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No murió. Ayer los objetivos de la cumbre de paz de Camp David se redujeron del éxito a la mera supervivencia. El principal logro que el presidente norteamericano Bill Clinton pudo presentar era que las comitivas israelí y palestina habían acordado seguir negociando. Era un día marcado por la partida del presidente hacia una cumbre del G-8 (los siete países más industrializados y Rusia) en Okinawa. El premier israelí Ehud Barak, hastiado según sus colaboradores por la intransigencia del palestino Yasser Arafat sobre Jerusalén, ya se había preparado para irse en la mañana de ayer. Los palestinos hicieron lo mismo. A último momento, según el portavoz de la Casa Blanca, Joe Lockhart, todos decidieron quedarse e intentar llegar a un acuerdo. Pero no es más que una prórroga. Fuentes de la comitiva israelí exigieron ayer que Arafat diera una respuesta concreta al tema de Jerusalén. Si no lo hacía antes de que Clinton regresara a Camp David el domingo, la cumbre terminaría. Esta vez en serio. �Tras una ronda de intensas consultas esta noche, las partes acordaron permanecer en Camp David mientras yo viajo a Okinawa para la cumbre del G8.� Pocos hubieran apostado que éstas serían las palabras ayer de Bill Clinton cuando reveló a los medios el futuro de la cumbre. Había necesitado de todos sus poderes de persuasión para convencer a las partes de permanecer en Camp David. Y, según el melodramático relato de Joe Lockhart, el cambio de parecer ocurrió a último momento: �El equipaje estaba cargado. La comitiva estaba formada delante del chalet del presidente. Todo el mundo se había puesto el traje y la corbata, excepto yo. En el momento de subirse a los autos nos dimos cuenta de que todavía había buenas razones para quedarse y negociar�. Para Clinton, la partida sólo fue demorada, dado que se mantuvo fiel a su intención de partir para Okinawa. Su sustituto es la secretaria de Estado Madeleine Albright. Le esperan días difíciles. El tema de Jerusalén es desde hace tiempo el centro de las discusiones. Los israelíes presentaron lo que para ellos era una propuesta bastante generosa, que incluía el control compartido de los barrios de población palestina. Pero la ciudad seguiría siendo la capital �única e indivisible� del Estado israelí. Eso resultó inaceptable para Arafat, quien quiere que Jerusalén Oriental sea la capital de su Estado Nacional Palestino. Su respuesta fue el silencio, y se rehusó a contestar la propuesta israelí. El miércoles este diferendo estuvo cerca de arruinar la cumbre. Ayer los israelíes subrayaron que su paciencia se estaba acabando. �Esta es la propuesta y no hay otra; Arafat no respondió aún, y si no lo hace antes del domingo volveremos a casa.� En una carta a su gabinete difundida ayer por la radio israelí, el propio Barak señalaba amenazador que �las razones que motivaron mi decisión de abandonar Camp David siguen siendo válidas; sólo decidí quedarme por aprecio a los inmensos esfuerzos del presidente Bill Clinton, quien me pidió esperar hasta el domingo�. La intransigencia mutua podría deberse a que la retaguardia de ambas partes es cada vez más hostil a un compromiso. En Israel, el líder del partido derechista Likud detectó una oportunidad con las concesiones de Barak sobre Jerusalén: �Arafat es mejor que los miembros de la delegación israelí dirigida por Ehud Barak, quien no ha dejado de hacer dolorosas concesiones�. Por su parte, el grupo integrista islámico Hamas prometió que su organización y �todo el pueblo palestino� rechazarán �cualquier acuerdo en Camp David�. No obstante las consecuencias del fracaso, ambas delegaciones se mostraron pesimistas ayer. Un delegado israelí resumió desalentado que �no sé si las conversaciones continuarán hasta que Clinton regrese. Lo cierto es que es muy difícil que se logre el acuerdo�.
QUIEREN QUE LA CIUDAD ANTIGUA NO SE DIVIDA El País de Madrid La Ciudadela de Dios es indivisible. Los tres patriarcas cristianos �católico, griego ortodoxo y armenio� de la ciudad antigua de Jerusalén se han incorporado a la batalla por la Ciudad Santa, a través de una carta dirigida al presidente norteamericano, Bill Clinton, en la que reivindican la unidad del lugar, desautorizando así a las supuestas negociaciones de Camp David, según las cuales Yasser Arafat y Ehud Barak estarían repartiéndose los cuatro barrios de un recinto sagrado e histórico.
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