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ENTREVISTA CON ENRIQUE OTEIZA, EXPERTO EN POLITICAS CIENTIFICAS
“El tobogán del menemato no terminó”

Profesor e investigador de la UBA, Oteiza criticó el plan de reforma oficial, pero aseguró que el sistema científico está desarticulado.


Por Cecilia Sosa

t.gif (862 bytes)  –¿Cómo evalúa el conflicto que atraviesa el Conicet?
–Después de una década de destrucción constante de las capacidades, de corrupción y nepotismo, la expectativa con respecto al gobierno de la Alianza era que este tobogán del mememato terminaba. Pero no. Que las políticas destructivas continuaran era lo último que se esperaba. Por eso, ahora la comunidad científica reaccionó con gran indignación. Y es justificado. Ya en diciembre el atraso a los becarios produjo alarma, que fue seguida por la novedad de que este año no iba a haber más fondos para el Conicet. Mientras tanto, contra los reclamos de democratización, el Gobierno se mostraba casi hermético. Luego, la identificación por parte del Gobierno de los programas para promover el acceso a Internet con verdaderas políticas científicas provocaron un enojo profundo. Y, por último, las promesas de mejoría para el año entrante confrontaron con la realidad de la continuación del tobogán. Entre la realidad y los anuncios, perdieron los anuncios por muchos puntos.
–¿Qué opina de la reestructuración que impulsa el Gobierno?
–El plan tal como está planteado supone, sin decirlo, una destrucción del Conicet. La idea que subyace es reemplazarlo por un fondo que distribuya subsidios de investigación, tal como recomienda el Banco Mundial. Su destrucción implicaría la destrucción de una comunidad de investigadores que tuvo un papel histórico en la estabilidad de la ciencia argentina. El Conicet contuvo a todos los que no fueron expulsados por la dictadura. Si existe una comunidad científica, aún amputada y residual, es gracias a la carrera de investigador del Conicet. Y, si se le aplica esta reforma, se termina. Terminan la estabilidad y la identidad de los científicos. Dañar la carrera en un medio tan amputado es una imbecilidad absoluta. Lo que se necesita es una buena gestión y articular los centros de investigación con la investigación universitaria.
–¿Cómo analiza la relación actual entre el sistema científico y las universidades?
–El sistema universitario quedó pauperizado por la acción de la dictadura. Antes, el Conicet casi no tenía investigadores propios, sino que promovía la investigación universitaria. La dictadura creó más de 200 institutos en el área del Conicet como una política de castigo para las universidades, a las que siempre consideró peligrosas. Por eso, colocó recursos en ámbitos de manejo directo del Poder Ejecutivo. En 1970, el 20 por ciento de la investigación estaba en las universidades; hoy, sólo el 8 por ciento.
–¿Usted qué propone?
–Hay que lograr una rearticulación pero sin destruir el Conicet. El Conicet es una jurisdicción y la universidad tiene su autonomía. No se pueden confundir. La debilidad científica de la universidad está causada por la rebaja de sus recursos para la investigación y por la falta de una política para recuperarla. Lo que hay que hacer es articular a los miembros de la carrera de investigador del Conicet con las universidades. Pero las universidades también deben ser fortalecidas por un aumento de las partidas para investigación. Esto no se logrará destruyendo nada.
–El plan oficial contempla aumentar los recursos para los jóvenes investigadores, ¿esto resultaría efectivo?
–No. Se trata de fondos para concursos de investigación, gastos de biblioteca y equipos, y no para cargos y salarios. Y lo que les falta a los jóvenes son lugares de inserción en el sector científico. Ni la CNEA, ni el Inti, ni la universidad tienen recursos. Los jóvenes tienen formación pero no inserción laboral para seguir la carrera científica. Más importante que construir un garage donde estacionar investigadores es usar los recursos para que se inserten laboralmente. Con 3 o 4 dedicaciones simples en otras tantas universidades es imposible investigar. Son vidasdisparatadas, incompatibles con la ciencia. Sin dedicaciones exclusivas no existe la investigación. No hay escapatoria.
–¿Cuáles deberían ser las prioridades a corto plazo?
–El único sector que queda sin destruir es la propia comunidad científica. Lo más urgente es revertir el tobogán y crear un piso que permita a los científicos continuar existiendo, recuperar la confianza y la capacidad de trabajo. Para eso se requiere idoneidad, transparencia en la gestión y un presupuesto creciente, teniendo como meta el 1 por ciento del PBI.
–¿Y a mediano plazo?
—Se debería desarrollar una política de Estado para transformar las instituciones del sector, que hoy son un complejo desarticulado. Hacia afuera es necesario aprovechar y potenciar las capacidades adquiridas en muy pocos campos. Por ejemplo, el Invap de Bariloche, que vendió el reactor nuclear. En segundo lugar, aprovechar las oportunidades. Argentina fue reconocida internacionalmente como un país libre de aftosa y la burra clase dirigente, en vez de fortalecer la investigación e industrializar para producir mayor valor agregado, no hace nada. Finalmente, en lo estratégico, la investigación debería confluir con la industria, hoy casi inexistente. Habría que hacer un esfuerzo para capacitar a la gente, articulado con una estrategia de desarrollo industrial, analizando qué ramas son necesarias para levantar un sistema productivo destruido. Si se sigue con un criterio desarticulado, no se va a ningún lado.
–¿Cómo debería desarrollarse este proyecto?
–Requiere un trabajo serio con la participación de toda la comunidad científica. Los documentos hechos a puertas cerradas por un grupo de amigotes no sirven para nada.

