OPINION
El dilema
delarruista
Por James Neilson
Durante
el Proceso los jefes de las Fuerzas Armadas se las arreglaron para que
virtualmente todos los militares se vieran involucrados en la represión
ilegal aunque sólo fuera por no haber denunciado delitos perpetrados
por otros. Fue su forma de cubrirse: pensaban, equivocadamente, que sus
sucesores civiles, conscientes de que no podrían enjuiciar a todos,
cohonestarían la autoamnistía. Del mismo modo, los grandes
corruptos se sienten protegidos por los muchos que temen que de desatarse
una purga ellos también caerían. Se trata de un mecanismo
defensivo muy eficaz: al difundirse la idea de que la corrupción
es "normal", son cada vez más los resueltos a sacar su
parte, por minúscula que sea, del botín y mayor será
la oposición a los intentos de perseguir a los ladrones.
Supongamos que sólo la mitad de las denuncias serias es acertada.
De ser así, una proporción notable de la clase política
nacional debería estar entre rejas porque son muchos los jueces,
funcionarios y legisladores que han sido acusados de disfrutar de un pasar
muy superior a lo que permitirían sus ingresos comprobados. En
efecto, son tantos que los interesados en ver aplicada la ley tienen que
elegir, de ahí los "emblemáticos" que, claro está,
pueden proclamarse víctimas de una "campaña política"
destinada a satanizar al peronismo en su conjunto. O sea, es cuestión
de otra maniobra urdida por el gorilaje. Ya lo están diciendo los
menemistas y no es inconcebible que se salgan con la suya. Por cierto,
su suerte dependerá más del poder político que conserven
que de la contundencia de las pruebas o de la capacidad de los fiscales.
A fines de 1983, el gobierno alfonsinista optó por enjuiciar a
los máximos responsables de los crímenes perpetrados por
el régimen militar aunque sabía que un resultado sería
que miles de asesinos y torturadores cebados quedaran sueltos. Dadas las
circunstancias, fue la solución menos mala, pero el desafío
planteado por la corrupción es mucho más complicado. Hasta
ahora, la Alianza ha dirigido sus cañones contra los integrantes
menos peronistas, y por lo tanto más vulnerables, del elenco menemista,
pero al avanzar las investigaciones sospecha que será obligada
a agregar el nombre de Carlos Menem a la lista de emblemáticos.
¿Disparará contra él? Si, a pesar de tener razones
para hacerlo, decide dejarlo en paz el operativo "mani más
o menos pulite" en marcha no servirá para mucho: la Argentina
seguirá siendo un país en el que el poder político
blanquea todo. Pero si ataca a Menem, podría desencadenar una "crisis
de gobernabilidad" de consecuencias sin duda nefastas.
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