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La �ciudad de las esculturas�, convertida en capital del arte

La Bienal de Escultura cerró el ciclo de eventos �Chaco invierno 2000�, que incluyó �Tocar la vida� y el �Festival del Fuelle�.

 

 

Por Roque Casciero
desde Resistencia, Chaco

 En el camino de entrada a Resistencia hay un cartel que da la bienvenida a “la ciudad de las esculturas”. Aunque lo parezca, la frase no es una de esas pintorescas exageraciones del tipo “capital nacional del salamín picado fino”, sino el anticipo de lo que se comprueba en las calles de Resistencia, donde hay tres obras por cuadra. Por eso, que allí se realice una Bienal de Escultura no llama la atención. Pero sí resulta sorprendente el interés de los chaqueños por esa disciplina artística. Durante el evento, que era parte de “Chaco Invierno 2000” (la segunda fecha de Turismo Cultural, organizado por las secretarías nacionales de Turismo, y Cultura y Comunicación) más de cinco mil personas por día pasaron por la plaza 25 de Mayo para ver a escultores de Japón, Bélgica o Turquía en plena tarea, hablarles en medias lenguas, pedir autógrafos y hasta convertirlos en nuevos adeptos a la religión del mate. El sábado, con el cierre y la entrega de premios, la plaza principal de Resistencia se atestó. Pero, a esa altura, a ningún forastero le resultó extraño que el ganador (el sueco Dan Lestander, por “Camino de las nieves”) festejara arrojando champagne como un campeón de Fórmula 1, mientras estallaban fuegos artificiales.
“Chaco Invierno 2000” también tuvo música. El fin de semana anterior se había realizado el Festival del Fuelle, un encuentro entre consagrados bandoneonistas y acordeonistas de la Argentina y de Brasil. Y durante toda la semana pasada se hizo “Tocar la vida”, un campamento educativo con profesores de lujo al que asistieron 300 estudiantes de música popular de todo el país, y que tuvo lugar en la Isla del Cerrito, a 40 kilómetros de la capital provincial. Los 1500 habitantes del casco urbano de la isla gozaron de la alteración de su bucólica vida: pudieron ver a músicos de renombre mundial como el percusionista Naná Vasconcelos (que no se presentaba en la Argentina desde 1979) o el contrabajista Rufus Reid, tuvieron vida nocturna a diario en el único pub de la isla, y se encontraban con chicos tocando en las calles o armando fogones a orillas del Paraná.
Las actividades académicas de “Tocar la vida” se dividieron en estudio de instrumentos (con profesores como el saxofonista Andrés Boiarsky, el trompetista Diego Urcola, el percusionista Satoshi Takeishi y el tecladista Mono Fontana, entre otros), talleres especiales (de Vasconcelos y Jaime Torres) y el armado de ensambles entre los alumnos de música popular argentina (dirigido por el Chango Farías Gómez), jazz latino (Adalberto Cevasco), jazz (Thomas McCutchen) y tango (Néstor Marconi). Todas las noches había shows: por el escenario montado dentro de una inmensa carpa pasaron Torres, Vasconcelos y la Orquesta de Cámara Mayo, dirigida por Gabriel Senanes y José María Castiñeira de Dios. El viernes se presentaron los ensambles de los alumnos, que lograron buenas actuaciones pese al poco tiempo de ensayo. Se destacaron especialmente quienes habían trabajado con Farías Gómez, que entregaron una potente versión de “El Humahuaqueño” y “Chacarera santiagueña” en clave de reggae.
Además de los ensambles programados, se armaban otros sin preparación. En el pequeño escenario del pub, por ejemplo, fue habitual ver a los hermanos Hugo y Osvaldo Fattorusso haciendo bases para que los estudiantes se lucieran con sus solos. También era posible encontrar a dos cellistas atacando obras de Piazzolla en la plaza o al bajista John Lee (que tocó con Dizzy Gillespie, entre otros) contando anécdotas sentado bajo un árbol. La experiencia, al cabo, no sólo fue inolvidable para los alumnos, sino también para los profesores. El flautista brasileño Toninho Carrasqueira resumió el espíritu de “Tocar la vida” con la frase ”Estuvimos en una isla mágica, una isla de música”. La fiesta del cierre, realizada en el Complejo Cultural Guido Miranda de Resistencia, mostró a los docentes mezclados en formaciones espontáneas. Y el cruce entre el argentino Zurdo Roizner (batería), el brasileño Arismar Do Espírito Santo (guitarra eléctrica), el estadounidense John Lee (bajo) y el peruano Lucho González (guitarra acústica) demostró aquello de que la música trasciende las fronteras.

 

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