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BRASIL LE GANO 3-1 EN SAN PABLO, PROVOCANDOLE LA PRIMERA DERROTA 
A Argentina le rompieron el invicto

La caída del equipo argentino estaba dentro de lo previsible, pero preocupó la endeblez de la defensa, responsable en los tres goles del rival. Falló el pressing y no hubo respuestas individuales.

Ronaldinho se le escapa a Ayala, que se cae al piso, durante el primer tiempo.
La foto es la síntesis del partido: los defensores argentinos tuvieron muchos problemas para parar rivales.
 


t.gif (862 bytes) La Argentina perdió su primer partido de las Eliminatorias del Mundial 2002 al caer, con justicia, 3-1 ante Brasil en San Pablo. Dos golpes de nocaut, dos goles a los cinco minutos del primer y segundo tiempo, resultaron sendos mazazos para la moral de un equipo que vio como el rival hacía trizas su arma preferida, el pressing, manejando la pelota y los tiempos a favor de las prematuras ventajas. Al partido le sobró la última media hora, pero no habrá que escandalizarse: aunque al equipo nacional le convirtieron anoche más goles que en los cinco partidos anteriores, y ninguno con pelota parada, una derrota estaba dentro de lo previsible. A la Argentina le dieron, en el arranque, un trago de su propia medicina: presión y presión. Brasil lo apretó contra Bonano, primero con una entrada de Evanilson para Rivaldo, luego con un pase de Roberto Carlos en profundidad para Alex. Los puntas de Brasil sacaban del área a los defensores argentinos y los desorientaban.
Semejante asfixia desembocó rápidamente en la apertura del marcador: Alex cabeceó solo en la derecha, cruzado al segundo palo de Bonano, mientras los tres defensores estaban parados en un metro cuadrado, marcándose entre ellos. El centro había llegado tras una falla de la defensa en rechazar en el área. 
Argentina reaccionó con una proyección de Sensini, cuya habilitación a Crespo fue cerrada, y un remate del Piojo López desde dentro del área que se fue arriba. Al rato, Ortega se perdió el empate en un corner, al cabecear mal cuando Dida había salido muy mal. A los 15, el equipo de Bielsa ya había equilibrado el trámite, fundamentalmente gracias al trabajo de Ortega. 
Se hizo de ida y vuelta. Una combinación Rivaldo-Ronaldinho a los 20, tras una pelota que regaló Sensini, fue respondida por un cabezazo de Ayala a los 22. Sólo que las imprecisiones en velocidad de la Argentina favorecían la recuperación de pelota de los brasileños que, con toques cortos, merodeaban el área, o con entradas como la de Ze Roberto a los 30, frenado por Simeone cerca del área chica. 
Crespo respondió con una chilena fuera del área que se fue cerca, y López no pudo pasarla por arriba de Dida un minuto más tarde. Ortega no se animó a pegarle de media distancia a los 35, pero Argentina sumaba más llegadas que el local y merecía a esa altura el empate. La lesión de Zanetti obligó al cambio por Almeyda.
Sobre el final, Bonano le salvó un mano a mano a Vampeta, que había arrancado en velocidad, mostrando las dificultades de los centrales para reaccionar ante la velocidad de los brasileños. A los 45 lo padecieron una vez más. Una entrada en profundidad por el centro derivó en un remate de fuera del área de Alex, Bonano dio rebote al medio del área y Vampeta la empujó al 2-0.
Parecía el final, pero en la réplica, Verón armó una jugada cediendo a Crespo, quien habilitó de media vuelta al ingresado Almeyda. Este sacó un zurdazo que se clavó en el ángulo de Dida, con la idea de plantear otro partido para el segundo tiempo. Un 2-0 en el vestuario habría sido lapidario para el equipo nacional.
Verón arrancó el período algo más sustanciado con la pelota y con su papel de organizador del equipo. Con ese espíritu renovado, a los 48,Ortega sacó un centro desde la izquierda, que Crespo, anticipándose a Dida, tocó y la pelota se perdió fuera.
Pero cuando el empate parecía tan cercano, otro error de la defensa facilitó el tercer gol brasileño, a los 50: Bonano no pudo descolgar un centro, que recogió Ronaldinho en la izquierda. El atacante cedió a Vampeta �el mejor brasileño del partido�, que entraba por el medio, filtrándose entre la estática defensa argentina y ante la marca de Ayala sacó un derechazo cruzado que se metió en el segundo palo.
El 3-1 pareció sepultar las aspiraciones argentinas de sacar un buen resultado del Morumbí, especialmente cuando dos minutos después, a los 52, Roberto Carlos remató un furioso tiro libre que Bonano rechazó al medio, y sólo la intervención oportuna de Samuel sacó al corner.
Un tiro libre de Verón pegó en la barrera y cayó bombeado sobre el segundo palo de Dida, apenas desviado. Almeyda desperdició una buena combinación apurándose para tirar el centro. La precisión en velocidad, que tan buenos resultados le dio a la Argentina en otros partidos, era impracticable anoche y en la medida en que no se juntaban los tocadores (Verón, Ortega), no había manera de retomar el control del partido. 
López no pudo desequilibrar la marca de Antonio Carlos en un buen contragolpe, y Verón sacó un disparo de fuera del área. Argentina podía llegar más a Dida, pero las de Brasil eran estocadas más filosas y claras: Samuel le sacó el cuarto a Rivaldo, tras una corrida de 30 metros. Roberto Carlos comandó un contragolpe que él mismo terminó desperdiciando. Verón se había vuelto a apagar; el Kili González corrió mucho y no jugó nada; Ortega perdió rendimiento y Crespo no intervenía en el partido. 
A 20 minutos del final, el partido estaba liquidado. La Argentina ya no tenía fuerzas ni ideas, y Brasil jugaba liviano, con cambios conservadores, con la comodidad del resultado. Marques estrelló un remate en un palo y Bonano salvó el gol.

