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La Oficina Anticorrupción quiere
el informe de Barra sobre la UBA

La Auditoría General de la Nación, comandada por el menemista
Rodolfo Barra, hizo una crítica evaluación sobre la administración
Shuberoff. La OA quiere el informe. Podría abrirse una causa.

El ultramenemista Rodolfo Barra, titular de la AGN, cargó contra la administración de la UBA. En la Oficina Anticorrupción quieren el informe de la Auditoría que habla de muchas irregularidades. 

Por Irina Hauser 

t.gif (862 bytes) La Oficina Anticorrupción (OA) le pidió ayer a la Auditoría General de la Nación (AGN), el órgano de control externo del Estado que conduce el menemista Rodolfo Barra, que le envíe un informe que señala irregularidades en el manejo presupuestario y en las designaciones de personal de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Los investigadores del área, que conocen bien los cuestionamientos administrativos que la casa de altos estudios acumula desde que el radical Oscar Shuberoff asumió hace 14 años como rector, podrían abrir un expediente si evalúan que la gravedad de las acusaciones lo ameritan. De paso, el Gobierno podría tener una oportunidad para quitarle un argumento político al menemismo. 
El oficio de la OA lleva la firma del titular del área de investigaciones, Manuel Garrido, y ante trascendidos periodísticos referidos al reporte sobre la UBA le pide a la AGN que cumpla con su obligación de remitirle los resultados de sus auditorías. Una de las acusaciones más graves contra la universidad que figuran en el documento es que su �sistema de información contable no presenta un razonable grado de confiabilidad�, lo que podría haber facilitado desvíos de fondos. Otra observación es que �la falta de regularización de algunos aspectos� que ya habían sido señalados en una auditoría hecha en 1995 como, por ejemplo, infracciones en las contrataciones y excesiva acumulación de cargos por empleado, �puede haber significado un importante perjuicio fiscal�. 
En la OA, que dirige José Massoni, nadie descarta profundizar la pesquisa. Lo cierto es que, aunque la UBA es un reducto radical, queda claro que las históricas críticas a sus manejos financieros no sólo 
han vulnerado a Shuberoff y abortado sus aspiraciones políticas (tales como ser jefe de Gobierno porteño) sino que además están en franca contradicción con las políticas de transparencia que pregona el Gobierno. A esta altura, nadie se pelea por defender al rector, más bien todo lo contrario. 
Dos allegados a la minoría aliancista del Colegio de Auditores de la AGN creen que como �el menemismo siempre le pegó a Shuberoff sin recibir objeciones, ahora Barra quiere usar esta auditoría para quedar bien parado, es muy fácil�, según plantearon a Página/12. También evaluaron que �el informe estaría técnicamente bien hecho�. 
La auditoría sobre la UBA estuvo a cargo de una comisión encabezada por Raúl Durán Sabas, un hombre del riñón de Eduardo Menem. El informe, que debe ser discutido por todos los auditores, dice que la UBA recibe un presupuesto anual cercano a los 300 millones de pesos, pero reporta gastos por más de 400 millones, de manera que �señala� algo más de 100 millones carecen de control. Lo mismo ocurriría con las partidas correspondientes a los aportes patronales (que llegarían a dos millones de pesos) que la universidad no paga desde que en 1998 hizo juicio al Estado en reclamo del régimen de reducción de aportes. El dinero va a parar a un fondo de emergencia y podría tener un destino incierto. 
Otra de las objeciones se refiere a la realización de contrataciones directas, sin los procesos de selección correspondientes. Algunas, inclusive, se aprobaron en �forma retroactiva�. A todo esto se agrega que cada agente contratado por la UBA acumula un promedio de 4 cargos, muchos de ellos superan la carga horaria permitida y existen nombramientos de personas con cargo de profesor que no acreditan tener primaria completa. Entre sus recomendaciones, la AGN le sugiere a la UBA que lleve un prolijo registro de sus gastos y su recaudación. 

 

 

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Por Mario Albornoz

Del culebrón al debate responsable

Página/12 utilizó ayer el término �culebrón� para referirse a la polémica instalada en los medios acerca del Conicet y el destino de la ciencia en Argentina. El término debería hacernos reflexionar. La idea de culebrón implica una cuota de grotesco y una exagerada distancia con respecto a la realidad. Ambos rasgos �tiene razón Página/12� caracterizan el nivel actual del enfrentamiento. En algún punto se han perdido drásticamente el sentido de la realidad y del ridículo.
El culebrón comienza cuando el verdadero debate es reemplazado por juegos de palabras y cuando la deslegitimación personal reemplaza a los argumentos. Por ejemplo, cuando el secretario Dante Caputo hace público un mensaje privado que le enviara el ex presidente del Conicet Pablo Jacovkis, no intenta contribuir al debate sobre la ciencia, sino que intenta grotescamente personalizar los términos del problema y ensuciar a su adversario. Sin embargo, lo que hubiera opinado Jacovkis no es el problema que está en juego. El problema es saber por qué hasta ahora no hay una política científica.
El peligro de los debates mediáticos es que uno comienza alegrándose de que por fin un problema (en este caso el de la ciencia) se expone ante la opinión pública, pero gradualmente termina rindiéndose antes las reglas del juego del espectáculo. El circo mediático construye su propia verdad. Mediante un malabarismo, es posible festejar hoy los grandes aumentos que en el futuro dedicaremos a la ciencia, escamoteando el recorte que se está produciendo en el presente. Por arte de magia se puede cambiar el nombre a la secretaría invirtiendo el orden de los términos, y hacer creer que eso es una política tecnológica. Por prestidigitación se puede afirmar hoy que la única prioridad es internet y mañana afirmar todo lo contrario. Donde dije algo, digo Diego.
La realidad es que todavía no se sabe qué quiere hacer Caputo con la ciencia. Ningún artificio mediático puede ocultar el hecho de que en siete meses la secretaría no ha aportado una sola idea. Esto a lo que ahora llaman �plan� no es un plan: no tiene las condiciones mínimas para ser considerado como tal. Es apenas un conjunto de medidas burocráticas, probablemente elaboradas por un aprendiz ya que, aún en el plano burocrático, deja muchas preguntas elementales sin respuesta. Pero el grotesco mayor es el argumento esgrimido por Caputo, en el sentido de que primero hay que conseguir el dinero y recién después pensar en qué usarlo. Nadie en su sano juicio puede asignar recursos con tal procedimiento, sin saber qué se quiere hacer. Del mismo modo, la ciencia en la universidad constituye un problema real a resolver, al igual que la calidad de la educación. Pero este problema es convertido en grotesco por los dirigentes estudiantiles que arropan al nuevo presidente del Conicet y festejan la conquista de un nuevo espacio de poder.
También los investigadores tenemos que reflexionar sobre el culebrón. Resistir este �plan� no puede implicar entonar loas indiscriminadas a un organismo como el Conicet, que todos sabemos que debe cambiar mucho y rápidamente. Ni los científicos ni los políticos actuando como corporación pueden encontrar la solución al problema de la ciencia argentina. Es necesario construir un escenario nuevo de discusión racional y mutuo respeto. Respeto, sí, para que la sociedad considere que éste es un problema respetable.

 

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