Por Cecilia Sosa
¿Cómo evalúa el conflicto que atraviesa el
Conicet?
Después de una década de destrucción constante
de las capacidades, de corrupción y nepotismo, la expectativa con
respecto al gobierno de la Alianza era que este tobogán del mememato
terminaba. Pero no. Que las políticas destructivas continuaran
era lo último que se esperaba. Por eso, ahora la comunidad científica
reaccionó con gran indignación. Y es justificado. Ya en
diciembre el atraso a los becarios produjo alarma, que fue seguida por
la novedad de que este año no iba a haber más fondos para
el Conicet. Mientras tanto, contra los reclamos de democratización,
el Gobierno se mostraba casi hermético. Luego, la identificación
por parte del Gobierno de los programas para promover el acceso a Internet
con verdaderas políticas científicas provocaron un enojo
profundo. Y, por último, las promesas de mejoría para el
año entrante confrontaron con la realidad de la continuación
del tobogán. Entre la realidad y los anuncios, perdieron los anuncios
por muchos puntos.
¿Qué opina de la reestructuración que impulsa
el Gobierno?
El
plan tal como está planteado supone, sin decirlo, una destrucción
del Conicet. La idea que subyace es reemplazarlo por un fondo que distribuya
subsidios de investigación, tal como recomienda el Banco Mundial.
Su destrucción implicaría la destrucción de una comunidad
de investigadores que tuvo un papel histórico en la estabilidad
de la ciencia argentina. El Conicet contuvo a todos los que no fueron
expulsados por la dictadura. Si existe una comunidad científica,
aún amputada y residual, es gracias a la carrera de investigador
del Conicet. Y, si se le aplica esta reforma, se termina. Terminan la
estabilidad y la identidad de los científicos. Dañar la
carrera en un medio tan amputado es una imbecilidad absoluta. Lo que se
necesita es una buena gestión y articular los centros de investigación
con la investigación universitaria.
¿Cómo analiza la relación actual entre el sistema
científico y las universidades?
El sistema universitario quedó pauperizado por la acción
de la dictadura. Antes, el Conicet casi no tenía investigadores
propios, sino que promovía la investigación universitaria.
La dictadura creó más de 200 institutos en el área
del Conicet como una política de castigo para las universidades,
a las que siempre consideró peligrosas. Por eso, colocó
recursos en ámbitos de manejo directo del Poder Ejecutivo. En 1970,
el 20 por ciento de la investigación estaba en las universidades;
hoy, sólo el 8 por ciento.
¿Usted qué propone?
Hay que lograr una rearticulación pero sin destruir el Conicet.
El Conicet es una jurisdicción y la universidad tiene su autonomía.
No se pueden confundir. La debilidad científica de la universidad
está causada por la rebaja de sus recursos para la investigación
y por la falta de una política para recuperarla. Lo que hay que
hacer es articular a los miembros de la carrera de investigador del Conicet
con las universidades. Pero las universidades también deben ser
fortalecidas por un aumento de las partidas para investigación.
Esto no se logrará destruyendo nada.
El plan oficial contempla aumentar los recursos para los jóvenes
investigadores, ¿esto resultaría efectivo?
No. Se trata de fondos para concursos de investigación, gastos
de biblioteca y equipos, y no para cargos y salarios. Y lo que les falta
a los jóvenes son lugares de inserción en el sector científico.
Ni la CNEA, ni el Inti, ni la universidad tienen recursos. Los jóvenes
tienen formación pero no inserción laboral para seguir la
carrera científica. Más importante que construir un garage
donde estacionar investigadores es usar los recursos para que se inserten
laboralmente. Con 3 o 4 dedicaciones simples en otras tantas universidades
es imposible investigar. Son vidasdisparatadas, incompatibles con la ciencia.
Sin dedicaciones exclusivas no existe la investigación. No hay
escapatoria.
¿Cuáles deberían ser las prioridades a corto
plazo?
El único sector que queda sin destruir es la propia comunidad
científica. Lo más urgente es revertir el tobogán
y crear un piso que permita a los científicos continuar existiendo,
recuperar la confianza y la capacidad de trabajo. Para eso se requiere
idoneidad, transparencia en la gestión y un presupuesto creciente,
teniendo como meta el 1 por ciento del PBI.
¿Y a mediano plazo?
Se debería desarrollar una política de Estado para
transformar las instituciones del sector, que hoy son un complejo desarticulado.
