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Por Alfredo Grieco y Bavio Desde las elecciones presidenciales en las que arrasó en 1998, el ex golpista Hugo Chávez siguió viviendo en campaña. Se proclamó, con orgullo sincero, único descendiente legítimo del Libertador Simón Bolívar. Y, hasta cierto punto, es muy cierto. El ex paracaidista Chávez puede parecer un sueño bolivariano realizado. Porque el Libertador soñaba con una república autoritaria, con presidente vitalicio y representación legislativa reducida. Un sistema que Bolívar estatuyó primero en Bolivia, a la que con su nombre le regaló una Constitución, y luego en Perú, que lo tuvo como primer presidente vitalicio tantos años antes de ese otro boliviariano, Alberto Fujimori, que el viernes asumió a sangre y fuego su tercera presidencia consecutiva. Venezuela ha vivido toda la primera presidencia de Chávez, antes de concederle ayer la segunda, en una sostenida fiebre de legitimación, en un referéndum permanente. Plebiscitariamente, una Constituyente disolvió el Congreso. Así Chávez se separó del antiguo régimen y prometió refundar la nación de espaldas a los partidos que monopolizaron la fachada del poder en los últimos 40 años. Aseguró un sistema judicial más sumario en sus procederes, más severo en sus penas, menos engorroso en su legalismo. Más de acuerdo, en suma, con la Venezuela profunda, auténtica, avasallada por la otra, moderna, foránea, saudita, maldita por la bendición del petróleo. Como se señaló tantas veces, en la Argentina a la modernización de Roca siguió el populismo de Yrigoyen, y a la de Justo el de Perón, otro precursor reconocido por Chávez. En Venezuela hay dos instituciones reconocidamente fuertes: la intocable y multimillonaria Pdvsa, la empresa estatal de petróleo que aporta el 80 por ciento de las exportaciones venezolanas, y el ejército. Una produce dinero y el otro está atrincherado en el Presupuesto. Chávez ambicionó una coincidencia de los opuestos y por eso busca una modernización populista. Hasta ahora, los precios internacionales del petróleo, sostenidamente altos, lo han favorecido; hasta ahora, ese favor no se ha trasladado al crecimiento o el empleo. Hasta ahora también, Chávez ha salido invicto de todas las pruebas electorales a las que se ha sometido tan voluntariamente, y a las que ha sometido a su electorado. Aun así, como sabía Maquiavelo y formulaba el Libertador Bolívar con lenguaje del italiano del Renacimiento: "No hay poder más difícil de sostener que el de un príncipe nuevo". |