hacia el mercado estadounidense y a concretar una gira que ni imaginaban hace dos años. El resumen indica que, casi de un día para otro, un grupo under logró lo que no consiguieron varios colosos de la historia del rock argentino. Eduardo Schmidt contesta así sobre el papel de la fortuna en la historia. 
�¿Puede decirse que tuvieron mucha suerte?
�El factor suerte es imprescindible en una carrera, pero el trabajo también. El trabajo llama a la suerte y no al revés. Jardín frenético fue puro sacrificio y resultó la llave que nos abrió la puerta de Surco. Pero también tuvimos la fortuna de que Carla Ritrovato haya convertido a �Cruces� en la cortina de su programa en la Rock and Pop. Como diría Nietzsche, �agarramos al azar de los pelos�. 
En la gira por Estados Unidos y México, el grupo estuvo un mes y medio mostrando su �de verdad� ecléctico repertorio basado en irreverentes paseos sonoros que van del hip hop a la chacarera, o del hardcore al funk, echando mano a lo que venga: guitarras grunge, charangos, violines y flautas. Hizo 32 shows en ciudades como San Diego, Los Angeles, San Francisco, Distrito Federal de México, y compartió escenarios con bandas latinas como Maldita Vecindad, Pastilla y Niño Astronauta. La gira fue organizada por el sello y tuvo una página web como sponsor. Recién llegados del Norte tres de los cinco Arbol, Schmidt (charango, violín, flauta), Martín Millán (batería) y Hernán Bruckner (guitarra), cuentan la experiencia a Página/12. Pablo Romero y Sebastián Bianchini (cantante y bajista) no pueden dar muchas notas: tienen, cuando no están de gira, trabajos que mantener. 
�¿Con qué impresiones volvieron de la gira?
�E.S.: Con varias muy fuertes. Que los mexicanos te griten �culero, culero� (sinónimo de �otra, otra�), es impresionante. No lo esperábamos. Máxime teniendo en cuenta que somos un grupo que recién empieza a ser conocido.
�M. M.: Nos pasó de tocar en lugares conchetos como el Duna Park, en donde entramos después de un comediante, un recitador de poemas y un cantante de folk. Y la gente se copaba con todo. Además, parece increíble, pero en Los Angeles todavía funciona el boca a boca. Lo pudimos comprobar por los argentinos que nos vinieron a ver por el solo hecho de compartir la nacionalidad.
�E.S.: Y nos salió bien esa cosa punk de cortar la distancia entre el rock star y la gente. Nos tirábamos arriba del público y cantábamos entre ellos. Les parecía medio marciano, no lo podían creer. Muy loco también era ver, desde el escenario, gente de saco y corbata haciendo pogo con nuestras canciones.
�¿Los vigiló mucho Santaolalla?
�H. B.: Diría que nos apoyó mucho. Nos vino a ver en vivo y también nos juntamos para hablar sobre el segundo disco. 
�¿Y cuáles fueron las sugerencias? 
�H. B.: Las de siempre: escuchar las canciones y exprimirlas, sacarles todo el jugo para que la banda dé lo más de sí. El no impone nada, es un guía. 
�E. S.: El aporte de Gustavo pasa por elegir las canciones para el disco y generar ideas sobre la estructura de cada una. Es tan meticuloso que obliga a exigirse al máximo. Es una gran enseñanza para nosotros.
�Deben saber que él, con Arco Iris, fue uno de los padres de la fusión entre folklore y rock. Puso la semilla que luego cosecharon Divididos y otros grupos. ¿Qué opinión tienen sobre su legado?
�M. M.: Nosotros vemos que sigue en la misma búsqueda, marcando tendencias y demostrando que es un innovador permanente. El y Aníbal �Kerpel, que también participó en la producción del disco� siguen siendo transgresores.
�E. S.: La búsqueda no pasa de moda, el compromiso tampoco. Nosotros abogamos por la ruptura de fronteras entre los estilos. Nos parece que el rock y el folklore tienen mucho en común. Reconocemos que venimos de Red Hot Chili Peppers, pero también de Charly García, Sumo, Arco Iris y León Gieco.
�Algunas bandas nuevas reniegan del rock viejo, de los dinosaurios. ¿Qué postura tienen ustedes?
�M. M.: Nada que ver. Creemos que hay que aprovechar todo. Gracias a los dinosaurios hoy en día tenemos nafta. Lo que pasó hace 30 años fue genial.
�E. S.: No pensamos en reciclar, pero sí en readaptar la música. Creo que la música de Arbol es original porque relee cosas viejas con la impronta de pibes de nuestra edad. Del placer de escuchar lo nuevo y lo viejo sale lo mejor.
�De ahí la utilización del charango, por ejemplo, para arreglar un tema hardcore...
�E. S.: Es que el under te enseña eso del �hacelo vos mismo�, hacé lo que puedas y con lo que tengas. Y lo que tenemos es un charango, un violín y una flauta.
�Puede ocurrir que la ambición de mezclar ese tipo de instrumentos devenga en una deformidad, en un producto híbrido ¿Lo tienen en cuenta?
�E. S.: Seguro, por eso hay que hacerlo con seriedad. No sirve el hecho de mezclar por mezclar, de hacer una canción con partes inconexas entre sí. Si no nos excita la búsqueda, desechamos la canción. La versión original de �Rosita� era hardcore, de machaque. Y terminó siendo una canción a lo Gieco. Siempre buscamos el factor sorpresa.
�¿Cómo ven al rock argentino actual?
�M. M.: Yo abogo por romper con esa cosa local del prejuicio ¿Por qué no poder ser libre, sentir y expresar lo que sea y cuando sea? Y en este sentido, Divididos con DJ Zucker, Attaque y su disco de covers o Los Redondos en el último trabajo dieron un gran paso. Lamentablemente hay otros grupos que no. Aunque también creo que la apertura la están sintiendo hasta los sectores más extremistas. 
�¿Hay evolución entre Arbol y el próximo disco?
�H. B.: Los discos que grabás son como fotos. Pienso que evolucionamos en el sentido de que incorporamos otro tipo de instrumentos, agregamos variedad a algo que de por sí es muy diverso.
�La pregunta apunta a que el mejor disco de algunos grupos a lo largo de la historia fue el primero. El impulso primitivo que luego decae. The Police, The Clash... 
�M. M.: No creo que sea nuestro caso. Todavía estamos aprendiendo. 
�¿Por qué Arbol, un nombre algo raro para un grupo de rock?
�H. B.: En su momento se buscó algo simple, contundente, recurrente y poderoso. Nos pareció el mejor nombre. A los árboles no les importan las fronteras.
�E. S.: Además, convivimos con árboles todo el tiempo. Es una palabra que siempre aparece. Y tiene un montón de significados distintos. Remite a banda de jazz, a música para nenes. El cactus en la tapa del disco tiene el mismo significado. Para nosotros es un símbolo de lucha en el desierto. Para otros es un objeto fálico, o una droga alucinógena. Como se ve, buscamos la unidad en la diversidad de todos los detalles. 

 

PRINCIPAL