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QUE SE DISCUTE EN LA REUNION DE LOS PAISES MAS INDUSTRIALIZADOS 
La cumbre de Okinawa ante su mundo infeliz

Los países del Grupo de los 8 en Okinawa se comprometieron a reducir la disparidad del acceso a la tecnología en el mundo. Aquí, una crónica detalla el debate y dos expertos analizan lo real y ficticio del mundo global. 

El presidente norteamericano Bill Clinton y su colega ruso Vladimir Putin plantan un árbol.
Las discusiones en la cumbre giraron en torno de los abismos tecnológicos que dividen al mundo. 

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes) Podría vérselo como una cuestión de números. Los jefes de Estado y de gobierno del Grupo de los Ocho (G-8, los siete países más industrializados y Rusia), reunidos en Nago, Okinawa, inventaron una variante del ya famoso concepto de �fractura social� que el presidente francés Jacques Chirac ideara durante las elecciones presidenciales de 1995. El nuevo concepto se llama la �fractura numérica�, la diferencia de desarrollo tecnológico que separa a los países del mundo. En un acuerdo denominado la �Carta de Okinawa�, los países del G-8 se comprometerán a que los países en vías de desarrollo puedan subirse al tren de la tan mentada �nueva economía�. El G-8 quiere presentarse a sí mismo como la vanguardia de la lucha contra �la fractura numérica�, que existe no sólo entre el mundo hiperdesarrollado y los países emergentes sino, también, dentro de las mismas grandes naciones industrializadas. 
Prueba de esto último es el plan elaborado hace tres semanas por el primer ministro francés, el socialista Lionel Jospin, quien, consciente del atraso tecnológico de Francia respecto a Estados Unidos, decidió dedicar unos 70 millones de dólares a expandir el uso de internet en su país. En Francia, el 98 por ciento de las escuelas secundarias está dotado de computadoras conectadas a internet, con una terminal cada tres alumnos, mientras que en las escuelas primarias la cifra desciende al 30 por ciento. La idea es que ambos ciclos escolares cuenten de aquí al 2001 de computadoras equivalentes. Paralelamente, en Estados Unidos el Departamento de Comercio estima que de aquí a cinco años la mitad de los norteamericanos trabajará en los sectores ligados a las tecnologías de la información. 
Los críticos y los escépticos de la globalización coinciden en que la nueva economía sigue siendo un asunto reservado a los pudientes. Como argumento central están las cifras de los conectados a la red: a finales del año 2000 habrá en el mundo 375 millones de internautas, cuando la población mundial asciende a varios miles de millones de personas. Frente a esa inobjetable estadística, los países industrializados admiten que existe un abismo que separa a ambos mundos. De hecho, los ministros de Finanzas del G8, reunidos hace dos semanas, estimaron que �las tecnologías de la información tienen potencialmente el poder de reforzar el crecimiento económico de nuestras economías�. Rey indiscutido de la �nueva economía�, la economía de la web, Estados Unidos experimenta gracias a esas mismas tecnologías de la información una edad de oro caracterizada por la tasa de desempleo más baja de los últimos 30 años. 
¿De qué sirven entonces las buenas intenciones del G-8 ante un abismo tan monumental que no sólo comprende el acceso a la tecnología sino también a la educación y la nutrición? En una cumbre de ONGs llevada a cabo a finales de junio en Ginebra, se dieron a conocer las cifras globales de la miseria planetaria. Según su informe, a pesar del crecimiento sostenido de la última década, más de 1200 millones de personas viven con menos de un dólar por día, mientras que otros 2680 millones viven con menos de dos. En estas dos categorías cae más que la mitad de la población mundial. 
El norteamericano Andrew Shapiro, director del Internet Policy Project del Aspen Institute e impulsor de una corriente crítica llamada �tecnorrealismo�, admite que si bien �gracias a internet un montón de cosas formidables ocurren en la economía, no es seguro que eso borre las desigualdades, los problemas de la deuda y del fracaso de los mercados�. Hasta el mismísimo Manuel Castells, el sociólogo gurú de la nueva economía cuyos libros son una referencia básica para los empresarios de la Silicon Valley, reconoce la inmensidad de la fractura numérica: �La nueva economía -.afirmó a Página/12.- ensancha el abismo entre los diferentes grupossociales. Hay personas que poseen un capital personal, cultural, un capital de educación. Pero quienes no poseen esas competencias están fuera de juego�. Castells, para quien gracias a internet �el capitalismo se está reestructurando�, sostiene que cualquier intento de rechazar �el modelo de la Silicon Valley� significa �ir derecho al fracaso económico y social�. Sin embargo, también adelanta los riesgos cuando declara que �el capitalismo descentralizado es un sistema extraordinariamente productivo, creativo, socialmente valorizador y libertario. Crea riquezas y empleos. Pero si se lo deja sólo, sin entorno institucional y sin contrato social, entonces se vuelve radicalmente individualista y destructor�. 
La �fractura numérica� y su correlato de fracturas de toda índole constituyen una evidencia tan ineludible como la de la pobreza y el hambre. Las ONGs y las asociaciones multilaterales como la francesa ATTAC intentan tejer nuevos vínculos e inventar nuevos métodos de acción. El director de la ONG Focus y miembro del Global South, el filipino Walden Bello, estima que �el liberalismo a ultranza se está agotando. La elite económica sabe que debe mostrarse dispuesta a las reformas, por eso nos corresponde a nosotros definir una tercera vía e idear soluciones para enmarcar el liberalismo, regularlo�. Con todo, no hay que olvidar que ciertos pensadores occidentales acotan que ese debate entre liberalismo, ultraliberalismo y tercera vía está siendo superado por las nuevas tecnologías. 

