RULETA Graciela López despertó de un salto. Había escuchado un tiro adentro de su modesta casa en Rafael Calzada, donde dormía el sábado de madrugada. Aterrada, corrió al ambiente que hacía de cocina y living, a ver si le había pasado algo a su pareja, Ramón Otazo. Lo que encontró fue el cadáver de un joven amigo, Gustavo Pelozo, muerto de un tiro en la cabeza. Graciela no supo qué pensar, qué creer. Cuando la policía logró encontrar a un muy bebido Ramón y escuchó su relato, la mujer no fue la única asombrada: los dos amigos, de copas, decidieron jugar a la ruleta rusa. Y Gustavo perdió.
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