oPINION
Por Eduardo Haro Tecglen *
Pobre Jerusalén
Pobre Jerusalén, con fanáticos de tres religiones. En lugar de un sitio bendito por la paz, vive desde hace dos mil años (y no cuento lo que le pasó antes, con los pesados y desdeñosos romanos, y con reyes de francachela y lujuria, como Herodes) entre terrores y asesinatos, entre otros las Cruzadas, que fueron un modelo negro de barbarie inútil.
Probablemente son más las personas que cederían para llegar a la capitalidad compartida entre judíos y mahometanos: no una partición de barrios, que siempre son fronteras de odio, sino la doble capitalidad de dos países que fueron uno solo.
La televisión y los periódicos fotografían a los otros, a los intransigentes, disfrazados de antiguos, de inmóviles: los viejos turbantes, las patillas rizadas, los golpes en la frente con el muro santo. Y que además quieren tierras y trabajadores baratos de la religión caída, de la que no tiene peso en la Administración, la banda y la prensa de Estados Unidos, y la que cuenta con el amor nuestro por su hecatombe europea, a la que no fuimos ajenos, ya que esta historia se cuenta por siglos.
Es verdad que para nosotros los judíos son europeos dentro de este mismo juego de civilizaciones y de culturas. Estoy más próximo a los judíos, religiosos o no, con los que he tenido amistad a lo largo de mi vida, y más dentro de la cultura del siglo que hicieron Freud, Einstein, Marx y Charles Chaplin. Y Woody Allen, y tantos de mis cardenales y obispos, o de mis frenéticos compañeros integristas que insultan y denuncian. Muy próximo a los musulmanes: he convivido tantos años: con su bondad, con su amor, con su opresión de colonizados cambiada por la de súbditos de imanes reales.
Pobre Jerusalén: Arafat y Mubarak, a las órdenes de Clinton, saben que no podrán llegar a un acuerdo. Leo en un cronista de las reuniones de supuesta paz que el israelí le dijo al musulmán: �Si yo aceptase tu plan de paz, tendría que irme a tomar café con Rabin�. O sea, lo matarían. Y quizá Arafat moriría de una ráfaga de ametralladora disparada por una de las niñas a las que adiestra Al Fatah.
Están a la merced de sus integristas, de sus religiosos; qué desgracia le ocurrió al mundo cuando se fueron haciendo, allí mismo, las religiones monoteístas con tres Seres Supremos y cada uno de ellos era enemigo de los otros dos, que, como él, no existían; y fabricaron con esa idea absurda sociedades de mando único, autocracias. Vigiladas por los fanáticos, que por sí solos tienen más poder que las mayorías. Y es a ellos a los que los otros monoteístas enviamos las armas.
* Escritor y periodista. Publicado en El País de Madrid.
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