 

 

1 x 1

Argentina: Ortega, Sensini y el reaparecido Almeyda resultaron las mejores figuras. 
Bonano: Tuvo su peor partido no sólo en el seleccionado sino en mucho tiempo. Fue responsable directo del segundo gol brasileño. Antes le había tapado un mano a mano a Vampeta, en su mejor acción. Ayala: Anduvo muy desorientado en el primer gol brasileño. Por lo demás, alternó buenas con otras no tanto y terminó desdibujado. Sensini: El mejor y el más parejo de la defensa. Gran primer tiempo, con coraje, autoridad y esta vez atreviéndose a pasar al ataque. Luego su producción mermó. Samuel: Sigue sin aparecer ese enorme defensor que no hace tanto atrás fuera. Muy intermitente y otra vez se excedió en el pelotazo. Zanetti: Un primer cuarto de hora magnífico. Luego bajó el nivel y se tuvo que ir lesionado a los 38 minutos de juego. Veron: Le faltó compromiso de acuerdo a la trascendencia de un superclásico. Además, casi nunca acertó en el manejo de la pelota. Su segundo partido consecutivo intrascendente. Simeone: Otro que tuvo el partido más flojo de las eliminatorias. Mucho temperamento, pero casi nada de precisión y claridad. González: Similar concepto al del Cholo. Muy embarullado lo suyo. Ortega: Imparable en el primer tiempo, después se cansó y dejó de gravitar. De todos modos, pidió siempre la pelota, trató de encarar y de desequilibrar en cualquier circunstancia. Crespo: Voluntarioso pero carente de gol, su fuerte. Algunas jugadas las resolvió bien, otras con mucha torpeza. López: En nada se pareció al explosivo Piojo de los últimos partidos. Casi ni se lo vio. Almeyda: Ni bien entró marcó un golazo que puso al equipo a tiro del empate. El resto fue despliegue, bastante rudeza y escasa lucidez.

Brasil: El polifuncional mediocampista Vampeta deslumbró con una combinación de técnica, dinámica y contundencia ofensiva, para transformarse en la figura excluyente del superclásico sudamericano. Dida: Tuvo poco trabajo, pero cuando se lo requirió, respondió con solvencia. Evanilson: Soberbio atrás y muy peligroso en su presencia ofensiva. Antonio Carlos: Gran arranque de partido, luego se dispersó y perdió las marcas. Igual terminó bien. Roque Junior: Lento, pesado y rústico. Un problema en el fondo de Brasil. Roberto Carlos: No deslumbró, pero terminó cumpliendo con creces. Vampeta: Impresionante. dos golazos, personalidad, imponente despliegue. Casi perfecto. Emerson: No luce pero rinde en la mitad de la cancha. Ze Roberto: Complicó mucho por izquierda. Es fundamental en el esquema de este Brasil. Rivaldo: Intermitente, algo contenido, pero mostrando la calidad de siempre cuando tomó contacto con la pelota. Alex: Un comienzo fenomenal, pintaba para gran figura, de a poco retrocedió demasiado y ya no pudo desequilibrar. Ronaldinho: Peligroso, como siempre, pero discontinuo, como casi siempre. En suma, irregular.

