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MAS DE CUATRO MILLONES DE PERSONAS SIN EMPLEO O SUBOCUPADOS
La herencia más un aporte propio

Los datos oficiales ratificaron una desocupación del 15,4 por ciento en mayo. En el conurbano, sub y desempleo suman 34,4 por ciento. En el interior, la cantidad de desocupados es record. Efectos de una estructura heredada más una política que profundizó sus consecuencias.

Los ruegos por un empleo no fueron escuchados ni por los santos.
La política de ajuste y la reforma impositiva tampoco ayudaron.

Por Raúl Dellatorre

El impacto, medido en cantidad de personas, es más elocuente que los índices: 2.077.000 desocupados y 1.961.000 subocupados. El interior, en su conjunto, registra más de 1.200.000 desocupados, un nivel que no había alcanzado ni siquiera en los picos de desempleo de 1995. Son nada más que los que manifiestan �abiertamente� sus problemas de empleo ante las encuestas del Indec, la que no registra a los desalentados que ya no salen a buscar trabajo o a quienes se �ocupan� en la venta callejera de cualquier tipo de baratijas, o buscan �changas� por día u hora en tareas mal remuneradas. El gobierno nacional está recogiendo los efectos de un fenómeno estructural que barrió, a lo largo de diez años de menemismo, con el empleo formal y el desarrollo de cordones industriales y economías regionales. Pero también es reflejo de una opción de política económica asumida por la Alianza desde que tomó a su cargo la conducción del país: privilegiar el ajuste fiscal, una reforma impositiva que golpeó a la remuneración del trabajo antes que a las rentas especulativas y mantener la confianza en que la mejora en los resultados macroeconómicos provendría de la acción del mercado.
Los índices más alarmantes se registran, particularmente, en los que fueran los dos principales cordones industriales del país: conurbano bonaerense y Gran Rosario. La desocupación del 17,9 por ciento en el primero y del 18,5 por ciento en el segundo marca el grado de deterioro social en dos de los más poblados conglomerados urbanos. La subocupación en el primero afecta a otro 16,5 por ciento de población económicamente activa, y por lo que es fácilmente verificable en las calles de la Capital y los partidos del Gran Buenos Aires, no es menor la cantidad de gente que improvisa formas de ocupación precaria y usualmente mal remuneradas. Según adelantan algunos analistas, la Encuesta Permanente de Hogares del Indec habría registrado este fenómeno en el aumento del empleo informal en detrimento de las ocupaciones estables. 
La desaparición de la actividad manufacturera como factor dinámico de la economía no es la única explicación, pero sí la más evidente, para haber instalado al país en una realidad permanente de más de cuatro millones de desocupados y subocupados a partir de 1995. Eso es parte de la herencia recibida, así como una economía concentrada en grupos globalizados, que sustituyeron la provisión de insumos de pymes locales por la importación, y grandes cadenas comerciales que ofrecen productos de consumo masivo hechos fuera del país a precios inferiores que los similares de producción nacional. La actual desocupación es también hija de la apertura comercial, su �efecto no deseado�, pero no por ello menos previsible. 
Lo que no se le puede atribuir a la herencia recibida el 10 de diciembre de 1999 es la falta de políticas para revertir esta condición de la economía argentina. El fuerte ajuste del gasto público significó reducir las compras del Estado �el presupuesto nacional equivale al 16 por ciento del PBI�, castigando a los sectores proveedores que tenían al sector público como principal cliente. También impactó la eliminación de personal contratado, una forma eufemística de despido de planteles con muchos años de antigüedad en sus puestos. Y la reducción de salarios, aunque afecta a un período posterior al de la última encuesta de empleo del Indec (referida a mayo), va en el mismo sentido: reduce la capacidad de compra de más de 100 mil empleados estatales, que impactará en el nivel de actividad y consecuentemente en la ocupación.
El apretón simultáneo sobre los presupuestos provinciales practicado por el gobierno nacional, reflejo de una demanda del Fondo Monetario Internacional, impactó directamente sobre el nivel de empleo de varias jurisdicciones. La Rioja, Formosa, San Juan y Catamarca son algunos entre varios distritos que mantenían bajas tasas de desocupación en base a las contrataciones del Estado provincial. En mayo, todos ellos vieron aumentar su tasa de desempleo, particularmente las dos últimas, a casi el doble de los registros de un año antes. La reforma impositiva no puede haber tenido sobre el empleo un efecto diferente. Al absorber ingresos de trabajadores en relación de dependencia con sueldos superiores a los 2000 pesos, afectó la capacidad adquisitiva de la franja de consumidores más activa. Son todos fenómenos que afectaron la demanda interna, mientras que el estímulo proveniente de la exportación estuvo claramente centrado en sectores primarios no caracterizados, justamente, por su alta demanda de empleos. El aumento del precio del petróleo fue el principal factor de impulso al crecimiento de las ventas al exterior en el primer semestre del año, y no por ello la industria petrolera amplió sus planteles. 
Los pretenciosos planes de vivienda y obra pública pueden provocar, cuando se pongan en funcionamiento, una reversión en esta tendencia perversa, en la medida en que no queden condicionados al posibilismo presupuestario. Ayer, el presidente de la Nación y parte de su gabinete anunciaron con toda la pompa parte del programa, del que se difundió un nutrido informe de 14 páginas. La información sobre el desempleo, en cambio, apenas mereció la distribución de un informe de tres páginas, sin que ningún funcionario se plantara ante la prensa a dar explicaciones. El Gobierno decidió centrar el esfuerzo mediático en los anuncios positivos. Todavía falta ver si el esfuerzo de las medidas oficiales se orientará en el mismo sentido. 