Amenaza
“Dígale al profesor que se cuide. Le vamos a cortar las piernas.” La amenaza anónima la pronunció un hombre, ayer, a las 11.45, ante el susto de la telefonista de la Fundación Campomar. Estaba dirigida contra Luis Quesada Allué, investigador del Conicet y uno de los científicos que mayor participación tuvo en las protestas contra la reforma impulsada por el Gobierno. “Esto es muy inusual para el ambiente científico. Estamos muy conmocionados –dijo Allué a Página/12–. Los científicos lo tomaron como si fuera una intimidación contra toda la comunidad.” Allué, vicepresidente de Campomar, dijo no tener idea sobre quién puede haber realizado la amenaza. Ayer recibió la solidaridad de muchos de sus colegas, así como del Gobierno, a través de Dante Caputo.

 

Medicina violenta
La Facultad de Medicina (UBA) resolvió abrir una investigación para determinar quiénes participaron del “acto criminal y vandálico provocado el martes 11 de julio por un grupo de aproximadamente 35 individuos encapuchados y armados con palos y elementos cortantes, identificados con leyendas del grupo Venceremos y GES” (Grupo de Estudiantes Solidarios). Como informó este diario, aquella gresca terminó con varios estudiantes heridos. De hecho, la resolución del consejo directivo de Medicina –que fue aprobada por unanimidad en su última sesión– habla de “lesiones provocadas a alumnos... con total mala intención y saña”. “Esto no puede quedar impune. El nivel de inseguridad que hay en la facultad es alarmante”, se quejó el consejero directivo Efraín Benzaquén (AlianzaFranja Morada), quien sufrió golpes en todo el cuerpo y dos cortes profundos en la cabeza. Ahora, las autoridades decidieron “poner a disposición todos los recursos humanos, materiales y presupuestarios... que sean necesarios para garantizar la seguridad en el ámbito de la Facultad de Medicina”. El enfrentamiento fue el capítulo más violento de una disputa política que sostienen desde hace tiempo Franja Morada y el GES.

 

Para el tiempo libre... (si queda)
Becas. La Uces ofrece becas para periodismo, publicidad, comercio exterior, economía y contador público. En Paraguay 1401, 4815-3290.
Ingeniería. La Escuela de Graduados de Ingeniería dará desde agosto diferentes cursos de posgrado. En Paseo Colón 850, piso 3º, 43314987/0172.
Fábrica. Del 7 a 25 de agosto se pondrá en marcha la “Fabrica Audiovisual” en la Fadu (UBA). Habrá seminarios, exposiciones y proyecciones. Informes: 4789-6276/77.
Curso. El Departamento de Química Biológica (Ciencias Exactas, UBA) dará el curso “Gestión y aseguramiento de la calidad en el laboratorio de ensayos y/o calibración.” Informes: 4703-3008, [email protected].
Psi. El 4 de agosto empieza la carrera de Especialista en Psicogerontología de la Universidad Maimónides. En Hidalgo 775, 7º piso, 4982-8488.

 

OPINION

Por Armando Raúl Bazán *

¿La tradición de Houssay o el plan de Caputo?

