Por Diego Fischerman
El jazz empezó como improvisaciones colectivas alrededor de canciones populares y religiosas. Siguió el swing, ligado a las grandes orquestas comerciales, y el Bop, con un material hecho de canciones mucho más elaboradas armónicamente �las de las comedias musicales� y con improvisaciones sobre estructuras acórdicas y rítmicas cada vez más complejas. Luego, con el Free, se abandonó toda estructura acórdica fija. Ya no se improvisaba sobre canciones ni sobre acordes sino, obviamente, de manera libre. Unos cien años después del origen del género todas las líneas �o casi todas y en su versión actual� coexisten.
Están los boppers y están los que cultivan el Free. Están los que opinan que el jazz, con el Bop, perdió no sólo la alegría sino aquello que le era esencial. Están los que sostienen que el jazz anterior al Bop es, además de espantosamente primitivo y anacrónico, un refugio para aficionados (dado que no es demasiado exigente técnicamente). Los que decidieron abrir la puerta a otros lenguajes y los puristas. Los que no dejan de mirar hacia atrás y hacen magníficamente los estilos de fines de los �50 y principios de los �60, y los que se piensan a sí mismos como creadores.
El legendario pianista Mischa Mengelberg y el notable trompetista Dave Douglas (la gran revelación de los últimos años) pertenecen, es claro, a esta última clase. Y como para ratificar su espíritu de aventura tocarán mañana a las 21 en Buenos Aires. Luego de haber estado el martes en el programa radial �Tribulaciones� y de tocar hoy en Córdoba, se presentarán en La Trastienda (Balcarce 460). Lo interesante es que este dúo -conformado por el pianista que tocó con Dolphy en su último concierto y que se convirtió en compañero de ruta de Steve Lacy, de Willem Breuker y de Han Bennick, y por el trompetista que durante el 2000 fue elegido por las revistas especializadas Down Beat y Jazztimes como �músico del año�� se acaba de formar. Luego seguirán de gira por Europa y posiblemente graben su primer disco como dúo. Algo nada improbable si se tiene en cuenta el nivel de actividad de Douglas, quien mantiene un promedio de grabaciones anuales digno de un libro de records.
Con apenas siete años de carrera discográfica, Douglas, además de haber tocado en discos notables como Point in Time de Fred Hersch, con John Zorn y el grupo Masada, con Anthony Braxton o con Michael Formanek, lleva ya catorce CD�s como líder. De ellos, hay por lo menos cuatro que pueden considerarse sin problema entre los mejores álbumes de jazz de los últimos tiempos: Moving Portrait, con el genial pianista Bill Carrothers, James Genus en contrabajo y Billy Hart en batería (editado por DIW), los dos para el sello Winter & Winter, Charms of The Night Sky, con un cuarteto que incluye acordeón y violín, y Songs for Wandering Souls, el último con el Tiny Bell Trio �con Brad Shepik en guitarra y Jim Black en batería� y Leap of Faith (en el sello Arabesque y con Chris Potter en saxo). La técnica deslumbrante, en todo caso, es apenas el punto de partida para este trompetista nacido en Nueva Jersey en 1963 y capaz de sorprender con un estilo propio y distintivo en un momento en que el jazz norteamericano parece ensimismado en su propio ombligo (y en su propio pasado). No por nada Douglas fue considerado por la revista Jazzman, editada por Le Monde de la Musique como �el más europeo de los músicos norteamericanos�, lo que lo acerca bastante a Mengelberg, nacido en Kiev, residente en Holanda y dedicado, como buen iconoclasta, a negar que exista �algo que pueda llamarse jazz europeo�.
�MADAMA BUTTERFLY� DE PUCCINI VUELVE AL COLON
Un melodrama japonés en italiano
Una geisha enamorada de un yanqui. Un italiano que inventó la música de cine cuando el cine todavía no existía. Un género en el que, a la manera de Murphy, todo lo que puede terminar mal debe terminar mal. Una ópera que llevó la necesidad de exotismo hasta Oriente. Madama Butterfly, una de las mejores expresiones �y de las que lleva hasta sus últimas consecuencias las reglas internas que la sostienen� del melodrama italiano, vuelve mañana a las 20.30 al Teatro Colón. Con puesta de Daniel Suárez Marzal y dirección musical de Reinaldo Censabella, el elenco estará encabezado por Susan Bullock en el papel de Cio-Cio San, Marcus Haddock como Pinkerton, Luis Gaeta como Sharpless y Alejandra Malvino como Suzuki. Un total de siete funciones (dos de ellas fuera de abono) permitirá, además del acceso de un público amplio, la conformación de un segundo elenco totalmente argentino.
El escenógrafo Milan David, la vestuarista Mimí Zuccheri y el iluminador Jorge Pastorino completan el equipo técnico de esta puesta que subirá a escena, además de mañana, el sábado 29, el domingo 30, el martes 1º de agosto, el miércoles 2, el jueves 3 y el sábado 5. Todas las funciones serán a las 20.30 excepto la del domingo, prevista para las 17. El elenco alternativo, conformado por Patricia Gutiérrez, Oscar Imhoff, Gustavo Gibert, Alicia Cecotti y Luciano Garay (que alternará con Omar Carrión el papel de Príncipe Yamadori), cantará en las funciones extraordinarias del 29 y del 2. En todos los casos participarán la Orquesta y Coro Estable (que conduce Vittorio Sicuri) del Teatro Colón. Estrenada en la Scala de Milán el 17 de febrero de 1904, Madama Butterfly es la séptima ópera más representada en el Colón, alcanzando hasta el momento 152 funciones desde su estreno porteño en la primera temporada de esta sala (en 1908) hasta 1994, en que fue representada por última vez. La versión que se verá en esta ocasión, en tres actos, fue estrenada poco después que la original, el 28 de mayo de 1904, con la dirección de Arturo Toscanini. El libreto pertenece a Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, los mismos que escribieron Tosca.
Adiós a un músico de
jazz
Ser músico de jazz, en la Argentina, implica una pregunta: ¿Se es un músico argentino que hace jazz o se es un músico que hace jazz argentino? El pianista Baby López Furst, uno de los instrumentistas más finos, más sutiles a la hora de elaborar un solo y más perfectos en el momento de diseñar una idea musical, resolvía la ecuación de una manera sencilla: con talento y originalidad. Y si el jazz, como decía Ellington, no es una música sino �una manera de hacer música�, la manera de López Furst era indudablemente argentina.
Con una carrera ejemplar, querido por sus amigos y admirado por sus colegas, Baby López Furst murió anteanoche. En algún sentido eligió el final. El sábado a la noche estaba tocando. Y el derrame cerebral del que ya no se recuperaría lo sorprendió mientras tocaba. Estaba en el escenario de Opera Prima, el mismo que compartía desde hace cinco años con Jorge Navarro, y en un espectáculo que se llamaba, con precisión, Jazz en Buenas Manos (también el título del reciente segundo CD del dúo). Y el jazz perdió dos de sus mejores manos. Quienes lo escucharon en las infinitas zapadas en Jazz & Pop, en La Oreja, en Oliverio; quienes lo recuerdan acompañando la memorable actuación del guitarrista Jim Hall en Buenos Aires; quienes seguirán disfrutando con Dúo y con Jazz en Buenas Manos, los dos CD�s del dúo con Navarro (algo así como el yin y el yang del piano jazzístico), lo saben. En un género en el que abundan los exhibicionismos, las demagogias y los distractores fuegos artificiales, Baby López Furst fue otra cosa. Fue un músico profundo. Fue un músico de jazz argentino.
|