 

 

UN TERCIO DE LA GENTE CON PROBLEMAS DE EMPLEO
�No es para estar contentos�

�No es para estar contentos, pero que haya cuatro millones de personas con problemas laborales es una situación que la economía arrastra desde hace cinco o seis años�, dijo ayer José Luis Machinea, tras la difusión de los datos del desempleo. El ministro hizo su evaluación luego de participar del acto de presentación de un nuevo plan de viviendas, justo al mismo tiempo que el INdEC daba a conocer el resultado de la Encuesta Permanente de Hogares. �Este problema no se resuelve hablando ni con actos de magia, sino con crecimiento, con políticas para las pymes y con planes de vivienda y construcción�, enfatizó. Como era previsible, el ministro pronosticó que �el nivel de desempleo mejorará en la medición de octubre�.
Lo cierto es que el salto del desempleo al 15,4 por ciento, desde el 14,5 de mayo de 1999, implica que hay 206 mil personas más sin trabajo que hace un año. El total de desocupados en la primera medición del gobierno de la Alianza trepó a 2.077.000. Y los subempleados, aquellos que trabajan menos de 35 horas semanales y quisieran hacerlo más, llegaron a 1.960.000. En total, las personas que tienen problemas laborales llegan a 4.037.000, una de cada tres de la población económicamente activa. Al analizar el informe presentado ayer por el INDeC, se pueden extraer las siguientes conclusiones:
El mapa de la desocupación muestra que las localidades donde el problema se agravó de manera dramática son Bahía Blanca (llegó al 16,5%, desde el 8,8% de mayo del �99), San Juan (15,1%, contra 8,1%), Catamarca (19,6%, contra 10,7%), Neuquén (17,7%, contra 13,7%) y Paraná (17,2%, contra 13,4%). 
Economía puntualizó que las personas más afectadas por la desocupación son las mujeres, los jóvenes de hasta 29 años, los no jefes de hogar y los que no han terminado el colegio secundario.
Las localidades con los índices más elevados son Concordia (22,4%), Gran Tucumán (19,9%), Gran Catamarca (19,6%) y Jujuy (18,8%).
No menos grave es la situación en Rosario, uno de los centros urbanos más importantes del país. El desempleo trepó allí a su nivel más elevado desde mayo de 1996. Se ubicó en 18,5 por ciento, un salto alarmante desde el 14,9 de mayo del �99.
En el conurbano bonaerense el incremento del desempleo no fue tan pronunciado, pero la grave situación laboral se agudizó un poco más y llega a niveles casi insostenibles. La medición del INdEC arrojó una tasa de desocupación del 17,9 por ciento, frente al 17,5 de un año atrás. Y la subocupación creció al 16,5 por ciento, desde el 15,2 de mayo de 1999. De allí deriva que el 34,4 por ciento de la población, una cifra altísima para cualquier distrito y más tratándose de la principal concentración urbana del país, tiene problemas laborales. El conurbano registra índices de desempleo superiores al 15 por ciento desde octubre de 1994.
En la Ciudad de Buenos Aires la desocupación se ubicó en 11,2 por ciento, frente al 10,5 del mismo mes del año anterior. La subocupación también aumentó, hasta el 11,7 por ciento, desde el 10,4 de mayo del �99. El resultado hubiera sido peor de no haber caído 1,3 punto la tasa de actividad, lo que implica que hubo personas que dejaron de buscar trabajo activamente, desalentadas por los problemas para conseguirlo.
En Córdoba la desocupación descendió al 13,4 por ciento, desde el 14,2 de mayo del �99. La provincia gobernada por José Manuel de la Sota aumentó sus programas de empleo y recibió inversiones extranjeras, con lo que pudo esquivar la agudización del problema ocupacional que sufrió la mayor parte del país. 
Los menores índices se registraron en Santa Cruz, con 1,9 por ciento, San Luis (7,5%), Misiones (7,7%), Santiago del Estero (8,6%) y Mendoza (9,8%).

