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SIN ACUERDO CON EL REINO UNIDO
El petróleo, negro

La Argentina no rompió, pero no quiso avanzar hacia un arreglo mayor.

Antecedente: Los partidos de la Alianza, y después la Alianza, criticaron el acuerdo petrolero de Menem, Di Tella y González con el Reino Unido.


Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes) No hubo portazo (hubiera quedado violento en el bucólico Londres de verano) pero la Argentina golpeó la mesa: la reunión con los británicos por la explotación del petróleo en las Malvinas terminó sin acuerdo porque el Gobierno se negó a convalidar los llamados a licitación unilateral por parte de los kelpers.
El golpe, por cierto, no fue tan duro como para impedir un comunicado conjunto de la Comisión de Hidrocarburos del Atlántico Sudoccidental, como se llama pomposamente el organismo donde desde 1995 los dos países vuelcan sus diferencias sin que se acerquen a la perspectiva del negocio petrolero conjunto. 
En los días anteriores, el Foreign Office había dudado incluso de que pudiera emitirse un texto tras la reunión. 
El conflicto queda transparente, o todo lo transparente que permite la jerga diplomática, en el último punto del documento. Dice que la comisión �consideró la cooperación para la promoción de la exploración y explotación de hidrocarburos en áreas marítimas del Atlántico Sudoccidental sujetas a una disputa de soberanía y jurisdicción y la existencia de interpretaciones divergentes en relación con algunos aspectos de la Declaración Conjunta de 1995�.
En ese momento la Argentina y el Reino Unido crearon una zona de cooperación al sudoeste de las islas. La zona abarca aguas en disputa y aguas que hasta ese momento eran argentinas sin cuestionamiento británico. Una paradoja: el negociador del acuerdo en nombre de Carlos Menem y Guido Di Tella fue el embajador Guillermo González, actual representante de Fernando de la Rúa en Washington. 
Una contradicción: De la Rúa designó a González directamente, sin consulta con la Cancillería ni con el propio Adalberto Rodríguez Giavarini, basado en su conocimiento mutuo desde Córdoba y en los buenos contactos del diplomático en los Estados Unidos. 
La paradoja y la contradicción parecieron aún más notorias porque, incluso antes de que se formara la Alianza, el radicalismo y el Frepaso, cada uno por su lado, habían criticado el acuerdo de Menem, Di Tella y González con el Reino Unido. Un comunicado de la UCR rechazó el acuerdo y pidió su ratificación parlamentaria. �Como un principio del Derecho Internacional dice que no hay dominio sobre el agua que no derive de un dominio sobre tierra firme, el acuerdo admite en la práctica la soberanía británica sobre Malvinas�, condenó Dante Caputo por el Frepaso. Y en 1998, con la Alianza ya formada, los entonces cinco grandes de la coalición, Fernando de la Rúa, Raúl Alfonsín, Carlos �Chacho� Alvarez, Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Terragno, prometieron en una declaración que no respetarían el acuerdo petrolero. 
La vía elegida ayer por los negociadores argentinos parece intermedia. No denunciaron el acuerdo, aunque convinieron en llamarlo solo �Declaración conjunta� y, de hecho, no hicieron nada por hacerlo avanzar. 
Podrían haber optado por el portazo, pero en estos casos el problema es, como en ajedrez, imaginar las siguientes jugadas. Si la secuencia fuera que avanzan las blancas y las negras dan su portazo, sería previsible que después las blancas sigan avanzando y dejen a las negras sin otra alternativa que ésta: o terminar acordando o concediendo de hecho, reconociendo la obvia supremacía británica de poder; o escalar el conflicto. 
El comunicado revela que el Gobierno quiere diferenciarse del de Menem, pero sin llevar el choque a un punto que no pueda controlar. Hasta ahora, no parece dispuesto a ir mucho más allá de los últimos gestos. Primero, en Nueva York, Rodríguez Giavarini rechazó dar la mano a los malvinenses que integraban el Comité de Descolonización. Después, ante las críticas de Di Tella, dijo que �la era de la frivolidad, las frases ingeniosas y los regalos� había terminado. Una alusión a la política de seducción de loskelpers que la Administración Menem había emprendido con el argumento de que, contra ellos, nada puede hacerse. 
Los británicos, naturalmente, reaccionaron, transparentando dos semanas atrás con un comunicado que buques pesqueros argentinos se habían acercado a las islas y que aviones del Reino Unido los habían sobrevolado. La Argentina protestó por el sobrevuelo. Entendió que no podía callar no tanto ante el sobrevuelo sino ante el hecho escrito. 

 

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