EN EL CENTRO DE ARTE CONTEMPORANEO DE MONTBELIARD
Una discreta invasión argentina
Tercera muestra de porteños en un centro francés
de avanzada. Antoniadis, Siquier, Burgos, Fuertes, Ontiveros,
Reyna y Blasi.
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Por Fabián
Lebenglik
En
estos días y hasta el 3 de setiembre, en Francia, el Centro de
Arte Contemporáneo de Montbéliard, conocido como Le
19, un centro de exposiciones de avanzada, presenta por tercer año
consecutivo una discreta invasión de artistas argentinos.
Montbéliard es una pequeña ciudad de la región francesa
de Franche Comté, en el límite con la frontera suiza, que
fue escenario de la Reforma religiosa y cuenta con uno de los templos
luteranos más antiguos de Francia. El dinamismo cultural de la
ciudad -.que también tiene otro centro artístico de vanguardia,
dedicado al video-. no sólo se explica por la Reforma. Desde la
perspectiva económica es fuertemente industrial. Allí se
fundó Peugeot y está su planta principal. El propio edificio
reciclado que ocupa Le 19 fue una antigua sede de la firma.
Ya sea como parte de muestras monográficas mayores, como La
abstracción y sus territorios, de 1998, que incluyó
obra de los argentinos Graciela Hasper, Magdalena Jitrik y Tulio de Sagastizábal,
o a través de muestras individuales, como la exposición
antológica de Roberto Elía en 1999, o como la presente exposición,
Buenos Aires in & out, donde hay siete pintores de estas
pampas, el arte contemporáneo argentino siempre está presente
en Montbéliard.
Esta pasión sudamericana se debe a que el director del Centro,
el crítico y curador Philippe Cyroulnik, es un conocedor del arte
latinoamericano, especialmente del argentino, brasileño y cubano.
La muestra actual .apoyada por la Secretaría de Cultura del Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires y por la Fundación Antorchas-. según
se explica ampliamente en el excelente catálogo bilingüe (francés/español),
está dedicada a la memoria de la galerista Ruth Benzacar e incluye
a Carolina Antoniadis, Octavio Blasi, Fabián Burgos, Rosana Fuertes,
Daniel Ontiveros, Martín Reyna y Pablo Siquier.
Mientras las bienales y megaexposiciones internacionales eligen mostrar
de todo menos pintura, en esta exposición se reivindica, fundamentalmente,
la pintura y lo pictórico tal vez como último vestigio de
lo manual. Y en esta reivindicación hay, por supuesto, una ética,
según la cual la pintura sería algo así como el genoma
de las artes, el lugar donde se establece el mapeo del código genético
de las artes plásticas, del principio y al fin.
El título de la muestra comienza por jugar con varios sentidos.
Aquello que está in es lo que sólo resulta conocido por
un grupo selecto de favorecidos, miembros del club. Por oposición,
out es lo que está marginado del centro de esa exclusividad. Podría
decirse que las modas evolucionan de lo alto a lo bajo,
del diseño para pocos al modelo estándar de la masividad.
En ese movimiento, que atraviesa veloces y sutiles etapas de trasformación,
traducción y adaptación para su producción en serie,
es donde se pasa de lo in a lo out.
En este sentido, la moda sería el mundo del olvido; de lo que se
usa esta temporada pero no la próxima.
El curador de la muestra rescata la tradición pictórica
porteña, de la que los artistas que allí se exhiben serían
herederos: desde las distintas tendencias de mediados del siglo XIX, hasta
las primeras vanguardias; desde el realismo militante, hasta el arte concreto;
desde el pop hasta el conceptualismo.
Buenos Aires in & out, también supone un sentido
literal, de aquello que se produce dentro y fuera
de la ciudad de Buenos Aires: Carolina Antoniadis, Rosana Fuertes, Daniel
Ontiveros y Pablo Siquier viven y trabajan en Buenos Aires. Martín
Reyna y Octavio Blasi, en París, y Fabián Burgos acaba de
terminar una larga estadía en Nueva York. Pero incluso bajo este
sentido literal, lo de adentro y lo de afuera traza una línea virtual
de puntos que se recompone como una mirada estrábica. La delargentino
que desde Buenos Aires vive pensando en París o Nueva York y la
del otro argentino, el exiliado, que, desde París o
Nueva York, no puede dejar de pensar en Buenos Aires.
