Por Pablo Plotkin
Antonio Birabent no hace de chico melancólico. Es un chico melancólico Siempre. �La convicción y la confianza a veces me abandonan�, confiesa en una tarde del invierno porteño, que parece más invierno que otros. �A veces me pregunto para qué hago todo esto, tantos planes y canciones... Pero me imagino que lo hago para no pensar en que me voy a morir. O para no pensar en que toda persona que quiero y quise, algún día no va estar más. Las horas diarias que me reclama la música son un antídoto contra el paso del tiempo. Las canciones son inmortales; nosotros no. Esa ley indestructible de la canción me fascina. Hasta las que no son muy buenas son inmortales. Pero respecto de mis estados de ánimo... En general me acompaña una euforia hacia la música, una sensación de que lo mejor está por venir.� Lo que está por venir, en principio, son dos presentaciones en el Club del Vino, esta noche y el viernes que viene. Lo que está por presentar es Anatomía, segunda parte de la segunda vida musical que Birabent empezó con Azar, el disco que lo consagró en España como un cierto tipo de cantautor mimado del rock independiente. Dice él: �Las canciones de Anatomía son mi rock barrial, mi forma de protesta frente a una realidad, política y social, que no me gusta�.
�¿Y de qué manera le llega esa realidad?
�Soy un gran caminador. Tengo la realidad muy presente, me considero una persona muy real, y por eso propongo pasear por otros lados, propongo una visión del tiempo desde las canciones. A pesar de lo que alguna gente pueda pensar �y a pesar de que mi trabajo de muchos años me permita vivir cómodamente del arte�, la realidad me toca todo el tiempo. Más ahora, que trabajo con la música de un modo artesanal. Detrás de mis discos no hay una producción: hay un grupo de amigos, de pares. Cualquier pequeña actividad ligada a la música me demanda una gran energía. No estoy exento de esa realidad. Necesito pelear las cosas que logro. Y mucho. Cuando tuve en mis manos la primera copia de la edición argentina de Anatomía, se me caían las lágrimas. Sin embargo, ser el productor de mí mismo, reconozco, me da placer: llevo treinta años produciéndome. Y el resultado está en la música.
�Ahora, con �Por ese palpitar� volvió a la televisión. ¿Notó el hecho de volver al �ojo de la tormenta� de una gran exposición pública?
�Tal vez me di más cuenta cuando salí a la calle el sábado pasado, después de estar (el viernes) en el programa de Susana Giménez. Pero nunca vendí más discos por estar en la televisión. Nunca. Lo cual me parece justo. Yo estoy en una compañía independiente (Ultrapop), así que, para mí, vender 5 mil discos sería como que Los Andes salga subcampeón en Primera. Me gusta esa paradoja: que me conozca tanta gente, pero que sólo venda 5 mil discos. Reconozco que como músico siempre soy un poco �Ortega�: me dediqué mucho, hasta ahora, a gambetear al público. No fue deliberado, pero sé que mi camino no fue unidireccional: en un momento dado hubo cambios, y es probable que haya más. A la hora de mantener un público, esa no es una actitud muy favorable. Pero no busco el éxito cuantitativo. Un show mío en el Club del Vino, para 200 personas, puede resultarme mejor que uno de Maná en el Luna Park, para 10 mil.
�¿Por qué volvió a vivir a Buenos Aires, si en España las cosas iban bien y hay un mercado bastante más grande que el argentino?
�Yo apuesto por este lugar, a pesar de que hay tantas personas que se quieren ir. Será que conozco muy bien lo que es estar afuera. Entiendo a esa gente, pero yo prefiero caminar estas calles. Y con respecto a la crisis, la Argentina vive en crisis. No nos asustemos mucho. No es grave... Particularmente yo, no tengo de qué quejarme. Tengo la posibilidad de hacer lo que me gusta y llevar una vida encantadora. Podría estar llorando porque de chico me tuve que ir a España, volver, y así perdí dos veces a mis amigos. Pero eso me permite hoy hacer música en España, y tener una mentalidad europeo-sudamericana muy abierta. Ycomponer canciones. Compongo canciones porque estoy en tránsito, porque soy uno que fue alejado violentamente de sus fuentes.
�Mencionó su participación en �Susana Giménez�. ¿Cómo se sintió ahí?
�Nunca había ido en mi vida. Y a la gran mayoría de los programas no voy, pero no por una cuestión de imagen o de filosofía. No me veo haciendo un concurso o un juego en la televisión; no me veo contando mis intimidades sexuales en la televisión; no me veo analizándome en la televisión (no me analizo ni en mi vida privada). No me veo haciendo el mono en la televisión, porque no me considero un mono. Voy a hacer lo que me gusta: cantar, actuar en un programa (cuando se me paga por eso), o a lugares de donde salga entero. En �Susana Giménez� me sentí bien tratado: hablé diez minutos del éxito de mi disco en España. Para mí, que productivamente estoy mucho más cerca de Bochatón y Leo García que de Fito Páez, es un lujo. Está muy bien. El otro día fueron los Kuryaki, también. ¿Pero cómo no van a ir? ¿Qué se creen, que estamos en Hollywood? Ahora: si Susana me invitaba a los juegos, no iba. Primero porque no me gusta jugar a esos juegos: juego al fútbol. En ese sentido me considero una persona ética, y no quiero que me cuelguen una medalla, pero tampoco quiero que me rompan las pelotas.
�¿No iría a tirar un corchito, por ejemplo?
�No iría. Me invitaron cinco veces, y a ese programa no voy. No me gusta. No me gusta sentarme a cenar con diez personas que no conozco. No ceno en un semicírculo con tipos que no conozco. No me interesa. Hace falta nada más que una mínima capacidad de análisis. Debo reconocer que alguna vez pensé: �pará, estamos en Argentina, un solar invadido por el mal gusto, así que te están invitando a un lugar donde podrías hacer que tu disco lo conozca un montón de gente que no tiene idea...�. Bueno: surgió la posibilidad de Susana, que estuvo muy bien. Pero cuando me dicen �venite a Las Leñas a hacer una entrevista...�. ¿Para qué? ¿Para hacer estudiantinas y tirarme bolas de nieve? No man, nunca en mi vida hice eso. En ese aspecto yo soy Chizzo, el de La Renga. No me convencen con nada, ni con plata.
Moris, el papá del rock
Moris, el padre de Antonio, regresará esta noche a los escenarios porteños, con un show en el Hard Rock Café del Paseo del Pilar, Recoleta. Lo hará al frente de una banda clásica de guitarra (Rodolfo Haerle), bajo (Daniel Castro), batería (Rocky González) y teclados (Lolo Miccuci), con la que repasará algunas de esas inspiradas canciones urbanas que figuran en sus dos históricos discos iniciales (30 minutos de vida y Ciudad de guitarras callejeras): �El mendigo del Dock Sud�, �Ayer nomás�, �Muchacho del taller y la oficina�, �El oso� y otras. Pero también mostrará nuevas canciones que formarán parte de un futuro nuevo disco, mientras trabaja sobre la idea de un CD homenaje a su carrera, en donde reversionaría aquellos clásicos. |
|