Por Carlos Noriega
Desde Lima
Masivas marchas de protesta en todo el país, una notoria distancia marcada por otros gobiernos, un impresionante despliegue policial, la militarización de varias ciudades del país, y ninguna manifestación popular que refleje el respaldo que el gobierno peruano asegura tener, serán el marco de la tercera juramentación consecutiva de Alberto Fujimori como presidente del Perú, que se realizará hoy viernes. Fujimori accedió a su re-reelección luego de violentar su propia Constitución que le prohibía volver a postularse y después de un proceso electoral marcado por las irregularidades y por los observadores internacionales, incluida una misión de la OEA.
Los presidentes Gustavo Noboa, de Ecuador, y Hugo Banzer, de Bolivia, llegaron a Lima en la tarde del jueves para acompañar a Fujimori. Estos dos mandatarios, que como Fujimori también saben impulsar golpes de Estado o aprovechar de sus consecuencias, son los únicos jefes de Estado que no le dieron la espalda al cuestionado presidente peruano y participarán en esta ceremonia. Estados Unidos no envió ninguna delegación oficial y estará representado por su embajador en Lima.
Del discurso que pronunciará el presidente peruano se espera poco. Y como su credibilidad está mellada, lo que pueda decir sobre democratizar su autoritario régimen chocará contra un muro de escepticismo más o menos generalizado. Tal vez la única expectativa es algún posible anuncio sobre el futuro de Vladimiro Montesinos, su poderosos asesor que controla al Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), al que ha convertido en una temida policía política. El miércoles Fujimori volvió a decir que a Montesinos le esperaba un puesto público que lo sacaría de las sombras en que se mueve. Se ha especulado que podría ser nombrado ministro de Defensa o del Interior. Montesinos, un ex capitán expulsado del ejército en 1977 acusado de robar y vender secretos militares y que luego ejerció como abogado defendiendo a narcotraficantes, se ha convertido en el príncipe negro del régimen fujimorista. Se le acusa, entre otras cosas, de mantener sus vínculos con el narcotráfico y de cobrar cupos a algunas mafias, como de ser el responsable de graves violaciones a los derechos humanos que incluyen torturas y asesinatos. En diciembre el año pasado el diario opositor Liberación reveló una cuenta bancaria de Montesinos por más de dos millones de dólares.
La oposición exige la destitución inmediata de Montesinos para comenzar a dialogar con el gobierno sobre la implementación de las 29 medidas democratizadoras exigidas por la OEA a Fujimori. La misión de la OEA que encabezó su secretario general, César Gaviria, también le habría dicho a Fujimori que esa destitución sería vista con muy buenos ojos por la comunidad internacional. Pero el poder de Montesinos, quien controla a los altos mandos militares, es inmenso y se mantiene firme en su cargo.
Desde las primeras horas de la tarde de ayer jueves, miles de opositores al gobierno de Fujimori marcharon por las calles de Lima y de las más importantes ciudades del país. Al final de la tarde los manifestantes comenzaron a converger en el Paseo de los Héroes, en el centro de Lima, donde el líder opositor y ex candidato presidencial, Alejandro Toledo, tenía previsto encabezar un mitin a las diez de la noche (doce de la noche hora argentina). Cuando las delegaciones de manifestantes seguían llegando al lugar, grupos musicales le daban un aire festivo al ambiente.
Carlos Bruce, encargado de la organización de la �Marcha de los Cuatro Suyos� (los cuatro puntos cardinales según la división geopolítica del imperio incaico), le aseguró a Página/12 que esperaban reunir a unas 250mil personas en el Paseo de los Héroes para el momento central del mitin. Quizás un tercio de estos manifestantes llegó de la selva amazónica, de las alturas de los Andes o de la costa pacífica en ómnibus y en camión. Aunque incluso Fujimori dijo que la manifestación de hoy podía llevarse a cabo, los informes coincidían en que las autoridades estaban deteniendo a muchos de quienes marchaban rumbo a Lima.
En el acto central de ayer, una niña de doce años, vestida con un traje que simboliza a la patria, era la encargada de tomar lo que se ha llamado el juramento de lealtad a la democracia. Y a la medianoche se recibirá con música y bailes el 28 de julio, Día de la Independencia nacional.