La joven creación argentina -.dice Cyroulnik-. se ha renovado
considerablemente, desarrollando de un modo original experiencias artísticas
nacionales e internacionales del arte del siglo y sabiendo asociar tradición
e innovación. Los siete artistas aquí presentes son una
representación parcial de la escena de Buenos Aires que testimonian
desarrollos artísticos comprometidos, críticos y a menudo
irónicos...
BUENOS
AIRES IN & OUT: PINTURAS E INSTALACIONES
Las obras del septeto, una por una
Por
F. L.
La pintura de Carolina
Antoniadis se mueve en apariencia entre la superficialidad y el
colorido, como si fuera el resultado de un patchwork. De modo
que el diseño y el pattern sirven como punto de partida
para un desarrollo que invierte el sentido de lo decorativo
y lo vuelve crítico.
En los trabajos que se exhiben de Octavio Blasi (realizados en
los años ochenta y primeros noventa), la relación
más evidente es la que se juega entre cierto lenguaje proveniente
de la historieta y su entramado con iconos ideológicos,
como el ratón Mickey y el símbolo del dinero. Esa
trama a su vez sirve como contexto para otra: la autorreferencialidad.
Las pinturas de Fabián Burgos, de factura impecable, ambiguas
y silenciosas, están aparentemente desvinculadas de todo
problema extrapictórico. Más bien se asocian con
el discurso de la ciencia. En la tradición que marca la
obra de Burgos hay una convergencia entre la producción
en serie y la producción única de los artistas,
de modo que lo producido en una u otra esfera sería utópicamente
intercambiable.
La instalación pictórica que presenta Rosana Fuertes
es una nueva versión de la que presentó en 1998
en la galería Ruth Benzacar. Se trató de la muestra
más fuertemente ideológica que realizó la
artista. La instalación utiliza dos imágenes de
la historieta y el dibujo animado: por una parte la de Mickey
(Miguelito, en castellano), de Disney y por la otra
la de Miguelito de Quino. En principio Fuertes juega
con la supuesta ingenuidad del imperio Disney, contraponiéndola
a la conciencia y la ironía de Miguelito.
La instalación de Ontiveros también es una nueva
versión, adaptada al público francés, de
una muestra que presentó a comienzos de 1999 en el ICI
de Buenos Aires, en la que se combina la mirada estética
con la sociológica, histórica y política.
Y también aquí hay un efecto de traducción
respecto de la versión porteña. Los cambios y adaptaciones
no son de fondo, sino que intentan evitar las notas al pie
o notas del traductor que deberían haberse
anotado en caso de que el artista hubiera decidido conservar una
serie de guiños y convenciones compartidas con el público
porteño pero no con el francés.
La obra de Martín Reyna contrasta notablemente con la de
los demás artistas de la selección. Sus cuadros
no utilizan la vía del humor ni el sarcasmo. En este sentido
la suya es una pintura expresiva, que remite a la tradición
moderna del abstraccionismo. Y su lenguaje supone la elocuencia
de los materiales: el acento está puesto en la propia materialidad,
en el gesto, en el color. En sus telas se ve, al mismo tiempo,
el pudor de quien teme verse descubierto en su intimidad y también
el gesto aristocrático de quien toma para sí las
fuentes de la abstracción internacional.
Pablo Siquier presenta cuadros y obras pintadas directamente sobre
las paredes, lo cual genera un clima que oscila entre la ambientación
decorativa y la indagación estética. Así
sus murales pueden verse como una colección de citas de
distintos estilos geométricos, como una estilización
de diferentes esquematizaciones arquitectónicas; como simplificación
distorsionada del pop; como galería de diseños industriales;
de estilos de frontispicios, etc. Entre todas estas entradas posibles
y en vista de su condición de mural, la pintura de Siquier
tiene una fuerte raíz arquitectónica. En este sentido,
la arquitectura está vista como el género triunfante
de las artes visuales.
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