 

 

opinion
Por Mario Wainfeld

Lo esencial y lo accesorio

Suponga el lector que, dentro tres años cuando termine el mandato del presidente Fernando de la Rúa, se haya conseguido:
Haber puesto presos �tras juicios orales, públicos e inobjetables� a los ex funcionarios �emblemáticos� de la administración anterior.
Haber reducido la corrupción estatal a niveles irrisorios.
Haber logrado una Justicia independiente y respetada por la sociedad que incluso hubiera resuelto con cierta credibilidad algunas causas de relevancia pública (AMIA, Embajada de Israel, contrabando de armas por decir algo).
Supongamos que la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de esa Argentina año verde (que el Gobierno hubiera difundido sin las semanas de chicanas distractivas previas que anticiparon la de julio de 2000) revelara un índice de desocupación del orden del 15 por ciento. ¿Qué cabría decir del país heredado del gobierno aliancista? Básicamente críticas lapidarias: un país invivible, injusto. Un país en el que los pobres no serían una �clase social� sino una casta con un destino determinado desde el nacimiento e irrevocable. Un país con escasa movilidad social, azotado por delincuencia violenta y anómica. Un país en el que los menguantes asalariados con empleo imaginaran el futuro como un peligro. Un país cuya población viviría mayoritariamente con miedo. Miedo a seguir igual de algunos. Miedo a que le desenganchen el vagón de otros. 
Redondeando: un país como es, en buena medida, el que el lector encontrará hoy cuando salga a la calle. 
Lo que pretenden sugerir las líneas precedentes es que el peor legado del menemismo fue ahondar los niveles de concentración económica, desigualdad y desempleo, tríada que funciona como un conjunto. Que la corrupción y la frivolidad que completaron diez años de modernización salvaje, desaprensiva y acelerada son �sin minimizarlos� comparativamente datos accesorios. Alguna vez el vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez rebautizó �injusticialismo� al peronismo de la década pasada y más de uno de sus ex compañeros del PJ reconoció en la intimidad la precisión y pertinencia del mote. La descripción calza como a medida a quienes gerenciaron un quiebre histórico en una sociedad que por décadas funcionó con pleno empleo, movilidad social alta y niveles bajísimos de violencia en la vida cotidiana. 
Dicen los que lo conocen y dialogan a diario con él que De la Rúa está obsesionado por el desempleo. Es público �lo expresó en la campaña electoral y en las reuniones de gabinete� su reclamo de que toda política apunte a la creación de puestos de trabajo. La foto que mostró la EPH revela que, hasta ahora, no lo ha logrado. Con un mínimo de dureza �o de precisión� podría añadirse que el oficialismo ha adolecido de una falta casi total de inventiva en ese rubro.
En realidad, el Gobierno, con el Presidente a la cabeza, está convencido de haber cimentado en pocos meses las bases para aminorar la desocupación. Cuentas fiscales prolijas, confiabilidad ante los organismos internacionales y �los mercados� son, en la lectura liberal y etapista del Gobierno, pasos previos al crecimiento que �aseguran� derramará sobre el empleo. Dicho sea de paso, la desigualdad, por ahora, ni se menciona.
Esta concepción es muy difícil de compartir, si se recuerda lo acaecido con políticas similares en la década anterior. Es posible, incluso, una visión aún más dura: el etapismo esconde falta de voluntad confrontativa con poderes establecidos a los que les importa (y beneficia) mucho el actual estado de cosas y el rumbo de la política económica. 
Como fuera, por desidia, cobardía o imposibilidad sería un grave fracaso de la Alianza no revertir la nefasta tendencia instalada por el �modelo�. ¿Significaría eso, en el ejemplo urdido al iniciar estas líneas, que la Alianza perdería inexorablemente las elecciones del 2003? La respuesta no puede ser tajante. Acaso la buena imagen del Gobierno, sus desempeños en materia de transparencia, la ineficacia o las luchas facciosas de la oposición podrían determinar otro resultado. O que la fragmentación de losdesempleados y los excluidos les impidiera �es lo que ocurrió hasta ahora� hacer valer su peso numérico en términos electorales.
Sería, entonces, excesivo, profetizar que el Gobierno se juega su futuro político en bajar el desempleo. Tal vez no sea así. Pero no parece desmesurado decir que si �tras veinte años de democracia� no se revierten las huellas feroces del capitalismo salvaje (exclusión, desocupación, concentración), lo que estaría en entredicho sería la propia justificación de la política.