Hacia afuera es necesario aprovechar y potenciar las capacidades adquiridas
en muy pocos campos. Por ejemplo, el Invap de Bariloche, que vendió
el reactor nuclear. En segundo lugar, aprovechar las oportunidades. Argentina
fue reconocida internacionalmente como un país libre de aftosa
y la burra clase dirigente, en vez de fortalecer la investigación
e industrializar para producir mayor valor agregado, no hace nada. Finalmente,
en lo estratégico, la investigación debería confluir
con la industria, hoy casi inexistente. Habría que hacer un esfuerzo
para capacitar a la gente, articulado con una estrategia de desarrollo
industrial, analizando qué ramas son necesarias para levantar un
sistema productivo destruido. Si se sigue con un criterio desarticulado,
no se va a ningún lado.
¿Cómo debería desarrollarse este proyecto?
Requiere un trabajo serio con la participación de toda la
comunidad científica. Los documentos hechos a puertas cerradas
por un grupo de amigotes no sirven para nada.
Amenaza
Dígale al profesor que se cuide. Le vamos a cortar las
piernas. La amenaza anónima la pronunció un hombre,
ayer, a las 11.45, ante el susto de la telefonista de la Fundación
Campomar. Estaba dirigida contra Luis Quesada Allué, investigador
del Conicet y uno de los científicos que mayor participación
tuvo en las protestas contra la reforma impulsada por el Gobierno.
Esto es muy inusual para el ambiente científico. Estamos
muy conmocionados dijo Allué a Página/12.
Los científicos lo tomaron como si fuera una intimidación
contra toda la comunidad. Allué, vicepresidente de Campomar,
dijo no tener idea sobre quién puede haber realizado la amenaza.
Ayer recibió la solidaridad de muchos de sus colegas, así
como del Gobierno, a través de Dante Caputo. |
Medicina violenta
La Facultad de Medicina (UBA) resolvió abrir una investigación
para determinar quiénes participaron del acto criminal
y vandálico provocado el martes 11 de julio por un grupo de
aproximadamente 35 individuos encapuchados y armados con palos y elementos
cortantes, identificados con leyendas del grupo Venceremos y GES
(Grupo de Estudiantes Solidarios). Como informó este diario,
aquella gresca terminó con varios estudiantes heridos. De hecho,
la resolución del consejo directivo de Medicina que fue
aprobada por unanimidad en su última sesión habla
de lesiones provocadas a alumnos... con total mala intención
y saña. Esto no puede quedar impune. El nivel de
inseguridad que hay en la facultad es alarmante, se quejó
el consejero directivo Efraín Benzaquén (AlianzaFranja
Morada), quien sufrió golpes en todo el cuerpo y dos cortes
profundos en la cabeza. Ahora, las autoridades decidieron poner
a disposición todos los recursos humanos, materiales y presupuestarios...
que sean necesarios para garantizar la seguridad en el ámbito
de la Facultad de Medicina. El enfrentamiento fue el capítulo
más violento de una disputa política que sostienen desde
hace tiempo Franja Morada y el GES. |
Para
el tiempo libre... (si queda)
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Becas.
La Uces ofrece becas para periodismo, publicidad, comercio exterior,
economía y contador público. En Paraguay 1401, 4815-3290.
Ingeniería. La Escuela de Graduados de Ingeniería
dará desde agosto diferentes cursos de posgrado. En Paseo Colón
850, piso 3º, 43314987/0172.
Fábrica. Del 7 a 25 de agosto se pondrá en marcha
la Fabrica Audiovisual en la Fadu (UBA). Habrá
seminarios, exposiciones y proyecciones. Informes: 4789-6276/77.
Curso. El Departamento de Química Biológica (Ciencias
Exactas, UBA) dará el curso Gestión y aseguramiento
de la calidad en el laboratorio de ensayos y/o calibración.
Informes: 4703-3008, [email protected].
Psi. El 4 de agosto empieza la carrera de Especialista en Psicogerontología
de la Universidad Maimónides. En Hidalgo 775, 7º piso,
4982-8488. |
OPINION
Por Armando Raúl Bazán
*
¿La
tradición de Houssay o el plan de Caputo?
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La falta
de continuidad en las políticas del Estado representa uno de
los graves males argentinos. Existe una tendencia revisionista según
la cual cada gobierno quiere aplicar sus propias recetas, descalificando
el pasado y proponiendo cambios coyunturales no bien meditados. Este
diagnóstico histórico, fundamentado en datos objetivos,
tiene especial pertinencia respecto de la política científica.
Así ha ocurrido en el campo de la energía nuclear, donde
nuestro país había logrado un excelente posicionamiento
en el concierto mundial. Hoy la amenaza de achicamiento se cierne
sobre el Conicet, institución creada por decreto-ley nº
1292/58 según la propuesta del doctor Bernardo Houssay, premio
Nobel.