 

 

fuera de juego

Alrededor de 4600 hinchas argentinos ocuparon el sector rojo inferior del estadio Morumbí para brindar su apoyo al seleccionado argentino. Los simpatizantes albicelestes colmaron el espacio otorgado por los organizadores para la parcialidad visitante y se ubicaron en el sitio �vermelho� (rojo), a diferencia del �amarelho� (amarillo) que coparon los hinchas de Boca en la segunda final de la Copa Libertadores de América frente al Palmeiras. Ataviados con gorros celestes y blancos y portando banderas con inscripciones identificatorias de las distintas barriadas que habitan �se pudo divisar a gente de Floresta, Misiones, Claypole y Gualeguaychú, entre otros�, los hinchas argentinos ingresaron a la cancha por el portón 18.

La previa del encuentro estuvo amenizada por una parte de la �scola� de samba Vai-Vai, una de las más populares del carnaval paulista.

El plantel argentino salió a reconocer el estadio minutos antes de las 20 y recibió �como �saludo�� una estruendosa silbatina de parte de la �torcida�. Apenas fueron divisadas por los parciales brasileños las siluetas de Diego Simeone, Juan Sebastián Verón y otros, la multitud empezó a corear �Teaminho, teaminho� (cuya traducción aproximada sería la de �equipito�) para intentar desmoralizar a los dirigidos por Marcelo Bielsa.

El centrocampista brasileño José Roberto da Silva Júnior �Zé Roberto� tiene la impresión de que los futbolistas argentinos aprenden a �pisar, escupir y dar codazos� desde la escuela. �La maña es parte del estilo de ellos. No hay cómo explicarla. Creo que ellos aprenden todo eso en la escuela�, declaró el jugador del Bayern Leverkusen alemán. �Pisan, escupen y dan codazos. Todo lo que usted pueda imaginar, ellos lo hacen�, añadió.

El seleccionado nacional regresó a la Argentina inmediatamente después de la derrota, en un vuelo chárter de LADE, que llegaba a Buenos Aires a las 4.30 de hoy. El único que no regresaba era Juan Pablo Sorín, que juega en el Cruzeiro de Belo Horizonte.

Ronaldo, quien juega en el Inter de Italia y se encuentra lesionado en la rodilla derecha, visitó ayer a sus compañeros del seleccionado en el hotel céntrico en el que estaban concentrados.

El operativo policial afectó a 460 efectivos, de los cuales 400 pertenecen al segundo batallón de choque de la policía militar brasileña, mientras que los restantes 60 fueron guardias municipales y privados.

Con la casi segura ausencia del lesionado delantero de la Roma de Italia, Gabriel Batistuta, como dato saliente, el director técnico del seleccionado argentino Marcelo Bielsa difundirá el próximo miércoles 2 de agosto la lista de convocados para el partido ante Paraguay, correspondiente a la séptima fecha de las eliminatorias.

 

 

opinion
Por Carlos Polimeni

Haber estado ahí...

Dos imágenes de mis primeros años de jugador de fútbol, cuando nada me importaba más que serlo.
Una noche de verano de 1964 jugaba una final de un campeonato interno de papi fútbol, en el club Andes Talleres de Mendoza. Tenía cinco años y un padre profesor de Filosofía que me llevaba a la cancha todos los sábados y domingos. Yo jugaba como una prolongación natural del existir, no como si hacerlo fuese algo excepcional. El partido era el preliminar de uno entre juveniles. En el entretiempo de aquel partido �que mi equipo ganó dos a uno� vi a uno de aquellos juveniles, que para mí era un hombre, llamando por teléfono a su padre. �Hoy juego de titular, viejo�, le decía aquel chico a su papá, con los ojos llenos de lágrimas. Durante muchos años no entendí del todo su emoción.
Una tarde del otoño de 1977, al final de una temporada caótica para mi club, debuté en primera división. El entrenador era una gloria del fútbol de entonces, Raúl �El Víctor� Legrotaglie, que me puso de titular sin siquiera conocerme, por referencias. Cuando salí del vestuario visitante para espiar si había gente en las tribunas vi que un jugador, que como yo venía de las inferiores de aquel club y que también debutaba en primera ese día, rezaba en silencio, arrodillado contra el primer peldaño de la escalera de cemento que daba a la cancha. �Qué cagazo...�, le dije, haciéndome el canchero. �No, qué cagazo ni cagazo...�, me contestó. �Estoy agradeciéndole a Dios mi primer partido en primera.�
Había archivado estas imágenes hasta que hace un tiempo leí una entrevista de Diego Bonadeo a Angel Cappa, publicada en Líbero. Ese día jugaban Independiente y Racing. Cappa decía que debía tener mucha suerte en la vida si el destino le otorgaba la posibilidad de jugar un clásico a tribuna llena, en una cancha argentina, frente a un equipo dirigido por un amigo (César Luis Menotti) con la certeza de que, además... le pagaban por eso. Cappa decía con naturalidad lo que los profesionales suelen no decir en público: que hubiesen hecho gratis aquello por lo que les pagan fortunas. Que te paguen por jugar al fútbol es algo tan poderosamente increíble como que te paguen por hacer el amor. (No confundir con la venta de sexo.)
El jugador de fútbol que todavía hay en mí, ése al que se le llenan los ojos de lágrimas mirando los ya viejos goles de Diego, se pregunta si tendrán conciencia los muchachos de Argentina y Brasil de la oportunidad que el fútbol les dio anoche. Incluso, si jugaron agradecidos al destino de haber podido estar allí, ellos que se codean en la cima de una pirámide cuya base está integrada por millones que pagarían fortunas por poder cumplir con el sueño de pisar una vez el verde césped vistiendo la camiseta de un seleccionado campeón mundial. Si el dinero, la televisión y la presión no los anestesiaron, los muchachos de anoche podrán contarle un día a sus nietos: �Una vez, en el año 2000, yo jugué el partido que todos hubiesen querido jugar�. Si no pueden, porque para ellos éste fue un partido más, una plata ganada, un camino hacia otra plata por ganar, pobres de ellos. Pobres jugadores ricos. 

