Por Silvina Friera
El director Orlando Acosta recuerda con toda nitidez la impresión que le causó su primera lectura de Babilonia, de Armando Discépolo (1887-1971). �En principio, elegí la obra porque quería homenajear al dramaturgo argentino más representativo de este siglo. Cuando empecé a leerla descubrí una vinculación directa con la actualidad. En un momento un personaje dice: �Estamos en la tierra de la carbonada, salado, dulce, amargo, picante, veneno explosivo�. Babilonia es la lucha del hombre por la supervivencia. En ese momento era el inmigrante, ahora es el hombre desocupado, que no sabe cómo mantener a su familia. Los inmigrantes y los desocupados luchan por tener una vida digna.� El próximo miércoles a las 21, el grupo de teatro del Colegio Nacional Buenos Aires repondrá Babilonia por 10 únicas funciones (jueves a las 21 y viernes a las 22) en el auditorio Astor Piazzolla, del Centro Cultural Borges, auspiciado por Página/12. Habrá una yapa en el reestreno: una carbonada criolla, abierta al público, al culminar la función.
La pieza teatral de Discépolo, escrita y estrenada en 1925, lleva como subtítulo �Una hora entre criados� y retrata a la sociedad convulsionada de la década del 20, que pelea por sobrevivir. En la cocina de una casa de ricos trabaja un grupo de inmigrantes de origen diverso, en el que los españoles e italianos son mayoría aunque no faltan una francesa y un alemán. El conflicto de la obra es el enfrentamiento entre dos sectores sociales irreconciliables: la opulencia de los nuevos ricos frente a la carencia y las humillaciones de los criados. El viernes 18 de agosto se cumplirán 113 años del nacimiento del autor de Mateo que, según Acosta, �es a los argentinos lo que Shakespeare a los ingleses�.
Felipe Pullol, el coordinador artístico del C.C. Borges (inaugurado el 18 de octubre de 1995), asegura que se entusiasmó con la idea de reponer Babilonia en ese espacio cultural. �Nos sorprendió la capacidad de trabajo y el entusiasmo que tienen los chicos. El C.C. Borges está abierto a este tipo de proyectos teatrales, con gente que la viene peleando y que busca calidad en la propuesta artística. Nuestro objetivo es ampliar las actividades artísticas para que llegue a la mayor cantidad de gente y a los intereses más variados�, explica Pullol. Acosta señala que no es común que a un grupo de gente joven se le permita estar en una sala. �Soy de una camada de actores y directores que nos costó mucho entrar en el ambiente teatral. Tuvimos que empezar a ser sonidistas, iluminadores y asistentes para ser reconocidos. La tuvimos que pelear mucho�, aclara.
El grupo de jóvenes actores (entre 16 y 23 años) integrado por Mariano Saba, Alejandra Marimón, Luis Berenblum, Francisco Prim, Julieta Steinberg y Gonzalo Tobal, entre otros, se formó hace seis años (como un taller de iniciación teatral mientras estaban en el colegio) y acredita varios montajes: una adaptación de La salud de los enfermos (de Julio Cortázar), La casa de Bernarda Alba (de Federico García Lorca), El acompañamiento (de Carlos Gorostiza) y Gris de ausencia (de Tito Cossa). Acosta considera que Babilonia (título que alude a �la confusión y ensalada fantástica�) es una pieza clave que �sigue hablando de nosotros, de lo que nos pasó y de lo que nos pasa�.
�¿La idea es abrir el juego, buscar otros lugares?
O.A.: �Sí, queremos salir un poco del colegio. El año pasado empezamos en el Centro Cultural Recoleta y después estuvimos en el teatro Auditorium de Mar del Plata. Teníamos la necesidad de reponerla pero no queríamos que fuera en el colegio. Apareció la posibilidad del Borges y nos entusiasmó. Creemos que es el lugar exacto. A veces no sabés dónde reponer un espectáculo con un target que combina a chicos de un colegio, ya egresados, con una obra de Discépolo. En el Maipo no puede ir esta obra, en el complejo La Plaza, tampoco.
�¿Pensaron en la conjunción de nombres: Discépolo, Borges y Piazzolla?
O.A.: �Con los chicos veíamos estas coincidencias entre autor y los lugares donde nos presentamos. Hay otra más: la sala de Recoleta se llama El Aleph. Hace un año fui a ver una película a la sala Astor Piazzolla, la misma en la que estrenamos Babilonia, y dije: �Qué bueno sería estar acá con los chicos�. Ellos lo están viviendo como una cosa mágica.
�¿Hay algún cambio en esta reposición?
O.A.: �No en la puesta. Lo que cambia es lo que sucede arriba del escenario. Hay un desarrollo más íntimo de los personajes, que tienen un mundo interior bastante desgarrador y que sale a través de la comicidad, por eso es grotesco. El cambio se ve abruptamente, hay mucha verdad en escena, los actores están más cancheros con la obra. Fue todo un desafío hacer Discépolo, porque es muy difícil el grotesco, sobre todo Babilonia, porque está en la transición de un grotesco criollo y el sainete criollo (Tu cuna fue un conventillo y El conventillo de la Paloma), que se hacía en el patio del conventillo. En cambio, el grotesco criollo (Stefano, Mustafá) transcurría dentro de las habitaciones. Discépolo concreta una transición con esta obra, desde el patio a la habitación. Y sitúa la acción en un lugar intermedio, como es la cocina, donde también hay habitaciones.
�¿Cómo trabajaron la intimidad de esos personajes?
O.A.: �Fueron abordados desde la necesidad: qué les falta, qué no tienen, qué les sobra. En la obra hay dos mundos: los ricos y los de abajo. Todos los inmigrantes tienen un barco en las miradas, una tristeza infinita, que parece que no cesa nunca. Hay una vuelta de tuerca acerca de lo que es el grotesco, donde está más la comicidad que lo trágico y lo que yo llamo �la verdad escénica�. Un espectáculo no es una ficción, ni tampoco una realidad, pero tenemos claro que genera una verdad. Hay que buscar la verdad escénica, lograr que parezca real, que exista. Eso es un camino interno que venimos marcando en todas las obras que hicimos.
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