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ENTREVISTA EN CHACO AL BRASILEÑO NANA VASCONCELOS
�La música está en la calle�

El percusionista ha tocado con Miles Davis, Talking Heads, Gato Barbieri, Paul Simon, Pat Metheny, Milton Nascimento, Thelonius Monk, Caetano Veloso, B. B. King. Dice que el primer instrumento es la voz y el principal, el cuerpo.

�Yo nunca quise ser un músico de jazz�, cuenta el brasileño.
Vasconcelos mantiene una actitud casi religiosa cuando toca.


Por Roque Casciero
Desde Isla del Cerrito, Chaco

t.gif (862 bytes) Jueves a la tarde en una carpa gigante, a orillas del Paraná. Unos cien estudiantes de música forman un círculo. En el centro, un hombre pequeño y sonriente, sin decir casi palabra, comienza a caminar en su lugar, marcando el ritmo, y luego a aplaudir. Todos lo siguen, hasta que él divide en cuatro grupos el círculo y le indica un patrón a cada uno. Después se mezclan diferentes fragmentos vocales. Por momentos, la combinación se hace perfecta, en otros se desbarranca provocando la risa general. En el centro, el profesor sonríe todo el tiempo, goza de la interacción entre sus alumnos. Ese hombrecito fue elegido durante nueve años consecutivos como mejor percusionista del mundo por la prestigiosa revista norteamericana Down Beat y en su currículum figuran los nombres de los más grandes músicos de los últimos años: Miles Davis, Talking Heads, Gato Barbieri, Paul Simon, Pat Metheny, Milton Nascimento, Don Cherry, Thelonius Monk, Caetano Veloso, B. B. King. Pero, por ahora, a este impresionante músico brasileño llamado Naná Vasconcelos no le importa más que �sacar el niño que todos tenemos adentro�. De eso, ni más ni menos, se trata el workshop que ofrece a los asistentes a �Tocar la vida�, una de las actividades de Chaco Invierno 2000 (ver recuadro). 
Más tarde, durante su concierto junto a la Orquesta de Cámara Mayo (el primero en suelo argentino en más de veinte años), Vasconcelos repetirá el juego. �Es una cosa natural, que contagia, pero debe darse de modo natural. La integración es algo que viene del trabajo que hice con chicos. Cada uno de nosotros tiene un chico adentro. Eso sí, primero tengo que mostrar que tengo una técnica y un trabajo especial con el berimbau, pero después puedo saltar y hacer salir el niño que tenemos adentro. Cuando toco, procuro decir algunas cosas, pero no explicar. Y, durante el workshop, ninguno preguntó nada (se ríe). A mi música no la pasan por la radio. Mis discos funcionan como documentales, no se los puede clasificar. Lo sé y sufro las consecuencias, pero no hago concesiones. Es que música y dignidad tienen que estar juntas�. En escena, Vasconcelos mantiene sus ojos entrecerrados, lo que le da una atmósfera casi religiosa a sus movimientos. Evoca los sonidos del Amazonas, recoge del suelo sus instrumentos de percusión, se inclina para golpear sobre una bola de vidrio... Parece capaz de hacer sonar cualquier objeto que existe sobre la faz de la tierra. Sin embargo, aclara que �el primer instrumento es la voz y el mejor, el cuerpo�.
�En 1972, usted grabó el disco Zumbí (publicado en 1983), en el que era casi una orquesta humana: sólo trabajaba con voces y percusiones sobre su cuerpo.
�Tengo composiciones así. Empecé porque tuve una experiencia de trabajar con niños que tenían problemas psiquiátricos y con dificultades de coordinación motora, entonces apareció la idea de utilizar el cuerpo para hacer música y, consecuentemente, ayudarlos a moverse.
�También trabaja con niños carenciados.
�Sí, tengo una fundación en el sur de Recife, que se llama ABC Das Artes, Flor do Mangue. Allá tengo 220 chicos, sin ayuda del gobierno ni nada. Yo vivo fuera de mi país desde hace más de treinta años, pero antes fui un niño pobre, no tenía nada. Cuando comencé a volver de visita al Brasil vi niños en la calle y eso me incomodó mucho. Cada vez que volvía, la situación era peor. Ahora ya es imposible: el futuro del Brasil está en la calle. Entonces, como persona, como músico, como ciudadano del mundo, quiero sentirme útil.
�Durante el concierto, usted dijo que la música está en la calle.
�La música siempre estuvo en la calle. La música es un elemento que salva al Brasil. En carnaval todos salimos a bailar y a cantar, se baila en los campos de fútbol. Es la manera de sacar para afuera todos los problemas que existen, es casi una terapia.
�¿Le interesa el fútbol?
�Mucho. Y creo que Brasil perdió la danza. Ahora tenemos muchas estrellas, pero no tenemos equipo. No tenemos danza, tenemos individualismo.Ahora hay danza individual, pero se perdió la de conjunto.
�Y siempre es mejor bailar acompañado...
�Claro, ahora son todos solistas.
�¿Por qué comenzó a trabajar con baterías electrónicas?.
�Porque la tecnología era y es una realidad. En ese momento comenzaba el ciclo de la tecnología e hice un trabajo con breakdancers. La historia fue así: yo trabajaba con Pat Metheny, pero dejé su banda, le dije gracias y me fui a hacer otra cosa. Quería hacer algo con baile. Cuando llegué a Nueva York, vi a un grupo de bailarines de break y pensé: �Ah, es esto�. Me presenté, les dije que era músico y que quería trabajar con ellos. Entonces toqué un poco de percusión con mis instrumentos y un chico de ocho años me dijo: �Pare. No se ofenda, pero yo no quiero bailar copiando al jazz�. Entonces guardé los instrumentos y me volví a casa destruido. No entendía por qué me había rechazado, hasta que me di cuenta de que era porque no tenía tecnología. El breakdance tenía una relación directa con las discos y con las máquinas. Con Pat Metheny yo no quería acercarme siquiera a las baterías electrónicas. Pat me pedía que le pasara algún programa de baterías, así que yo lo llamaba a (el tecladista) Lyle Mays y le iba dictando los sonidos, porque no quería ni rozarlas. Pero cuando me pasó eso con el chico entendí la realidad. Entonces me compré la mejor batería electrónica, me fui a casa y programé ritmos brasileños, maracatú, cosas así. Llamé por teléfono a los breakdancers: �Tengo algo para ustedes�. Llegué, prendí la máquina y se volvieron locos. �Usted tiene ritmos frescos�, decían. Eran ritmos que nunca habían escuchado, pero que tenían la misma pulsación. Lo que hice después fue no sólo programarlas sino tocar en vivo las baterías electrónicas. Parecía que estaba escribiendo a máquina. Ahora estoy haciendo un disco en el que uso samples...
�¿Le interesó el drum�n�bass (percusión electrónica con ritmos acelerados y quebradizos)?
�Son modas que vienen de Inglaterra. Acid jazz, jungle, drum�n�bass. Son fórmulas. Creo que la música mundial está pasando por una crisis y todos estamos buscando una salida. La tecnología es muy grande, muy rápida, muy tentadora, y no sabemos qué queremos hacer. Es muy difícil decidir qué queremos, porque hay tantas posibilidades...
�Ahora se dice que la brasileña será la música de este siglo.
�Sí, pero la que viene del nordeste, ya no más la de Bahía. La música axe y todo eso viró para un lado un poco triste, porque la poesía es muy pobre: �El baile de la teta�, �El baile de la botella�, cualquier cosa. Y la lengua latina es muy rica... Ahora apareció fuerte la música del nordeste. Chico Science murió, pero están Lenine, Mestre Ambrosio, Antonio Nobrega. Hay un nuevo vocabulario musical, muy salvaje: un Africa que nunca fue descubierto.
�¿Qué sentía cuando Down Beat decía que usted era el mejor percusionista del mundo?
�Estaba bien. Era interesante para trabajar como sesionista, porque podía cobrar más caro (risas). En Estados Unidos, los managers de algunos músicos compran quinientos ejemplares de una revista, llenan los cupones de las encuestas y los mandan. Para mi ego era mejor ver los votos de los críticos europeos, eran el reconocimiento a mi trabajo por parte de quienes escriben sobre eso. Podría haber hecho un disco popular: funky, pop, bien norteamericano. Tenía todos los medios a favor. Pero hubiera perdido la identidad. Y mi interés es otro: quiero dejar discos honestos.


