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El �otro� Kurosawa prefiere a los yakuzas antes que a los samurais

Una retrospectiva en la Sala Lugones permitirá descubrir a Kiyoshi Kurosawa, considerado como la revelación del nuevo cine japonés.

t.gif (862 bytes)  ”El cineasta japonés más apasionante de la nueva generación, después de Kitano”, afirmó el crítico Thierry Jousse, de los Cahiers du Cinéma. Para Jean-Michel Frodon, de Le Monde, se trata de “el arquetipo de la generación de los nuevos autores”, mientras que para Didier Peron, de Libération, es sencillamente “la gran revelación del cine independiente japonés”. ¿Quién es? ¿Cómo se llama? Señoras y señores, hay una nueva estrella en el firmamento del cine internacional, se llama Kiyoshi Kurosawa y no tiene parentesco alguno con el gran Akira, fallecido en 1998.
Para estar a tono con los tiempos que corren, el Teatro San Martín y la Cinemateca Argentina, con la colaboración del Centro Cultural e Informativo de la Embajada de Japón, han organizado un ciclo denominado “Kiyoshi Kurosawa: una revelación”, que se llevará a cabo desde mañana hasta el martes de la semana que viene, en la Sala Leopoldo Lugones, con copias enviadas especialmente al país por The Japan Foundation, de Tokio.
La muestra estará integrada por ocho films inéditos en Argentina de este joven realizador japonés, que súbitamente se ha convertido en la sensación de los principales festivales internacionales. Hasta hace poco más de dos años, Kurosawa era completamente desconocido en occidente, pero la difusión de Cure, primero en el Festival d’Automne de París, y luego en el Festival de Rotterdam, permitió descubrir a un cineasta tan prolífico como inclasificable. El año pasado, Kurosawa presentó tres películas diferentes respectivamente en Berlín, Cannes y Venecia, la triple corona de los festivales internacionales. Al mismo tiempo, los festivales de Toronto, Hong Kong y Edimburgo se dedicaron a revisar su obra (que al día de hoy alcanza a veinte largometrajes), mientras que una nueva edición del Festival d’Automne de París le consagró ya una muestra monográfica.
Egresado con una rica formación teórica de la Rikkyo University de Tokio, Kurosawa se inició como asistente de Shinji Somai, uno de los más influyentes cineastas del cine japonés de los años ‘80. Cuando la mayoría de los nuevos directores de entonces tuvieron que llamarse a silencio por falta de financiación para sus proyectos personales, Kurosawa en cambio decidió seguir filmando como fuera y se refugió en el cine de género, con películas de yakuza (la mafia japonesa) y productos concebidos para el mercado de venta directa al video. En el marco de esta “serie B”, Kurosawa –admirador tanto del cine de Godard y Straub como del de Richard Fleischer y Sam Peckinpah– encontró un campo propicio para la experimentación formal, que después puso en práctica en sus films más ambiciosos, que tratan los desórdenes individuales y colectivos del Japón contemporáneo con una impresionante capacidad de abstracción.
El ciclo empieza mañana con La venganza-Una visita del destino (1997), un thriller serie “B” en estado puro, que hace del trillado tema de la venganza una excusa para una puesta en escena de un rigor geométrico digno de Fritz Lang. El miércoles le sigue La venganza-La cicatriz que no desaparece (1997), una secuela filmada a la par de la película anterior, jalonada por dobles y triples traiciones y en la que la yakuza aparece vinculada a grupos políticos de derecha. El jueves va Yo solo me basto-El héroe (1996), una comedia policial en la que el director aprovecha el género para arreglar cuentas irónicamente con el mundo de los yakuzas.
El fin de semana viene movido. El viernes se verá Cure (1997), donde un detective investiga terribles crímenes seriales vinculados a un extraño personaje con poderes hipnóticos. “Un film que trastoca todo el andamiajeinstitucional, psicológico y social y que confronta constantemente al espectador con su propia fragilidad” (Didier Peron en Libération). El sábado llega Apto para la vida (1998), la historia de un adolescente que sale de un coma profundo en el que estuvo sumido durante diez años y descubre que ya nada es igual a su alrededor. En la tradición del mejor cine japonés, un melodrama familiar, pero sin una familia, almenos formalmente constituida. Y el domingo va Charisma (1999), donde un árbol, que según unos segrega una toxina letal para el ecosistema y según otros es una especie única, a la que hay que preservar como sea en su feroz individualidad, se convierte en el centro de una confrontación.
La serie “B” retoma el lunes con El camino de la serpiente (1997), donde un hombre busca desesperadamente al asesino de su hija. “La pureza de La venganza se complejiza, el pesimismo se acentúa”, señaló Thierry Jousse en Cahiers du Cinéma. Finalmente, el martes 8 va Ojos de araña (1997), un film realizado simultáneamente con el anterior, con el mismo protagonista, pero distinto en su tono y estilo, con yakuzas en patines y un Padrino que se dedica a la paleontología.

 

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