 

 

¿HAY QUE FIJAR METAS DE EMPLEO?
Recetas nuevas se solicitan

Por Maximiliano Montenegro

¿Se puede tener una estrategia oficial más agresiva para alentar la creación de empleos? ¿Debe ser un tema prioritario en la agenda de la política económica o será mejor buscar paliativos con la política social hasta tanto el crecimiento resuelva las cosas? ¿Es el crecimiento la solución para bajar la desocupación a los niveles de un dígito, previos a la década menemista? Aunque sin alcanzar la superficie, tales interrogantes alimentan la polémica en la Alianza. En el Gobierno prevalece la creencia de que la desocupación aflojará apenas la economía vuelva a tomar envión. Pero los más escépticos se preguntan si el Gobierno no debería echar mano a instrumentos de la política económica para fijar metas de creación de empleo en la negociación con los empresarios. 
En el equipo de José Luis Machinea saben que la Convertibilidad no se lleva bien con el empleo por dos motivos. Por un lado, porque la paridad fija peso/dólar, en un mundo en que todos devalúan, deja �altos� a los salarios en dólares, aunque caigan en términos nominales y su poder adquisitivo se encoja. Por el otro, porque es un régimen superpendiente del ingreso de capitales que deja a la economía muy expuesta a los vaivenes de la globalización. De hecho, en los últimos cinco años, crisis financieras en las más remotas latitudes sumergieron al país en dos de las mayores recesiones del siglo, cuando hace varios años que el Primer Mundo viene creciendo a tasas inéditas. �Esta es una economía veleta�, resume el consultor Miguel Angel Broda.
Pese al diagnóstico, los Machi�s Boys están convencidos de que no es el momento de probar �cosas raras� para bajar la desocupación. �La desocupación comenzará a bajar en el segundo semestre�, dijo ayer Machinea, apostando a una reactivación salvadora. Dentro de ese esquema, la política de empleo es asistencialista y no es responsabilidad de Economía sino de las áreas sociales: Trabajo, Desarrollo Social, Obras Públicas. 
�Espere que la economía crezca. Si crecemos tres o cuatro años seguidos bajamos la tasa a un dígito, no hay duda�, explica Ernesto Kritz, asesor principal del ministro Alberto Flamarique, adhiriendo a la tesis de Economía. A Kritz, como a un grupo de funcionarios aliancistas, los entusiasma la reciente experiencia europea: �En España venían de años con una desocupación del 23 y bajó al 14 por ciento en tres años de crecimiento. Lo mismo está pasando en Francia y en Alemania�, afirma. Para Kritz una prueba de que aquí puede ocurrir algo similar es que �entre 1996 y 1998, con dos años de crecimiento, se crearon 1,2 millón de puestos de trabajo y la desocupación bajó del 18,4 al 12,8 por ciento�.
Sin embargo, Argentina no es Europa. Hay problemas de productividad muy severos en las Pymes, mano de obra intensivas, que no logran hacer pie, mientras las importaciones y la concentración económica se comen porciones cada vez mayores del mercado interno. Y según los pronósticos de los analistas, es casi imposible que Argentina vuelva a crecer en los próximos años a tasas del seis o siete por ciento como ocurrió en la reactivación postequila. Más aún, todavía ni si quiera hay señales claras de que la economía no haya caído de nuevo en recesión. 