La falta de continuidad en las políticas del Estado representa uno de los graves males argentinos. Existe una tendencia revisionista según la cual cada gobierno quiere aplicar sus propias recetas, descalificando el pasado y proponiendo cambios coyunturales no bien meditados. Este diagnóstico histórico, fundamentado en datos objetivos, tiene especial pertinencia respecto de la política científica. Así ha ocurrido en el campo de la energía nuclear, donde nuestro país había logrado un excelente posicionamiento en el concierto mundial. Hoy la amenaza de achicamiento se cierne sobre el Conicet, institución creada por decreto-ley nº 1292/58 según la propuesta del doctor Bernardo Houssay, premio Nobel.
Durante 40 años esta institución ha desarrollado una gestión encomiable a pesar de las azarosas circunstancias que perturbaron la vida política argentina. Esta no es una afirmación ufanista ni complaciente. Se apoya en el dictamen de una comisión internacional de evaluación convocada el año pasado por el actual directorio del organismo. Comisión que, por cierto, señaló, también, deficiencias y debilidades en el funcionamiento del Conicet, originadas mayormente en la falta de adecuado financiamiento y también en un problema estructural, la excesiva concentración metropolitana.
El decreto nº 1661/96 resolvió reestructurar el organismo comenzando por la composición de su órgano de conducción. Sus miembros fueron elegidos democráticamente por la comunidad científica o propuestos por organismos oficiales y privados vinculados a la ciencia y la tecnología. También se reformuló el sistema de evaluación de la producción científica, ingresos a la carrera y otorgamiento de becas de posgrado y posdoctorales. El rigor de esas evaluaciones se ha acentuado mediante la creación de cuatro instancias: asesoramiento de pares, comisiones ad hoc de especialistas, comisiones de grandes áreas y junta de calificación y promoción.
Asimismo, un dictamen elaborado por especialistas nacionales y extranjeros, referido a los institutos dependientes del organismo, resulta elocuente sobre la calidad de la ciencia que produce el Conicet, tanto en la formación de recursos humanos como en el nivel de sus publicaciones y en orden a la cooperación internacional. Hoy están sonando nuevos vientos en materia de política científica. “Nuevo poder, nuevo saber.” El titular de la secretaría del ramo, Dante Caputo, comenzó su gestión modificando el nombre de la misma, que pasó a denominarse Secretaría de Tecnología, Ciencia e Innovación Productiva. El cambio manifestó la intencionalidad de privilegiar la tecnología en desmedro de la ciencia básica, verdadero fundamento de todo desarrollo tecnológico innovador, como lo ha señalado el doctor Milstein, premio Nobel, en su última visita a nuestro país. Eso fue sólo el comienzo de una escalada política conducente a la “reestructuración” del sistema científico. Prescindiendo de la necesaria consulta a la comunidad científica, ignorando al directorio del Conicet, integrado democráticamente por representantes genuinos del saber científico, el licenciado Caputo, ejercitando las ínfulas del poder, se propone corregir las falencias que advierte en el sistema mediante un “Programa para el financiamiento y organización del sistema de ciencia y técnica”. Los argumentos que lo sustentan son falaces y arbitrarios: fuerte insuficiencia del vínculo con la universidad, falta de movilidad en la carrera del investigador, homologación del cargo de investigador con la estabilidad del empleado público, que reemplaza la competencia profesional por la “incertidumbre burocrática”. Estas lucubraciones caprichosas concebidas por este nuevo adelantado de la ciencia argentina apuntan a unclaro objetivo: desmantelar el Conicet y relegarlo a la condición de organismo residual donde seguirán revistando, no sabemos hasta cuándo, 3640 investigadores que han realizado su cursus honorum sometiéndose a un régimen de periódicas y rigurosas evaluaciones de calidad de su producción y que, por lo demás, datos fehacientes demuestran que el 74 por ciento de ellos hace docencia de grado y posgrado en las universidades nacionales y extranjeras. Este lamentable proceso donde la voluntad política quiere clausurar una tradición científica ha hecho crisis con la renuncia del presidente del Conicet, doctor Pablo Jacovkis, funcionario designado por el presidente de la Nación. Los términos de su dimisión desnudan la otra cara del problema, el financiamiento del sistema científico. Más allá de los anuncios espectaculares del licenciado Caputo, el funcionario dimitente denuncia que, al margen de las propuestas de largo plazo, la situación de ahogo presupuestario impide el normal funcionamiento del Conicet. Una conclusión se impone: desde Bernardo Houssay hasta hoy, la Argentina ha construido un sistema científico de calidad según el diagnóstico de expertos internacionales. El doctor Mario Bunge ha dicho con acierto que “la pequeña y sufrida comunidad científica argentina ha sido alarmada... por un aparente golpe de timón del nuevo gobierno. Pero los indicios de ese nuevo rumbo no aseguran que la ciencia argentina cambie su condición de ser ‘la cenicienta de siempre”.

* Miembro del directorio del Conicet.

 

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