Durante 40 años esta institución ha desarrollado una
gestión encomiable a pesar de las azarosas circunstancias que
perturbaron la vida política argentina. Esta no es una afirmación
ufanista ni complaciente. Se apoya en el dictamen de una comisión
internacional de evaluación convocada el año pasado
por el actual directorio del organismo. Comisión que, por cierto,
señaló, también, deficiencias y debilidades en
el funcionamiento del Conicet, originadas mayormente en la falta de
adecuado financiamiento y también en un problema estructural,
la excesiva concentración metropolitana.
El decreto nº 1661/96 resolvió reestructurar el organismo
comenzando por la composición de su órgano de conducción.
Sus miembros fueron elegidos democráticamente por la comunidad
científica o propuestos por organismos oficiales y privados
vinculados a la ciencia y la tecnología. También se
reformuló el sistema de evaluación de la producción
científica, ingresos a la carrera y otorgamiento de becas de
posgrado y posdoctorales. El rigor de esas evaluaciones se ha acentuado
mediante la creación de cuatro instancias: asesoramiento de
pares, comisiones ad hoc de especialistas, comisiones de grandes áreas
y junta de calificación y promoción.
Asimismo, un dictamen elaborado por especialistas nacionales y extranjeros,
referido a los institutos dependientes del organismo, resulta elocuente
sobre la calidad de la ciencia que produce el Conicet, tanto en la
formación de recursos humanos como en el nivel de sus publicaciones
y en orden a la cooperación internacional. Hoy están
sonando nuevos vientos en materia de política científica.
Nuevo poder, nuevo saber. El titular de la secretaría
del ramo, Dante Caputo, comenzó su gestión modificando
el nombre de la misma, que pasó a denominarse Secretaría
de Tecnología, Ciencia e Innovación Productiva. El cambio
manifestó la intencionalidad de privilegiar la tecnología
en desmedro de la ciencia básica, verdadero fundamento de todo
desarrollo tecnológico innovador, como lo ha señalado
el doctor Milstein, premio Nobel, en su última visita a nuestro
país. Eso fue sólo el comienzo de una escalada política
conducente a la reestructuración del sistema científico.
Prescindiendo de la necesaria consulta a la comunidad científica,
ignorando al directorio del Conicet, integrado democráticamente
por representantes genuinos del saber científico, el licenciado
Caputo, ejercitando las ínfulas del poder, se propone corregir
las falencias que advierte en el sistema mediante un Programa
para el financiamiento y organización del sistema de ciencia
y técnica. Los argumentos que lo sustentan son falaces
y arbitrarios: fuerte insuficiencia del vínculo con la universidad,
falta de movilidad en la carrera del investigador, homologación
del cargo de investigador con la estabilidad del empleado público,
que reemplaza la competencia profesional por la incertidumbre
burocrática. Estas lucubraciones caprichosas concebidas
por este nuevo adelantado de la ciencia argentina apuntan a unclaro
objetivo: desmantelar el Conicet y relegarlo a la condición
de organismo residual donde seguirán revistando, no sabemos
hasta cuándo, 3640 investigadores que han realizado su cursus
honorum sometiéndose a un régimen de periódicas
y rigurosas evaluaciones de calidad de su producción y que,
por lo demás, datos fehacientes demuestran que el 74 por ciento
de ellos hace docencia de grado y posgrado en las universidades nacionales
y extranjeras. Este lamentable proceso donde la voluntad política
quiere clausurar una tradición científica ha hecho crisis
con la renuncia del presidente del Conicet, doctor Pablo Jacovkis,
funcionario designado por el presidente de la Nación. Los términos
de su dimisión desnudan la otra cara del problema, el financiamiento
del sistema científico. Más allá de los anuncios
espectaculares del licenciado Caputo, el funcionario dimitente denuncia
que, al margen de las propuestas de largo plazo, la situación
de ahogo presupuestario impide el normal funcionamiento del Conicet.
Una conclusión se impone: desde Bernardo Houssay hasta hoy,
la Argentina ha construido un sistema científico de calidad
según el diagnóstico de expertos internacionales. El
doctor Mario Bunge ha dicho con acierto que la pequeña
y sufrida comunidad científica argentina ha sido alarmada...
por un aparente golpe de timón del nuevo gobierno. Pero los
indicios de ese nuevo rumbo no aseguran que la ciencia argentina cambie
su condición de ser la cenicienta de siempre.
* Miembro del directorio del Conicet.
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