 


 

SEGUN LA AUTORA FRANCESA VIVIANNE FORRESTER 
�Esto es un totalitarismo�

Por E.F. 
Desde París

La francesa Vivianne Forrester vuelve al ataque. Luego de que su libro El Horror Económico vendiera más de 350.000 ejemplares en Francia, la autora que investiga el sufrimiento de las víctimas de la globalización acaba de publicar un nuevo libro, donde ataca al sistema económico mundial con la misma contundencia. Titulado Una Extraña Dictadura, el libro desmenuza las repercusiones del ultraliberalismo y las �nuevas economías� que la acompañan. En esta entrevista con Página/12, la autora explica los motivos y la tesis de su último trabajo. 
�Usted vuelve a atacar frontalmente al sistema moderno...
�Mire, el mundo actual está regido por un consejo de administración cuyo único propósito es obtener ganancias. Desde que publiqué El Horror Económico las cosas no han hecho sino empeorar. En aquel entonces denuncié de manera un poco inocente el sistema imperante. Pero entre un libro y otro, los métodos del ultraliberalismo se convirtieron en un fenómeno increíble. Tiene un objetivo mundial común, que consiste en hacer de cada persona un operador bursátil. Se habla mucho de mundialización, de globalización, pero esos términos no hacen sino ocultar el ultraliberalismo. Estamos dirigidos por una potencia ideológica y política que es el ultraliberalismo. No se trata de una potencia cuya meta sea el poder, no. Lo único que busca es acumular ganancias dejándole a los poderes públicos la tarea de administrar lo que queda del sistema. En realidad, la economía no está controlando, como se dice, lo político: la economía es una forma de hacer política, o sea, el ultraliberalismo. Estamos, felizmente, en democracia, pero de alguna manera el régimen ultraliberal es totalitario cuando nos dice �se hace así y no de otra manera�. Sin embargo, a diferencia de ayer, tengo la impresión de que hoy existe una suerte de opinión pública globalizada y antiliberal. 
�Ese análisis explicaría el título de su libro: Una Extraña Dictadura. 
�Efectivamente, lo llamé así por ese motivo. La OCDE, el Banco Mundial, el FMI son organismos que nadie elige, que nada tienen de democrático. En cada país, las instancias políticas han sido elegidas mientras que las instancias que dominan esa misma política no lo fueron. Por eso podemos hablar de �una extraña dictadura�. El ultraliberalismo quiere someter todo sin que haya contrapoderes. La globalización se presenta como fatal e ineludible. Pretende representar a La Historia cuando en realidad sólo representa una manera nefasta de administrar la llamada globalización. Hubo una época en que la economía estuvo ligada a la sociedad, a la gente, al destino de las personas. Pero ahora ya no. La economía se confunde con el mundo de los negocios y éste a su vez con la especulación. Decir que sólo existe un modelo de sociedad posible, que es la economía de mercado, equivale a ser simplemente estalinista. Además, es un absurdo porque la economía de mercado desaparece cada día, tragada por la economía virtual, puramente especulativa. La globalización no es más que una etapa histórica del mundo. 
�Al final es un mundo sin salida. El que usted describe, el de la globalización... 
�Lo importante es resistir sin tener la certeza de que estamos ganando. Hay que resistir al avance del pensamiento único. La palabra globalización intimida, deja una impresión de impotencia, mezcla la política, la economía, la cultura y lo social, se roba todos esos sentidos y en el medio pone el suyo propio desalentando cualquier intento de análisis. No se trata de estar a favor o en contra de la globalización, que es un hecho histórico, sino de descubrir los métodos con que se la administra. 

