OPINION
Capitalismo sin capitales
Por Julio Nudler
Gerald
Corrigan, el estadounidense que recomendó privatizar el Banco Nación,
será la mayor estrella de un encuentro cerrado que se celebrará
el viernes 4 de agosto en el Salón Dorado del Marriott Plaza Hotel
de Buenos Aires. Los 9 mil pesos que cuestan el alquiler, el almuerzo
(que amenizará con una exposición José María
Dagnino Pastore, sucesor de Adalbert Krieger Vasena en 1969) y la papelería
quedaron a cargo del MerVal y del Mercado Abierto Electrónico.
La reunión, cuyo gran convocante es el secretario de Finanzas,
Daniel Marx, girará en torno de uno de los grandes fiascos de las
reformas económicas lanzadas hace una década: la incapacidad
de generar un mercado de capitales, e incluso la evaporación del
poco que había. La pregunta es si una economía capitalista
puede prosperar sin un mercado de capitales. Es decir, por ejemplo, sin
que un empresario o un emprendedor al que se le ocurra un proyecto pueda
financiarlo.
La discusión de este tema central expresa un choque de intereses
muy pesados. Por ejemplo: en el área de Marx se trabaja en un proyecto
de ley sobre el gobierno de las sociedades anónimas, con el objetivo
básico de fortalecer el derecho de las minorías. La intención
puede resultar simpática, pero no es obviamente neutral. Seis abogados,
de otros tantos poderosos estudios de la city, están ayudando en
la tarea. A uno de ellos se le oyó decir: Con la nueva legislación,
a Eduardo Escasany le hubiera resultado muy complicado hacer lo que hizo
con los accionistas minoritarios del Galicia. La vigente ley de
oferta pública, 17.811, fue sancionada durante la dictadura del
general Juan Carlos Onganía.
El proyecto es muy sensible porque en la Argentina hay todavía
muchas empresas familiares, en las que las minorías se sienten
desamparadas. Esto preocupa a Economía porque las AFJP, los fondos
de inversión y las compañías de seguros son, típicamente,
inversores minoritarios, que sólo toman una porción del
capital accionario flotante (que cotiza en Bolsa), que es a su vez una
fracción del capital total. Esos inversores institucionales, que
manejan cada vez más dinero y despliegan un enorme poder de lobby,
reclaman garantías y poder político dentro de las empresas,
a costa de las familias controlantes. De hecho, tarde o temprano terminarán
quedándose con todo. La plaza bursátil argentina está
siguiendo los pasos de la chilena: pocas acciones, muy caras, que van
quedando en manos de los fondos de pensión.
Otra presión que vuelve a crecer empuja hacia el blanqueo, porque
los capitales argentinos están afuera y no volverán sin
una ley de olvido. Es el dinero blue del que hablan los financistas, que
prefieren el azul al negro. Contra esa plata colocada en el exterior,
muchas veces tan cerca como Uruguay, los dueños reciben créditos
en la Argentina, dentro del servicio de private banking que les prestan
prestigiosas entidades multinacionales. A veces, cuando el intermediario
elegido resultó más precario y quebró, como en los
casos Extrader o Mayo, los poseedores del dinero quedaron presos en una
trampa: mientras su depósito off shore se evaporaba, se les exigía
que saldaran su deuda local.
A medida que va endureciéndose la legislación antilavado,
al nuevo capital negro que es generado por una economía de alta
evasión tributaria como la argentina le cuesta cada vez más
responder a las preguntas de los bancos serios. Es un argumento
más para presionar al Gobierno por un blanqueo, que la Bolsa quiere
a su medida, con la obligación de comprar acciones nuevas con los
fondos. Sin embargo, para otros, no existe un mercado de capitales porque
la economía anda mal. Más exactamente: dejando de lado a
los bancos y a las privatizadas, el resto de las empresas, en promedio,
pierden plata. Y ocurre que ni los bancos ni las privatizadas necesitan
del mercado de capitales local porque se surten afuera.
Tres procesos convergentes ahogan al mercado de capitales argentino: la
extranjerización de la economía, la huida de los ADR al
exterior (grandes firmas locales, con dimensión suficiente, que
colocan certificados representativos de acciones en Nueva York) y la baja
rentabilidad. Losbancos, actores principales del mercado de capitales,
hoy son extranjeros, y no tienen ningún interés especial
en generarlo acá. ¿Qué razón tendrían
para ello? Sin compañías grandes en las pizarras bursátiles
no hay mercado, y sin éste no hay capital de riesgo para las pymes.
Una de las ponencias previstas en la reunión del Plaza estará
a cargo del Boston Consulting Group, que vende tecnología para
transar vía Internet. Su inclusión se explica por la simpatía
que Marx le profesa a la operatoria a través de los brokers on
line, que amenazan con mandar a los corredores tradicionales a la cola
del seguro de desempleo. En Economía hablan de desmutualizar
la Bolsa, sacudiéndole el polvo a ese club que preside Juan Bautista
Peña. A medida que la operatoria se achica, los fondos del exterior
que invierten en acciones dejan de operar en la Argentina porque a sus
administradores sólo les está permitido adquirir papeles
que tengan un alto grado de capitalización bursátil y liquidez.
Es decir que, llegado el caso, puedan ser vendidos sin destruir su precio.
Apenas un puñado de acciones argentinas reúnen aún
este requisito. Por tanto, este mercado no sirve como vía para
el ingreso de capitales.
Mientras Aníbal Ibarra prometía en su campaña convertir
a Buenos Aires en un centro financiero internacional (propósito
del que nadie en el equipo de José Luis Machinea dice tener idea),
en Economía no esperan que las empresas vuelvan a la Bolsa porteña.
A las que se internacionalizaron, como YPF, simplemente les queda chica.
Telefónica optó por canjear sus acciones por las de su matriz
española. Por tanto, el mercado debería atraer a firmas
menores, para lo cual la Comisión Nacional de Valores quiere reducir
los requisitos exigidos a las sociedades que cotizan, y desarrollar un
mercado de futuros. La idea es que si cotizar no sirve para conseguir
financiamiento, las empresas seguirán bajándose de las pizarras.
El aquelarre financiero del Plaza será coordinado por Carlos Weitz,
nuevo jefe de la CNV que, en realidad, estuvo muy ocupado estos días
mudando sus enseres desde Washington, donde vino trabajando como representante
financiero alterno del país. Allí, el elenco que conduce
Marx intentará convencer a los operadores del mercado desde
la Asociación de Bancos hasta el Mercado Abierto Electrónico
de que han estado muy laboriosos durante estos meses diseñando
el futuro. Sin embargo, fuera del microclima autosatisfecho de los financistas,
los datos de la realidad son descorazonadores.
Cuando seis años atrás se impuso la reforma previsional,
ésta fue presentada como el parto progresivo de un gran mercado
de capitales. Pero algo no funcionó durante la gestación.
Aunque las AFJP manejan cada vez más dinero para invertir, y tienen
restricciones legales para exportar esos fondos, casi solamente el Estado
está dispuesto a pagarles por esa plata. Los privados no parecen
saber qué hacer con ella.
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