Por Sergio Kiernan
Hace exactamente tres años, Suhail Akel y Daniel Goldman se reunieron en Página/12, después de bastantes vacilaciones, para hablar de paz y convivencia. En la semana de las negociaciones de Camp David, que buscan esa misma paz que sigue sin llegar, el embajador de la Autoridad Nacional Palestina, de 54 años, y el rabino de la Comunidad Bet-El, de 43, volvieron al tema en un diálogo por momentos tenso. Cuidando las palabras, tocaron el �punto de tensión� entre dos comunidades que, remarcaron los dos, conviven en paz en Argentina: la identidad de la tierra que uno llama Israel y el otro insiste que es Palestina.
�¿Fracasó el proceso de paz? ¿Es sólo un paréntesis? ¿Se puede resolver este lío?
Daniel Goldman: Es un proceso, lo que implica fracasos, que puede haber crisis, pero que se establece un camino con mojones que sirven para ver lo que se avanzó y lo que no se pudo avanzar. En cada parte hay sectores que quieren negociar y sectores que están en el juego contrario. Pero aunque no se haya llegado en esta oportunidad a una solución creativa, creo que no es un fracaso.
Suhail Akel: Yo no le doy a la palabra fracaso la importancia que le dan ciertos sectores o algunos medios. A pesar de que no llegamos a un acuerdo, por primera vez desde Oslo, en 1993, logramos hablar francamente, con sinceridad, diciendo lo que pretendíamos. Cuando el presidente Yasser Arafat salió de Gaza rumbo a Washington, dijo que iba con el corazón abierto. Nosotros tratamos de explicarle a Bill Clinton que la situación no daba para un Camp David, pero su mediación fue insistente y lo tomamos como otra oportunidad. Es el comienzo de un proceso más honesto, donde se trataron los temas más sensibles: Jerusalén, los asentamientos, los refugiados. Jerusalén es una cuestión que ninguna de las administraciones israelíes quiso abordar con la importancia que tiene. Ya en 1993 se firmó que se hablaría de Jerusalén a partir de mayo de 1996, pero nunca antes logramos abrir el tema porque ellos la consideraban indivisible y capital del Estado. Camp David lo logró. Nosotros fuimos con nuestro legítimo derecho a la ciudad, no fuimos a reclamar nada que no nos pertenezca, queremos que ambos podamos vivir dignamente, tanto el Estado de Palestina como el Estado de Israel, tanto Jerusalén capital palestina como Jerusalén capital israelí. Y con esto quiero decirte que no queremos el sector occidental para levantar vallas y paredes con alambre de púas. La ciudad debe ser unificada, con soberanía de ambos estados, para que la disfruten ambos pueblos.
�Como personas que son argentinos o viven acá...
S.A.: ¡Yo no soy argentino! Nací en Jerusalén.
�Bueno, pero vive aquí hace años, sus hijos...
S.A.: Nacieron bajo bandera. Los palestinos tenemos el corazón partido entre el lugar de nacimiento, que en mi caso es la ciudad vieja, y el lugar de exilio.
D.G.: Yo soy profundamente argentino y mi vínculo es espiritual, es la historia que me hace sentir que Israel es la tierra de mis ancestros. De alguna manera, me identifico con esa cuestión de estar adentro y estar afuera. El exilio es una característica que los judíos desarrollaron durante siglos. En los salmos, en los cánticos, siempre estuvo esa necesidad de retorno.
S.A.: Yo no la tengo con Israel sino con Palestina. Porque tenemos que partir de la base de que Israel es...
D.G.: Esa es nuestra discusión...
S.A.: ...una creación de 1948.
D.G.: Con ese criterio, podemos partir de los exilios producidos por los muchos conquistadores de la tierra de Israel que echaron al pueblo judío del territorio israelí, de la Tierra Prometida. Pero no quiero remontarme a eso, cada uno puede establecer un vínculo histórico fuerte. Pero actualmente ambos tenemos que establecer, y lo digo sin ser representante de Israel, una coexistencia pacífica.
S.A.: Los dos tenemos precedentes teológicos y yo podría decirte que tengo a los saduceos, los cananeos, árabes y semitas de la genealogía palestina que fundaron Jerusalén. Tengo a nuestro rey Melquisedec que recibió a Abraham, enviado por Dios para que sea padre de las dos naciones y del que nació su primer hijo, Ismael, que es nuestra descendencia árabe, y su hijo más nuevo, Isaac, que es la descendencia hebrea..., es decir, tenemos muchos títulos como para que hagamos valer un derecho sobre la tierra. Pero Dios le dice a Abraham que la Tierra Prometida es para sus hijos Ismael e Isaac. Sus descendientes vivieron en paz juntos y fueron víctimas juntos de los usurpadores de turno, de los imperialistas que los sacudieron a los dos. Estoy de acuerdo con Daniel en que esto sea algo que nos tenga que preocupar hoy. Tenemos que resolver esto con dos estados para dos pueblos y hoy estamos en el mejor momento en cuanto ese vínculo se vuelve interesante porque los dos pudimos quebrar ese signo casi diabólico del enfrentamiento, para convivir en la misma tierra.
