Por Claudio Scaletta
La sociedad estadounidense produce algunos ejemplares que no se encuentran en otros ecosistemas. Entre la variada gama de los legitimadores de su modo de vida se cuentan los futurólogos. Se trata de lúcidos y promocionados analistas de prestigiosas universidades que, siempre optimistas, nos cuentan las maravillas que traerá, para el bienestar de la humanidad toda, antes o después, el advenimiento de las nuevas tecnologías. De entre ellos surge hoy el máximo gurú de la era digital, Nicholas Negroponte, fundador y alma mater del famoso Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y autor del best seller Ser digital, traducido a más de 30 idiomas. Negroponte, que no cobra menos de 50 mil dólares por conferencia, realizó una visita fugaz a Buenos Aires, donde participó gratuitamente en la presentación de la empresa de un amigo, antiguo compañero de cuarto en el MIT, el colombiano Rodrigo Arboleda, presidente de Ogden Rural y propulsor de un sistema satelital para que cualquier campesino pueda bajar Internet. Luego de su exposición, y entre admiradores que le reclamaban autógrafos en la portada de su libro, Negroponte mantuvo el siguiente diálogo con Página/12.
�¿Cómo un arquitecto llegó a convertirse en profeta de la sociedad digital?
�Es muy fácil. Cuando estaba al final de la carrera de arquitectura comencé a estudiar programas de diseño por computadora. Esto significó no sólo familiarizarme con las máquinas y los programas, sino también con las personas que trabajaban con ellos. Mi preocupación entonces eran las interfases multimedia entre los usuarios y las computadoras. Pero, además, cuando no se tiene un abogado que camina detrás de uno es muy fácil convertirse en gurú. En algún momento Karl Marx, al explicar la transición del feudalismo al capitalismo y describir la naturaleza de la nueva sociedad, se convirtió en un profeta involuntario de su futuro desarrollo.
�¿Considera que la �nueva economía� es una revolución semejante, un nuevo modo de producción?
�Hace tiempo que la economía digital ha generado una nueva manera de trabajar y de interactuar en el proceso de trabajo. A esto se añade una transformación permanente; los jóvenes, cada vez más, comienzan a ocuparse sólo de lo que les interesa y no les gusta que les digan lo que tienen que hacer.
�Para explicar las diferencias entre vieja y nueva economía usted utiliza la analogía de los átomos y los bits. ¿Cómo se agrega valor en la economía de los bits?
�La economía de los bits es muy distinta a su predecesora. En la economía de los átomos se trataba de generar escala de producción para, con el tiempo, bajar costos y subir la calidad. En la economía de los bits esto no existe, algo que sería muy difícil de comprender para nuestros abuelos. Con los bits no hay stocks ni grandes instalaciones, y, además, el costo marginal de una mayor producción es cero. No existe la necesidad de estar geográficamente próximos a las fuentes de la demanda y no se necesitan grandes escalas de producción. Las pequeñas empresas pueden competir con las grandes y lo mismo ocurrirá con los países.
�¿Existe el riesgo en los países en desarrollo de que se construya un muro tecnológico entre quienes pueden acceder a las nuevas tecnologías y quienes no?
�El riesgo existe y es serio, pero puede ser removido con muy poco esfuerzo. En este punto creo que los pronosticadores no comprenden la demografía de Internet. Hace dos años adelantaron que el comercio electrónico movería 327 mil millones de dólares �confieso que nunca entendí de dónde surgían los 27� y estaban errados, porque hoy la cifra es mayor. Pero también se equivocaron en la distribución. Consideraron que el 50 por ciento del e-commerce (comercio electrónico) se concentraría en Estados Unidos, el 40 en Europa, el 5 en Japón y Corea y el 5 por ciento restante en el resto del mundo. Y esto es un gran error, porque en los próximos 2 o 3 años los países en desarrollo se van a mover muy rápido. El 50 por ciento de los usuarios de la Red estará allí.
�¿De qué dependerá esa evolución?