 

 

opinion
Por Diego Bonadeo

El DT conservó el laburo

Hasta dónde resulta significativo que el técnico brasileño haya dispuesto, desde la teoría de los papelitos o de los pizarrones con fichas magnéticas, que su equipo arranque el partido contra el seleccionado argentino con un solo delantero neto, que supuestamente sería Ronaldinho?
Algunos lo leyeron con ligereza como una señal de temor o precaución, dadas las performances inmediatas de argentinos y brasileños, con nuestro equipo consolidado y convencido y con los brasileños atosigados de dudas y presiones. Pero una vez más la cuestión es: si realmente se trata de un solo delantero de punta y, además, qué características tiene. Por otra parte se debe considerar si los demás �en especial Rivaldo o Alex� no pueden llegar a ser tanto o más ofensivos como quienes desde el banco de suplentes o desde la tribuna del Morumbí o desde sus casas frente al televisor son considerados convencionalmente hombres-gol para el fútbol de Brasil. Y así, tal como se suponía, Brasil no tuvo un solo delantero de punta. Podría bien decirse que no tuvo ninguno y simultáneamente tuvo a varios �llegadores� que alternativamente fueron los propios Ronaldinho, Rivaldo y Alex, más de a ratos Ze Roberto �siempre buscando la gambeta hacia adelante, casi nunca �calesiteando��y Vampeta, que marcó el segundo después de una jugada de lujo y rebote de Bonano mediante, y poco antes del descuento convencido y atrevido del Pelado Almeyda.
El equipo argentino mantenía, a lo largo del desarrollo, una �actitud� que se iba devaluando porque la �aptitud� no era la habitual. Desde los desatinados pelotazos de Ayala cada vez que recibía la pelota redonda y jugable se hacía difícil que los demás, casi siempre obligados a recuperar la pelota entregada graciosamente al contrario pudieran reordenar y volver a empezar. Pero tampoco ayudaron demasiado ni Zanetti, ni Verón, ni el Kili González. Y así, todo o casi todo recayó sobre Ortega, que en varios pasajes del primer tiempo provocó desaires, desconciertos e infracciones.
Cuando a los cinco minutos del segundo tiempo Vampeta puso el 3-1, el partido que pareció podía ser otro volvió a ser el mismo. Pero más aburrido. Por impotencia del seleccionado argentino y porque Brasil apostó mucho más a la sensatez de la pelota dominada con �oles� y �tiqui-tiqui� y menos cambios de ritmo. Casi todo alrededor de Vampeta y Emerson y con poca participación de Rivaldo.
La entrada promediando el primer tiempo de Almeyda, por lesión de Zanetti, no resintió al equipo argentino, pero fue otra vez pobre lo de Verón y ni a Sorín ni a Gustavo López �los otros refrescos� les alcanzó el tiempo para marcar diferencias en el caso de que hubieran podido hacerlo. Y Luxemburgo conservó su laburo, como si el técnico brasileño hubiera jugado bien.

 

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