Del
treinta por cero
al dos por uno
Por Osvaldo Bayer
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Tendríamos que detenernos y analizar algunos episodios de estas últimas semanas para darnos cuenta del poco fundamento que tienen las libertades públicas, los derechos del pueblo y la seriedad de gran parte de los que nos representan en los organismos de la república. Debemos repasarlos para aprender a no quedarnos en la discusión de la política menuda mientras pasan los días, los meses y los años y cada vez vayamos igual o peor. Esto, además de los problemas que nos deberían avergonzar de raíz, por ejemplo, el hambre en nuestra población, la falta de techo, la corrupción policial y nada menos que la falta de trabajo.
Resumamos el episodio que al principio fue ignorado por la opinión pública pero que con el correr de las semanas fue ganando importancia hasta llegar a primera plana.
Si lo observamos desde el punto de vista humano, el manejo oficial fue tan ridículo y egoísta que ya hoy hasta nos parece un invento de la frondosa imaginación argentina. Digámoslo en cuatro frases: La Comisión Interamericana de Derechos Humanos advirtió hace ya casi tres años a la Argentina que había faltado a los principios firmados en la carta continental respectiva en lo que hace al juzgamiento de los presos civiles del episodio de La Tablada. En 1997 le llega esa comunicación al gobierno de Menem, que había dado el indulto a los autores del más perverso método de represión de todos los tiempos de la historia del ser humano: la desaparición de personas, junto a torturas, robos de bienes, secuestro de niños, etc. etc. etc. Mientras tanto ese gobierno de Menem mantenía en la peor de las cárceles argentinas �construida por el dictador Videla� a los civiles presos de La Tablada (una década sin ver el sol), en celdas dignas de la Inquisición. Bien, cuando un organismo internacional hace esa advertencia, es una cuestión de honor y de ética que la República tiene que de inmediato ponerse a discutir el tema y decir su opinión. No, Menem y sus ministros de Justicia riojanos dejaron pasar el tiempo como si nada hubiera sucedido, como si el cartero de la OEA no hubiese llegado. Eso sí, esos ministros de Justicia que se iban reemplazando con el pasar el tiempo pero que nunca cambiaban de provincia, recibían a las comisiones de Derechos Humanos con sonrisas y promesas para después no hacer absolutamente nada: ni sí ni no. Es el peor favor que se le pudo hacer a la democracia. Los representantes de los organismos de derechos humanos que concurríamos a los despachos del así llamado Ministerio de Justicia estábamos cansados de que se nos dijera �Ni� en tonito riojano. (Nos imaginamos que si don Juan Facundo Quiroga hubiera visitado a esos burócratas y éstos le hubieran respondido �ni� les habría quebrado el escritorio de un sablazo, por lo menos el del doctor Granillo Ocampo.)
Lo que pasa es que esos ministros de Justicia menemista estaban en otra cosa. Se preocupaban de todo menos de las injusticias reinantes: el hambre de los niños, la dignidad de las cárceles, el castigo a los corruptos de su propio partido y entornos.
Bien, pero llegó el gobierno de De la Rúa. Y también se hizo el sordo: no dio señales de vida, como si la OEA no existiera, mostrando falta de Etica, ya que se trataba de nuestra dignidad ante un organismo internacional, al cual tendríamos que guiar con nuestro ejemplo y no mostrarnos como retrógrados. La responsabilidad del gobierno radical es que justamente el episodio de La Tablada se había registrado durante el gobierno de Alfonsín. Y siempre quedó la duda: ¿por qué ese gobierno radical había pactado en Semana Santa con los militares golpistas y les había regalado obediencia debida y punto final a decenas de torturadores, secuestradores, asesinos, desaparecedores, ladrones hasta de niños? ¿Y por qué, en cambio, ante el pequeño grupo de civiles que incursionó en La Tablada se envió a una desusada tropa de represión con tanques, cañones,bombas de fósforo y un despiadado bombardeo sin negociación ninguna? ¿Y por qué se envió al frente de esa represión a un general manchado por todos los crímenes que caracterizaron a la dictadura de Videla? Más todavía: ¿por qué no se inició después de la masacre de La Tablada una investigación sobre los civiles muertos, desaparecidos y fusilados durante esa acción y por qué no se hizo la autopsia de los cadáveres de los militares y policías muertos para ver de dónde provinieron las balas que entraron en sus cuerpos? Nada. La ley de la democracia aprobada por la bancada radical demostró ser antidemocrática. Y ésa es justo la que se aplicó a los civiles de La Tablada.
Como decíamos, el gobierno de Menem se calló la boca. Para ellos, el tema de La Tablada no existió, fue apenas un �problema radical�. Pero llegar a la verdad es un problema que nos compete a todos. Olvidarlo es no dar importancia a lo esencial de la democracia: la igualdad ante la ley. ¿Cómo es posible que el turco Julián y los torturadores de Bahía Blanca estén libres y el diputado radical Stubrin esté preocupado por el dos por uno? Es decir, no va a votar la resolución que, por falta de segunda instancia en la ley radical de la �democracia�, pueda permitir que se les compute el dos por uno a los presos civiles que ya hace once años que están detrás de las rejas.
Pero al diputado Stubrin no le importa que todos los asesinos uniformados, por obediencia debida y punto final, hayan logrado el treinta por cero, es decir, de la prisión perpetua que les correspondía, de pronto, a la libertad más absoluta, a tomar café frente al Congreso, de donde partió la ley que los premió por picana eléctrica y golpe de furca. O está el caso del senador Eduardo Menem, que fue nada menos que ministro de una dictadura y hoy se da el lujo de decir que defiende a la democracia oponiéndose al proyecto de Torres Molina. En el que sólo se trata de discutir un fundamental derecho humano que es el derecho a revisión en segunda instancia.
Mientras tanto, ni Stubrin ni Eduardo Menem han insinuado ninguna crítica ante la actitud del general Brinzoni de mandarles a un uniformado a consolar a declarados torturadores. ¿Este es el país argentino? Nos vamos a poner contentos y lo vamos a festejar si el diputado Stubrin propone una comisión bicameral de investigación de los sucesos de La Tablada: el porqué de la desmedida y inhumana represión, la desaparición de personas, el fusilamiento de prisioneros y las torturas a éstos por las tropas del general Arrillaga.
La pregunta está: ¿por qué estos diputados y senadores �justicieros� (y los únicos no son ni Stubrin, ni Eduardo Menem, ni Roggero, ni Mario Negri, ni Beatriz Leyba de Martí, ni Cruchaga, para hablar de algunos nomás), no dicen nada de que probados, declarados y cínicos generales del crimen y la tortura como Harguindeguy, Menéndez y Díaz Bessone estén libres, cobren sus jubilaciones, paseen todas las tardes sus perros y rieguen obedientes debidos las margaritas de sus jardines? ¿Qué pasa en estos legisladores, tienen acaso dobles versiones de la Constitución? ¿No se avergüenzan de que matarifes de la peor especie dicten normas de justicia desde el Círculo Militar? (Esto sí que es La metamorfosis de Kafka más El proceso del mismo autor, pero en versión argentina.) El treinta por cero les parece bien pero por el dos por uno pierden el sueño, se ponen canosos de repente como le ha ocurrido al diputado Stubrin, y son capaces de quedarse toda una noche sin dormir con tal de que no se apruebe el proyecto del diputado Torres Molina. Esperemos, en agosto van a quedar todos al desnudo en el Parlamento nacional.
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