Por Joe Goldman
A las 17.30 de ayer, rodeado de policías alemanes, esposado
y con un chaleco antibalas puesto, fue extraditado a Alemania el secuestrador
Thomas Drach, acusado de ser el cerebro de un golpe que rindió
el mayor rescate jamás pagado en la historia de su país.
Fugitivo desde abril de 1996, el prisionero se había paseado por
Montevideo, Punta del Este y Buenos Aires viviendo una vida de lujo y
sólo fue atrapado por su debilidad por las mujeres y por los Rolling
Stones. Su extradición es el remate de una novelesca aventura y
de un proceso legal de 28 meses que involucró a tres jueces argentinos,
a la Corte Suprema y al mismo presidente Fernando de la Rúa.
Drach, alias Lord Anthony Lawlor, era el criminal más buscado de
Alemania cuando Interpol lo arrestó, el 28 de marzo de 1998, usando
una pista de los servicios secretos alemanes. El alemán estaba
dejando la lujosa suite 801 del Caesar Park en la calle Posadas para ir
a ver a los Rolling Stones en River Plate. Drach tenía un pasado
de pequeño criminal de las calles de Colonia, con un largo prontuario
por posesión y venta de drogas, tráfico de oro y piedras
preciosas, y robo: nada que previera su entrada a los anales del crimen
europeo. Pero el 25 de marzo de 1996, junto a tres cómplices, Drach
secuestró a Jan Philipp Reemtsma, el heredero de la empresa British
American Tobacco Germany, un conocido filántropo y uno de los empresarios
más ricos y respetados de Alemania. El rescate pedido era de 30
millones de marcos, casi 18 millones de dólares.
El 28 de abril, después de un mes de golpes y torturas que Reemtsma
contó en un libro publicado el año pasado, el empresario
fue liberado cerca de Hamburgo, dos días después de que
se pagara el rescate. La policía alemana ubicó rápidamente
a la muy poco profesional banda de secuestradores, que hasta había
cometido la torpeza de tener a su víctima prisionera en la casa
de uno de sus miembros, en Garlstedt, cerca de Bremen. Wolfgang Koszics
y Peter Richter fueron arrestados en Murcia, España, y Lutz Drach,
un hermano de Thomas, cayó poco después en Colonia, Alemania.
El cabecilla, con los millones, desapareció. Los investigadores
alemanes siguieron su pista por meses en Miami, México, Cuba y
el Lejano Oriente, hasta darse cuenta de que el secuestrador había
adoptado la identidad de un Lord británico y había hecho
base en Uruguay. Los alemanes se quedaron asombrados por el estilo de
vida que llevaba el fugitivo y los gastos que hacía en Uruguay
y la Argentina.
Drach llegó a Montevideo en junio de 1997 y paró en el Victoria
Plaza Hotel bajo el nombre de Lawlor, dando una dirección en las
afueras de Londres. El "Lord" visitaba regularmente los burdeles
de Colonia y Montevideo, y se hizo habitué del Baires Club de la
Capital, donde conoció a la bailarina y dama de la noche María
Cristina Irasari Aranguren, que lo acompañaría en sus caras
diversiones de los siguientes siete meses.
Lo primero que buscó la nueva pareja fue una casa. En agosto de
1997, Drach entró a una inmobiliaria en Punta del Este y pidió
ver una espectacular mansión en Portezuelo, en el kilómetro
127 de la Ruta Interbalnearia, la misma casa que la ex primera dama argentina
Zulema Yoma y su hija habían alquilado el verano anterior. Después
de visitar la casa, Drach ofreció 150.000 dólares por un
año de alquiler. La inmobiliaria llamó al dueño,
el anticuario porteño Héctor Pérez, que aceptó
la oferta pero pidió un 30 por ciento por adelantado. Drach ni
quiso pensarlo: dijo que iba a pagar todo por adelantado, se abrió
el saco, se levantó la camisa y empezó a arrancarse del
pecho paquetes de dólares que llevaba pegados al cuerpo. Enseguida
había puesto 1500 billetes flamantes de 100 dólares sobre
la mesa. La conducta del cliente no le llamó la atención
a la agente inmobiliaria. "Pasa todo el tiempo," explicó
a Página/12.
Ya instalado, Drach y Cristina comenzaron a viajar regularmente a Buenos
Aires, donde compraron un Mercedes-Benz Pagoda 500SL convertible negro
en una concesionaria BMW de avenida Libertador, en Vicente López.
Repitiendo su estilo, Drach se levantó la camisa y empezó
a sacar dinero para dejar una seña de 25.000 dólares. El
mismo día, acompañado por un amigo no identificado, volvió
a buscar su auto y pagar el saldo de 100.000 dólares, en efectivo.
Para el vendedor de autos, el estilo de su cliente tampoco resultó
"raro en absoluto".
En sus viajes porteños, Drach también compró una
vieja moto con sidecar y un buggy arenero para divertirse en las playas
esteñas. Regularmente compraba ropas y joyas para él y Cristina
en el Patio Bullrich, enfrente de su hotel favorito, el Caesar Park, aunque
mantenía permanentemente alquilada una habitación en el
apart hotel de Juncal 1230, que usaba para hacer largas llamadas a Bulgaria,
Italia, Bélgica y Canadá. Las cuentas, de acuerdo con el
personal del hotel, eran astronómicas, aunque "nunca tuvo
el menor problema en pagarlas, en efectivo, usando dólares o pesos",
según el portero del turno noche.
