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�LA FLAUTA MAGICA�, POR LA COMPAÑIA CLUN
Amadeus, para bajitos

Un bosque encantado, duendes, hadas, brujas y princesas en una fábula ¿infantil? musicalizada por Mozart y adaptada al gusto de los chicos de hoy por Martín Joab, Marcelo Katz y Eduardo Rovner.

El espectáculo de la Compañía Clun es ideal para mayores de cinco.
La obra va de miércoles a domingos, en el auditorio del C.C. Recoleta.


Por Inés Tenewicki

t.gif (862 bytes) Mientras un público de todas las edades busca su lugar en las plateas, suena la obertura de La flauta mágica, la ópera de Amadeus Mozart estrenada en Viena en 1791 y adaptada en esta oportunidad por la Compañía Clun en el Auditorio del Centro Cultural Recoleta. Así, desde el comienzo, se anticipa un espectáculo gobernado por los ritmos de una partitura célebre. Se trata de una propuesta inteligente y con humor, que aprovecha muy bien el aparente formato infantil del original, poblado de bosques encantados, duendes, hadas, brujas, princesas y todos los personajes capaces de habitar el imaginario de los chicos. Un programa ideal, está claro, para el final de estas vacaciones de invierno. 
Parece necesario señalar que el libreto original escondía, bajo la forma de fábula mágica, un mensaje más o menos cifrado, para nada infantil. Mozart exponía veladamente en esta obra, subrayan los estudiosos, una serie de ideas emergente de la iluminación vienesa. Una de esas ideas es que el amor y no Dios es el vehículo capaz de llevar al hombre hacia la sabiduría y la verdad. Aun hoy el mensaje sigue siendo objeto de interpretaciones, algunas de las cuales no dudan en subrayar que contienen códigos de la masonería de la época. La película de los �70 La flauta mágica, de Ingmar Bergman, no despejó demasiado, puede asegurarse, el halo de misterio que rodea a ese conjunto de ideas que subyacen en la historia.
En la adaptación de Katz, Joab y Rovner, el relato se basa casi excluyentemente en el primer acto del libreto original, que narra las andanzas del príncipe Tamino y Papageno, el cazador de pájaros del bosque, en su esfuerzo por encontrar el castillo del malvado Sarastro, donde está prisionera la princesa Pamina, hija de la reina de la noche. Del segundo acto sólo se tomó el desenlace, donde se revela que Sarastro no era tan siniestro como lo pintaba la dudosa reina y donde los príncipes enamorados contraen nupcias en un cantado final feliz. Sin embargo, tan luminoso final no consigue la contundencia necesaria: Sarastro no convence en su papel de padre �no tan malo�, la actuación de la princesa no parece merecer la perseverante búsqueda de Papageno y el príncipe, a su vez, hace un débil papel que no está a la altura de la presunta fuerza del personaje. 
Los diálogos están bien construidos, de modo que es posible seguir el hilo de la historia sin necesidad de recurrir a tediosas explicaciones, que interrumpirían el ritmo del espectáculo y atentarían contra la atención de un público muy joven. A la lograda adaptación se pueden sumar las cuidadas interpretaciones musicales, tanto en relación con los arreglos como al trabajo vocal de los cantantes. En este sentido, Karina Antonelli se destaca en su rol de reina de la noche y alcanza su mayor lucimiento en un duelo musical con la flauta, en el que es derrotada como reina, pero resulta victoriosa como intérprete. 
La estética de esta puesta es otro de los elementos a destacar: el vuelo de los pájaros de colores administrado por Papageno, por ejemplo, constituye uno de los momentos más bellos. La pelea contra los lobos, corporizados sólo como lucecitas que simulan ojos en la oscuridad, y apagadas poco a poco por el poder de la música, es otra de las secuencias más logradas. 
Los personajes �mágicos�, aquellos que habitan el bosque, y que se interponen entre Tamino y Pamina, están a cargo de una pareja de clowns. La idea permite que, además de encarnar a la serpiente, duendes, pájaros y lobos, los clowns se encarguen de cambiar los decorados y crear las escenografías. Sin embargo, en la interpretación clownesca falta más rigurosidad, ya que caen en efectos previsibles y de poca elaboración. Lamentablemente, las actuaciones quedan por debajo no sólo de la partitura, con la que es muy difícil competir, sino también de las voces, el libreto y la puesta en general, que está realizada con creatividad e imaginación. Con ello, La flauta... se erige al fin como un espectáculo de buena calidad, encabalgado en una de las mejores piezas musicales de este lado del mundo, que mantiene atentos a los espectadores durante todo el trayecto y que los acercará a un género musical poco frecuentado y de acceso un poco árido, especialmente si de niños se trata. 

 

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