D.G.: A diferencia de nuestro encuentro en Página/12 de hace tres años, hay una mayor metabolización de cómo es la verdadera convivencia. Cuando nos encontramos en 1997 teníamos una sensación de conflicto que hoy está más metabolizada, mejor llevada. Arabes y judíos siempre tuvieron una relación �donde se encontraran� de retroalimentación mutua, que debemos recuperar ahora. Y si bien hay un nivel de decisión política, también hay un diálogo que se da en el llano, en la convivencia cotidiana.
S.A.: De esto puedo dar fe con mi familia. Tengo familiares en Jerusalén, en Ramallah, en Haifa, en el norte de lo que era Palestina, hoy Israel... y no tienen diferencias. Mis parientes trabajan, son profesionales, una dirige un colegio, tienen amigos judíos. Les doy un ejemplo que vimos en la televisión palestina hace poco: se reunió un grupo de familias palestinas con familias judías, familias que no se conocían. El encuentro empezó tenso y cada lado con su reproche, con su �me corresponde�, con su �no te corresponde�. Algunos sacaron fotos de sus hijos mártires, los de la otra parte hicieron lo mismo, sacar fotos de sus mártires... Pero estaban sentados a una mesa, compartiendo la comida y mostraron altura, mostraron respeto a sus muertos. Y terminaron diciendo que lo importante no es seguir mostrando fotos de aquellos que perdimos porque nos enfrentamos, sino mostrar las fotos de los que están naciendo. No está todo perdido, hay grandes posibilidades que quizás estamos dejando pasar. Hubo un caso de una niña palestina que estaba por morir del corazón y justo hubo un accidente lamentable donde murió...
D.G.: Un chico judío y donaron su corazón.
S.A.: La chica sobrevivió y ahora las dos familias son una familia, se consideran parientes. Por encima de las fronteras que nos intentaron poner queremos lograr eso, ser dos familias, ser parientes. En nuestra tierra, en territorio palestino, siempre vivieron cristianos, judíos y musulmanes que se respetaron y convivieron hasta que se creó una diferencia política, una frontera.
D.G.: Acá el embajador juega como embajador, cuando habla del territorio palestino histórico. Simplemente quiero dejar aclarado que ese territorio siempre fue motivo de convivencia y también no diría de disputa pero sí de tensión. Hay que aclararlo, porque posteriormente cuando se establece el Estado como Estado genera esta tensión. Yo creo que la paz es inminente y que necesita una elaboración generacional. Ninguno de los dos pueblos quiere vivir con un ánimo fundamentalista de violencia, ésos son grupos minoritarios.
S.A.: Yo podría volver a repetirle a Daniel nuestros títulos sobre ese territorio. Pero quiero remarcar que es el territorio histórico, bíblico en el que todos estábamos y, si queremos repetirlo, en vez de tener una sola unidad tenemos que pensar en dos. No es un territorio como el argentino, es muy pequeño, no alcanza a 27.009 kilómetros cuadrados, esavieja Palestina, en los que estamos consolidando dos pueblos en dos estados.
�¿Cómo se refleja este conflicto acá, en Argentina, entre grupos que tienen identidades tan complejas como ustedes describieron? ¿Cómo resuena este nivel de conflictividad que tiene tantos actores en Medio Oriente?
D.G.: Tiene que ver con dos aspectos, con el aspecto diaspórico y con el de la necesidad de identidad con una tierra, que en este caso es común. Evidentemente todo el conflicto árabe-israelí tuvo un influencia muy fuerte en las relaciones de las colectividades. Hay que destacar que en el trato cotidiano se dan situaciones donde existe una relación fraternal. Yo nací en Flores, un barrio con fuerte presencia árabe y judía. Mi compañero de la escuela primaria es hoy un dirigente importante de la colectividad árabe. Cada uno sabía de los lazos espirituales con la tierra de Israel y con la tierra de sus ancestros, pero no era un obstáculo. Por eso, la Sociedad Sirio-Libanesa argentina fue fundada por árabes cristianos y por árabes judíos.
S.A.: Yo creo que las colectividades son el mejor argumento de que se puede vivir en paz. La árabe y la judía nunca tuvieron problemas y yo me alegro muchísimo de la madurez de ambos, que mostraron en dos situaciones muy difíciles: el atentado a la embajada de Israel y a la AMIA. Supongo yo que a más de uno le hubiera gustado enfrentar a las colectividades. Pero el deseo de vivir en paz fue muy superior a los sectores de ambas partes que estaban por el enfrentamiento. Esto es muy notorio y satisfactorio. Por otra parte, hay una gran parte de la comunidad judía que es árabe, habla árabe, fuma el narguile, toma el café árabe y come su comida. Ellos comparten su idiosincrasia judía con su cultura árabe, y la comparten con los demás árabes de la comunidad.
D.G.: Yo creo que hay un punto de tensión, no podemos ser tan ingenuos. Hay un punto en que este tipo de discusión por definiciones, por pertenencias a territorios, produce tensión. No creo, sin embargo, que esto desvíe de una buena convivencia.
S.A.: Si hubiera habido un punto de tensión, hubieran destruido nuestra convivencia.
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