Una fiesta cultural

Por estos días se respiran melodías en la chaqueña Isla del Cerrito, a 40 kilómetros de la capital provincial. Es que aquí se desarrolla �Tocar la vida�, un evento que congregó a estudiantes de música de toda la Argentina (y algunos llegados de los demás países del Mercosur). Este campamento de música popular es una de los tres actividades de Chaco Invierno 2000, el segundo evento del ciclo Turismo Cultural (organizado por las Secretarías Nacionales de Cultura y Comunicación, y Turismo). En Resistencia ya tuvo lugar el Festival del Fuelle, que unió a bandoneonistas y acordeonistas: estuvieron Rodolfo Mederos, Néstor Marconi, el Chango Spasiuk, y los brasileños Dominguinhos, Luiz Carlos Borges y Renato Borghetti, entre otros. Y hoy culmina la Bienal de Escultura, que trajo hasta la capital chaqueña a artistas de Japón, Bélgica, el Líbano, España, Estados Unidos, Estonia, Francia, Holanda, Polonia, Suecia y Turquía. 
La plaza principal de la ciudad se convirtió en un hervidero de gente que les ceba mate y les pide autógrafos ¡a los escultores! Esta noche se conocerán los ganadores del concurso (hay tres premios: el del jurado, el del público y el de los niños) y todas las obras pasarán al patrimonio de Resistencia, autodenominada �la ciudad de las esculturas�. Y tiene una justificación: hay tres obras por cuadra. También será esta noche, con un concierto en el Complejo Cultural Guido Miranda, de Resistencia, que se cerrará el campamento de música popular. Sobre el escenario estará un ensamble formado por algunos de los reconocidos profesores que, durante una semana, les acercaron a sus alumnos desde conceptos básicos hasta experiencias de vida. Y que, incluso, se prendieron en interesantes cruces musicales con sus propios estudiantes. Cada vez que esto sucede, la fascinación de los más jóvenes es evidente en sus rostros. El jueves a la noche, en el pub que funciona en la isla, daba placer ver cómo los consagrados músicos uruguayos Hugo y Osvaldo Fattorusso les cedían los solos a sus alumnos.

 

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