La buena vida no del fugitivo no se confinó al Río de la
Plata. También hubo varios cruceros de lujo por el Caribe y viajes
a resorts en Cancún, en compañía de Cristina o de
otras mujeres. Drach estaba desarrollando rutinas previsibles y estaba
empezando a transformarse en un blanco fácil para la BND, la policía
secreta alemana, que monitoreaba sus pasos. Una fuente oficial alemana
explicó que el primer error de Drach fue frecuentar los mismo burdeles
y night clubs de Montevideo donde paran los muchos agentes de inteligencia
extranjeros basados en Uruguay. "Siempre hay muchos extranjeros que
van a esos lugares", detalló la fuente. "Pero cuando
uno empieza a aparecer varias veces, bueno, se hace notar. La gente quiere
saber quién es. Y éste era un Lord inglés que hablaba
con acento alemán. No le tomó demasiado a los agentes darse
cuenta de quién era."
En enero de 1998 hubo un escándalo en Uruguay cuando se descubrió
que la BND había instalado una oficina en la Casa de Gobierno,
justo al lado del despacho presidencial. El lío hizo cancelar el
plan original de detención, que iba a realizarse en Montevideo:
el escándalo no sólo obligaba a la BND a desaparecer de
escena por un tiempo, sino que complicaba procesar una extradición
ante un Poder Judicial que no es muy amigo de ese recurso, como muestra
el antecedente del rechazo a la expulsión de activistas vascos.
Los agentes alemanes decidieron esperar que terminara el verano y Drach
volviera a visitar Buenos Aires. Mientras tanto, descubrieron que las
transferencias de dinero que recibía el secuestrador resultaban
de una cadena de llamados que incluían a su hermano Lutz, que después
de pasar 18 meses preso vivía en Holanda. A cada cadena de llamados
lo sucedía una temporada frenética de compras. En marzo
de 1998, la llegada de los Stones a la Argentina les dio su oportunidad
a los agentes: Drach no aguantaba el entusiasmo por verlos. Cuando los
músicos pararon en Punta del Este, Drach hizo lo imposible por
conocerlos y, según le contó a su hermano, estuvo charlando
con Mick Jagger. En la misma llamada, grabada por la policía holandesa
a pedido de los alemanes, Drach le adelantó a su hermano que iba
a verlos tocar en Buenos Aires.
Para el 28 de marzo, cinco agentes alemanes estaban como "turistas"
en el mismo hotel que Drach y coordinaban a varios agentes argentinos
de Interpol. Por si el secuestrador lograba salir del hotel sin ser visto,
50 policías federales argentinos vigilaban cada entrada del estadio
River Plate, donde tocaban los Rolling Stones. La operación fue
simple, la BND tenía su presa, pero llevársela no sería
tan fácil.
Drach contrató como abogado a Pedro Bianchi, el notorio defensor
de los criminales de guerra nazis Erich Priebke y Josef Schwammberger,
del almirante Emilio Massera y de Alfredo Etchecolatz, que logró
demorar la extradición por cinco meses. En setiembre, el alemán
despidió a su defensor y contrató a Víctor Stinfale,
que enfrentó el proceso argentino por entrar al país con
pasaporte falso, tramitada ante el juez Jorge Ballesteros, y el pedido
alemán de extradición por secuestro, que atendía
el juez Gabriel Cavallo. Stinfale se permitió afirmar que Bianchi
había cobrado 100.000 dólares "por hacer nada",
pero se negó a precisar con cuánto del rescate de Reemtsma
iba a quedarse él por sus servicios.
Drach pasó estos meses en una amplia celda vip del hospital de
la cárcel de Caseros, equipada con cocina, baño en suite,
dormitorio, televisión y acceso a Internet. Cada semana recibía
la visita conyugal de Cristina, su novia uruguaya, que llegaba siempre
con un nuevo, vistoso y carísimo conjunto para mostrarle a su amor.
Según los que lo vieron en prisión, Drach se las arreglaba
para no pasarla demasiado mal.
En junio, la Corte Suprema autorizó la extradición del acusado
y la semana pasada el presidente De la Rúa firmó un decreto
cancelando la causa que se le seguía por usar un pasaporte falso,
lo que permitió proceder a su expulsión. El miércoles
llegaron los agentes alemanes que lo escoltarían y el jueves el
juez Jorge Ballestero rechazó un último recurso presentado
por Stinfale para frenar la salida. Ayer, Drach se despidió de
Buenos Aires y se fue con estilo: los 16 asientos de la cubierta de primera
clase del vuelo 527 de Lufthansa, que partió con más de
una hora y media de atraso rumbo a Francfort, estaban reservados para
el secuestrador y su escolta.
Los amigos de Lord
Tony
"Lord Tony", como lo conocían
sus vecinos de Punta del Este, no sólo inició una
nueva vida en su dorado exilio sudamericano, sino que parece haberse
graduado en el crimen internacional. Según fuentes alemanas
consultadas por Página/12, las frecuentes llamadas a Bulgaria
que realizaba Thomas Drach desde su apart hotel de la calle Juncal,
se explican por sus contactos con vendedores ilegales de materiales
radiactivos en ese país. Antes de su salto a la fama, Drach
ya tenía una investigación abierta en Alemania por
intentar vender materiales nucleares provenientes del ex bloque
soviético.
Bulgaria puede ser también un punto importante para el
ahora extraditado por ser un destacado punto de distribución
y venta de drogas en Europa. Confidencialmente, los alemanes admiten
sus sospechas acerca de que Drach estaba involucrado en la triangulación
de cocaína colombiana vía Brasil con destino a Bulgaria.
Entre los investigados en esta conexión, figuran un ruso
residente en Canadá, un fugitivo alemán que hasta
lo visitó en Caseros y su hermano Lutz Drach, que también
viajó a la Argentina a ver al prisionero.
De Argentina, Drach se lleva otro contacto: su compañero
de prisión, el capo de la Camorra Mario Sabbrocino, que
espera su extradición acusado de 17 asesinatos junto a
su hijo Giovanni, también detenido como cómplice.
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