�Claramente de una fuerza cultural. Le doy un ejemplo. En los países escandinavos hay una gran penetración de Internet. Francia, un país con un buen nivel de ingresos y una buena estructura de telecomunicaciones, tenía hasta hace un año menos registros de dominios (sitios en la red) que Noruega. Esta diferencia no se producía por factores económicos sino culturales.
�¿Cómo ve esta cultura en Argentina?
�Este país está entre los que tienen una marcada propensión a ser digitales. Y esto es porque aquí existe una tradición de pequeñas empresas familiares, la gente es emprendedora y, sobre todo, existe una falta de respeto a la autoridad. En la economía digital la planificación murió, reina la improvisación. El modelo de empresa no es el de la orquesta sinfónica, sino el de la banda de jazz.
�Sin embargo en Argentina el valor de una simple PC está por encima del salario medio y menos del 5 por ciento de la población se conecta a Internet, incluso menos de los que por nivel de ingresos podrían hacerlo. ¿Qué políticas deberían seguirse para superar estas barreras estructurales?
�Más que pensar en políticas lo que hay que hacer es bajar los costos de las computadoras. Hace 20 años yo tenía una computadora con un procesador con un cuarto de Mhz (megahertz), hoy poseo una con 800 Mhz. Pero cuando la enciendo le lleva 40 segundos cargar el sistema operativo, sin contar los utilitarios que se agregan después. Esto es, más tiempo que el que le insumía a mi primera máquina. La cuestión es por qué una máquina 3000 veces más rápida trabaja más lentamente. Y la respuesta es que agregamos demasiadas cosas. La �obesidad� del software se nos fue de las manos. Esto muestra que el valor de la computadora puede ser rebajado. Una PC no debería costar más de 50 dólares, y pronto estará en esos valores.
�El de la PC es sólo uno de los componentes del costo; el otro son las comunicaciones.
�En las comunicaciones se presenta la paradoja de que lo más caro es lo peor. Allí donde menos desarrolladas están es donde son más caras. Esto se debe a que fueron tratadas como un producto suntuario. Si observamos a las 50 naciones más pobres del mundo veremos que allí las comunicaciones tienen una gran carga tributaria y están fuertemente reguladas. No se concibió a las telecomunicaciones como un instrumento de desarrollo de las economías.
�¿Qué veremos próximamente en el desarrollo de Internet?
�Obviamente el próximo paso será la generalización de la banda ancha que, al multiplicar la velocidad de acceso, cambiará completamente la experiencia del usuario. Luego de la expansión de banda y de la accesibilidad vendrá la �multilengualidad�, la traducción automática a todas las lenguas de todos los sitios. Pero con el tiempo también se producirá un cambio cualitativo: el número más grande de usuarios de Internet no serán personas sino cosas. Ya hay algunos indicios. En diciembre pasado una firma italiana puso en el mercado una lavadora de ropa con un teléfono celular mediante el cual se conecta a Internet y agrega inteligencia a sus funciones, por ejemplo programas de lavado para determinado tipo de prendas. Esto también sucederá con las cafeteras o las heladeras. Con el tiempo veremos la conectividad entre las cosas, por ejemplo de la botella con su contenido. Quizás hoy parezca ridículo, pero es la tendencia.
�¿En qué trabaja usted actualmente?
�Mi principal preocupación laboral es tratar de trabajar menos.
�¿En qué trabaja el Media Lab?
�En muchas cosas. Eso sería para otra entrevista.
�Cuénteme alguna.
�Hay un proyecto que trabaja en la capacidad de �imprimir� computadoras. Concretamente, se imprimen circuitos activos. Ya hemos hecho un teléfono celular impreso en tintas conductivas.
�¿Cómo imagina el mundo que viene?
�Se invertirá el proceso de urbanización. La gente volverá a las zonas rurales, donde, gracias al desarrollo de las comunicaciones, tendrá las mismas oportunidades educativas y laborales. Las ciudades quedarán como un ámbito de socialización para la gente joven.
�¿Cuál es el futuro del trabajo en la sociedad digital?
�En los próximos años veremos una fusión del trabajo con el entretenimiento. La gente comenzará a ocuparse de cosas que le divierten y le gustan, y por lo tanto habrá un área común entre estas dos dimensiones de la vida del hombre.
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