Por Irina Hauser
La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA)
ofreció por primera vez colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo
en la búsqueda de 21 chicos de origen judío nacidos en centros
clandestinos de detención durante la última dictadura militar.
El acercamiento fue bienvenido por las Abuelas, cuyos históricos
intentos de diálogo con la entidad nunca habían encontrado
demasiado eco. Ambas organizaciones formalizarán un acuerdo de
trabajo conjunto el próximo 8 de agosto, cuando llegue de visita
al país la diputada israelí Naomi Blumenthal, quien integra
una comisión recientemente aprobada por el Parlamento de Israel
para investigar la cuestión de los desaparecidos en la Argentina.
"Nos ha dolido la indiferencia, pero ahora nos alegramos de que ofrezcan
cooperar con nuestro trabajo,
es una obligación que siempre sostuvimos que tienen como representación
de la colectividad judía en Argentina", dijo Estela Carlotto,
presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. El cambio
de postura de la DAIA coincide con un incipiente viraje en la política
sobre el tema por parte del gobierno israelí, que hasta ahora no
había querido meterse. "Es nuestra responsabilidad ayudar
a determinar qué pasó con los nacidos en cautiverio de origen
judío y ubicar los cuerpos de desaparecidos de la colectividad
para darles sepultura judía, esto reposa también en un principio
religioso que se desprende de la Torá", señaló
a Página/12 el titular del organismo, Rogelio Cichowolsky.
El convenio terminará de quedar sellado cuando llegue la diputada
Blumenthal, que pertenece al partido de centroderecha Likud, y pueda empaparse
del reclamo argentino en materia de derechos humanos y aunar criterios
con Abuelas y con la DAIA. Esta iniciativa tiene un antecedente importante
que sentó la AMIA el año pasado al crear una Comisión
de Derechos Humanos. Por otra parte, un grupo de familiares de desaparecidos,
junto al periodista Herman Schiller, había hecho gestiones en busca
de algún gesto de Israel.
La dirigente israelí, que estará dos días en Buenos
Aires, es presidenta de la comisión parlamentaria que se encarga
del contacto con los judíos que viven fuera de Israel. Forma parte
también de la comisión aprobada por el Parlamento de ese
país hace dos semanas para el estudio específico de la desaparición
de judíos en la Argentina y que presiden el director general del
Ministerio de Justicia, Shlomo Gur, y el de la Cancillería, Eitan
Bentzur. A Blumenthal ya se la ha oído decir que "exigir por
los judíos desaparecidos en la Argentina" es "un deber
ineludible, que el gobierno, el parlamento y las instituciones israelíes
deben asumir". Lo que todavía está en veremos es la
posibilidad de que el Estado hebreo inicie un juicio --como el que se
realiza en España, Italia, Francia, Suecia o Alemania-- contra
los militares responsables de la muerte de 2 mil judíos durante
los años de plomo.
El plan de actividades de la DAIA y de las Abuelas está en elaboración.
"Empezaremos por pulir bien la lista de chicos por localizar y, entre
otras ideas que se han discutido, contemplamos dar clases o charlas sobre
el tema en escuelas y presentar algún video", adelantó
Carlotto. La lista de los 21 chicos ya fue llevada a Israel hace dos meses
por una delegación encabezada por Vera Jarach.
"Nosotros estamos trabajando a partir de un documento que elaboró
el Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA, que deja en claro la
particular crueldad con que se trató a los detenidos judíos
durante el Proceso, algo constitutivo del delito de genocidio", explicó
Cichowolsky. Ese trabajo --añadió el directivo-- fue entregado
al juez español Baltazar Garzón e incluye, además
de testimonios de ex detenidos desaparecidos, una propuesta de cambio
en la definición legal de genocidio "que no se restrinja a
la persecución y la pretensión de aniquilar a un grupo étnico,
racial o religioso sino que contemple el carácter de las prácticas
desarrolladas por quienes ejecutan la acción".
"Pintaban svásticas
en las espaldas"
"Los represores se reían y les sacaban
la ropa a los prisioneros y les pintaban en las espaldas cruces
svásticas con pintura en aerosol. Después los demás
detenidos los veían en las duchas, oportunidad en que los
guardias volvían a golpearlos y maltratarlos." Este
relato de Pedro Miguel Vanrell, que figura en el libro Nunca Más,
es uno de los tantos que reflejan el tratamiento que recibían
los detenidos-desaparecidos judíos en los campos de concentración
durante la última dictadura. Cristina Navarro atestiguó
sobre Ernesto Scerszewicz, y declaró que había un
represor conocido como "El Zorro" quien "tenía
predilección clara en golpear a todos los detenidos de
apellido hebreo".
Los ejemplos de este tipo son muchísimos. Buena parte de
ellos fueron recogidos en un informe que elaboraron Marisa Braylan,
Daniel Feierstein, Miguel Galante y Adrián Jmelnizky para
Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA y que fue entregado
al juez español Baltazar Garzón. "Durante las
torturas, José Siderman era llamado constantemente `judío
bastardo' y `judío de mierda' y le dijeron que lo iban
a matar porque era judío", (cita el trabajo, tomando
datos de un informe de la Anti-Defamation League).
Juana Meller de Pargament cuenta que a su hijo lo secuestraron
el 10 de noviembre de 1976, después de haber detectado
en la casa dos pasaportes de alguien que había ido a Israel:
"Preguntaron si había alguien que era judío
(...) golpearon terriblemente a mi hijo diciendo que aquí
hay judíos y así se lo llevaron". Jacobo Timerman
relató en su libro Preso sin nombre, celda sin número
que "cuando llevaban a un preso judío, las bromas
se referían a las cámaras de gas, Auschwitz, `le
mostraremos a los nazis cómo se hacen las cosas'".
El estudio del CES refleja que el terrorismo de Estado en Argentina
implementó "formas específicas de tortura y
humillación a judíos", utilizó "lenguaje,
fraseología y simbología nazi" y "secuestros
extorsivos" a empresarios judíos. También concluye,
por ende, que el proceso genocida vivido en el país tuvo
claras connotaciones antisemitas.
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