Los manifestantes tienen programado hacer una vigilia toda la noche y marchar temprano en la mañana al Congreso Nacional, donde a las once de la mañana debe realizarse la juramentación de Fujimori. Las zonas del centro de Lima donde se ubican el Congreso y el Palacio de Gobierno ya han sido acordonadas por la policía. El gobierno ha movilizado a más de treinta mil policías y varias decenas de tanquetas en la capital peruana. Los manifestantes marcharán protegidos con sus rudimentarias máscaras antigases hechas con botellas plásticas recicladas. La Fuerza Aérea declaró una zona de exclusión sobre la ciudad y prohibió que periodistas y monitores internacionales observen las protestas de hoy desde helicópteros
VENEZUELA DIVIDIDA ENTRE DOS EX MILITARES
Elecciones al ruido de sables
El País de Madrid
Por Juan Jesús Aznárez,
enviado especial a Caracas
Tocado con boina roja, el distintivo de los paracaidistas, el presidente venezolano, Hugo Chávez, advirtió al cierre de su campaña que vestirá uniforme y desenvainará el sable del libertador Simón Bolívar cuantas veces le dé la gana. �Mañana, la oligarquía chillará como un camión de cochinos.� Decenas de miles secundaron con vítores el sarcasmo del favorito en las presidenciales del domingo, un gobernante que despierta pasiones y aborrecimientos en los cuarteles, autorizados a votar por primera vez desde hace casi cinco decenios.
La politización de las Fuerzas Armadas parece un hecho, aunque no se han divulgado encuestas fiables sobre el grado de adhesión o rechazo a �la revolución pacífica� de Chávez, o a su insistencia en vestir uniforme en actos políticos, o declararse líder de un régimen cívico-castrense. Los militares, con los dos candidatos principales surgidos entre sus filas, coparon el debate electoral, y el domingo pueden votar cerca de 120.000, poco más del 1 por ciento de un padrón de once millones de electores. El artículo 330 de la nueva Constitución, aprobada en diciembre del pasado año, consagra taxativamente su derecho al sufragio.
Desde el año 1958, después del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, hasta la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998, se impuso el veto al sufragio de los militares, establecido como una fuerza no deliberante y obediente al poder civil, extremos eliminados de la nueva Carta Magna.
El ministro de Relaciones Exteriores, José Vicente Rangel, un veterano periodista y analista, subraya haber dialogado con decenas de oficiales sin haber encontrado ninguna reacción hostil o de reticencia al Ejecutivo. �Ahora votan y pueden discrepar, pero de allí a hablar o pensar que hay un malestar en las fuerzas armadas es pura ficción.�
Evidentemente, ningún conspirador manifiesta públicamente sus intenciones, y según las fuentes consultadas, los hay. Y el asesinato es propuesto como la mejor solución entre los más radicales agrupados en un grupo clandestino mencionado como tal por la prensa, la Junta Patriótica. Apenas asumió la presidencia en febrero de 1999, Hugo Chávez se marcó entre sus prioridades una mayor participación castrense en la vida civil. Como primera medida, despachó a cerca de 60.000 soldados a reparar hospitales y carreteras, designó a jefes militares en cargos de importancia en el gobierno y dio de alta a sus principales colaboradores en el frustrado golpe de hace ocho años. �El voto militar ha sido escogido en el peor momento en Venezuela�, piensa el general retirado Fernando Ochoa Antich, ministro de Defensa de durante el cuartelazo de 1992. �El país está dividido y esta división también entra en las fuerzas armadas. Nadie puede descartar un golpe, no dudo de que pueda ocurrir.�
El ex ministro señala que sectores dentro de los cuarteles maquinan para derrocar al gobierno, objetivo muy improbable mientras Chávez disfrute del actual respaldo popular a pesar de la crisis económica y social. Muchos mandos medios proceden de la clase trabajadora, y son receptivos a la agenda del presidente, abanderado de los pobres. Francisco Arias Cárdenas, el ex militar que es el gran candidato opositor, se reclama naturalmente depositario del descontento de los militares que están hartos de la crispación nacional y de la estrecha relación del gobierno y de su titular con la Revolución Cubana.
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