 


 

PROPUESTA DEL NOBEL DE ECONOMIA ROBERT MUNDELL
�Un sistema monetario mundial� 

Por E.F.
desde París 

Una de las soluciones más polémicas para paliar los efectos de la mundialización y sacar provecho de los movimientos internacionales de capitales fue ideada por el Premio Nobel de Economía James Tobin. Se trata, simplemente, de aplicar un impuesto, una tasa, del 0,1 por ciento a todos los movimientos internacionales de capitales y destinar esa suma a ayudar a los países del Sur. La idea resucitó tras la crisis financiera de 1998 y ha sido reactualizada por numerosas ONG, en particular la francesa ATTAC. El �impuesto Tobin� comienza incluso ahora a recibir el apoyo de muchos gobiernos occidentales. El jefe de gobierno francés Lionel Jospin, por ejemplo, estimó que era preciso �que esa idea avance en las instancias internacionales�. Sin embargo, el canadiense Robert Mundell, premio Nobel de Economía 1999 e inventor de la llamada �macroeconomía internacional�, se opone sin ambigüedades a ese principio. Para Mundell se �trata de un mal principio�. En esta entrevista con Página/12 explica por qué. 
�Los gobiernos occidentales manifiestan cada vez más su acuerdo con el impuesto Tobin. Usted, en cambio, lo descarta. 
�Desde luego. Aun si se aplica como se quiere, la tasa o el llamado impuesto Tobin no suprimiría nunca la especulación financiera, que es a lo que apunta. La única consecuencia sería la de estorbar un poco las transacciones financieras, nada más. Si se aplicara, el impuesto no haría sino ayudar a los países que tienen malas políticas económicas, que sufren mucho debido a los problemas en sus tasas cambiarias. No es tan obvio. La solución no es ésa. Tal vez habría que pensar en dotarse de un sistema monetario unido entre las grandes monedas del mundo. 
�Usted parece decir con eso que la idea de la dolarización no es mala... 
�Para los países en vías de desarrollo, fijar sus respectivas monedas con respecto al dólar no es una mala política. Fíjese el caso de la Argentina, donde el presidente De la Rúa y el conjunto de los partidos políticos defendieron la vigencia del sistema. Creo que en Argentina nadie querría un impuesto como la tasa Tobin. Esto no haría más que complicar la búsqueda de capitales. La Argentina conoce una estabilidad que no tenía desde hacía décadas y no creo que nadie quiera perder esa estabilidad, que, por ejemplo, permite que la gente consiga préstamos. 
�Con impuesto Tobin o sin él, la realidad es dura... 
�Sí, y el período que se presenta será difícil. El dólar está alto pero la situación no será eterna. En cuanto al impuesto Tobin, me parece una idea extraña.

 

 

opinion
Por Alfredo E. Allende *

Estos seres testarudos

La reunión de los países más poderosos del mundo �el Grupo de los Ocho- se realizó en Okinawa, un pequeño archipiélago ubicado, a �grosso modo�, entre Japón y las Filipinas. Las normas internacionales dicen que es un territorio japonés, pero la realidad indica que sus habitantes poseen una cultura propia y un idioma distinto. (El lector de los cien barrios porteños lo puede verificar, dialogando con cualquier okinawense de Buenos Aires, tan nutrida de inmigrantes de ese origen, venidos de islas siempre dominadas, a veces por el vecino nipón, otras por Estados Unidos, ahora por ambos). 
Los dirigentes del G-8 intentaron eludir las molestias que millares de provocadores en Seattle, Davos y otros lugares deparan a las reuniones cumbres del neoliberalismo. Si hubieran estado en el �Japón de veras�, habrían tenido que soportar algún millón de personas enojadas por el capitalismo de su país. De todas maneras, los okinawenses dijeron lo suyo. Estos seres testarudos no entienden bien lo que significa globalización y si lo entienden, sorprendentemente no les gusta. 
Se les confunden algunas cosas. Se hacen el siguiente interrogante: si el 85 por ciento del comercio mundial se realiza entre los países desarrollados, cuyas poblaciones son minoritarias en el planeta; si sólo el 20 por ciento de los habitantes del mundo integran el mercado; si nueve de cada 10 trabajadores realizan tareas para el consumo interno; si hay continentes enteros como el de Africa que tienden a desaparecer de cualquier estadística que no sea la de hambre y muerte; si gran parte de América latina va en la misma dirección; si las cuantiosas deudas externas alimentan de Sur a Norte (o sea, si los enfermos tienen que donar sangre a los sanos)... ¿Por qué se habla de globalización? 
Claro que al explicarles que las comunicaciones y el libre flujo de capitales serpentean por los espacios y aterrizan en computadoras y ventanillas de cualquier parte del mundo, ellos, estos isleños ignorantes, replican: �¿Y a nosotros qué? Las finanzas y las comunicaciones pertenecen a un puñado de empresas que comandan la economía mundial y el pensamiento universal. Eso más que globalización es sojuzgamiento, nuevas formas del viejo imperialismo.� 
No se les puede agregar que hay, en verdad, otros rubros magníficamente liberados de localismos xenófobos: la droga, los armamentos, la prostitución universal (sólo este último mueve varios cientos de millones de dólares al año). Tal vez sólo irritarían más estos nacionalistas, que no comprenden los nuevos tiempos y sus grandes progresos. 
(Diputado nacional)

 

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