Entonces, más allá del discurso oficial, no es casual que en Trabajo y otras áreas del Gobierno estén pensando políticas adicionales que involucran a instrumentos propios de la política económica. Por ejemplo:
Se estudia aplicar en los criterios de evaluación de licitaciones compras estatales y concesiones públicas, metas de empleo para las empresas concurrentes, de la misma forma en que se fijan metas de precios, tarifas o inversiones. No obstante, por ahora, se piensa en estas metas sólo como �indicativas�. 
Se considera conveniente promover la generalización de acuerdos laborales como los de la industria automotriz a otros sectores productivos. Las terminales pagan casi la totalidad de los salarios a los empleados suspendidos, y conforman un �fondo de horas� pagadas, quedespués deducen de las horas extras trabajas en épocas de auge. �La idea es que el costo de despedir a una persona calificada equivale entre uno o dos años de salarios. Es un estupendo mecanismo para estabilizar el empleo frente a las variaciones de corto plazo de la Convertibilidad�, explican en Trabajo. 
Hacer uso de otros instrumentos más audaces de la política económica son por ahora meras discusiones �teóricas�. Por ejemplo:
Regulación antimonopolio: Pocos países sufrieron un proceso de concentración económica tan acelerado en las últimas dos décadas, con un poder regulatorio del Estado tan débil. Mercados concentrados, sin regulación alguna, no sólo perjudican a los consumidores sino también a los trabajadores, al desplazar del mercado a empresas que �en otro contexto regulatorio� serían eficientes y fuentes de trabajos �genuinos�. No es casual que detrás de cada una de las grandes fusiones o adquisiciones de los últimos tiempos, tanto en servicios como en industria, haya quedado un tendal de despedidos y Pymes competidoras heridas de muerte. Se podrían establecer metas de empleo en la aprobación de este tipo de operaciones, potestad del Ministerio de Economía. Por lo que pudo chequear Página/12, esta propuesta es mirada con atención en el Gobierno.
Apertura comercial: Diversos analistas argumentan que el Estado puede maximizar empleo sin perjudicar a los consumidores regulando la apertura comercial. Es el caso de sectores intensivos en mano de obra, como textiles o calzado, y producciones regionales que fueron arrasados por las importaciones. Hay quienes sugieren aplicar cláusulas de salvaguarda �autorizadas por la OMC� contra compromisos de expansión de empleo de los productores locales beneficiados. 
Políticas pro-Pyme: Tendría un fuerte impacto reactivador del empleo un código de proveedores locales a las empresas de servicios públicos y a las grandes empresas industriales de origen extranjero que, tras adquirir activos locales, sustituyeron redes enteras de proveedores argentinos por importaciones desde sus países de origen. 
Política tributaria: La baja de aportes patronales, que tiene un importante costo fiscal, beneficia también a holdings intensivos en capital �desde servicios públicos hasta Repsol-YPF�, que en los últimos tiempos batieron récords de despidos en base a decisiones tecnológicas. Si el Gobierno tuviera metas de creación de empleo, sería lógico que negocie el incentivo fiscal sólo para aquellas empresas intensivas en mano de obra, que hoy operan con bajísima rentabilidad. 

 

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