Por Cledis Candelaresi Argentina y Brasil estrenarán hoy el nuevo régimen automotor consensuado que, según se ilusionó el gobierno de la Alianza, oficiaría como un poderoso estímulo para el sector. Sin embargo, terminales, autopartistas y, básicamente, los trabajadores del rubro, parecen lejos de tocar el cielo con las manos. La provincia de Córdoba ayer dio a conocer oficialmente un aumento de los despidos y suspensiones en las fábricas instaladas en esa provincia, donde la industria automotriz tiene gran peso relativo. Fuentes de Adefa admitieron a Página/12 que los 416 millones de pesos a invertir por Peugeot, exhibidos semanas atrás por el presidente Fernando de la Rúa como prueba de incipiente reactivación, estarán básicamente destinados a enjugar pérdidas y no expandir la empresa. Los propios fabricantes de autos admiten que en su conjunto, en el mejor de los casos, apenas podrán mantener el staff total de 22 mil empleados. Al menos para lo que resta del año, las automotrices no ven otra perspectiva que la de preservar la grilla actual, con el mismo nivel de suspensiones ya pautadas. Con el mercado interno tan deprimido que ni siquiera permite absorber todos los certificados del Plan Canje en circulación, no es muy promisorio el horizonte para que la industria realmente resucite tras veinte meses de producción en caída. El trabajoso acuerdo suscripto con Brasil da un poco más de certidumbre a terminales y autopartistas, que deberán ceñir su producción a dos reglas básicas, que alientan la producción local. Una se refiere a que el comercio bilateral será administrado hasta el 2004, lapso en el que cada país deberá exportar por un monto casi equivalente al que importe: si las terminales compran unidades a Brasil, están obligadas a venderle otras por un monto global similar. La otra norma clave ordena que al menos el 60 por ciento de cada vehículo deberá ser integrado con partes fabricadas en el Mercosur, de las cuales la mitad tiene que cubrirse localmente. Pero el aliento a la industria radicada en Argentina parece insuficiente, en parte porque para venderle a Brasil también hay que comprarle. En otro sentido, también es algo tardío. Atraídos por la mayor envergadura del mercado brasileño y los generosos subsidios estaduales, algunos autopartistas ya emigraron hacia el país vecino. Renault decidió producir allá todos los motores parte más valiosa de los vehículos para abastecer a todas sus plantas del Mercosur. Junto a Ford y Volkswagen, por ejemplo, la terminal francesa también resolvió producir a ambos lados de la frontera modelos que en algún momento había previsto producir sólo en Argentina. La Asociación de Fábricas de Automotores se esmera por demostrar que pone buena cara al mal tiempo, apostando a la resurrección del mercado. José Luis Raidy, su vocero, detalla las inversiones previstas: 60 millones de Renault, 100 de su controlada Nissan, 220 para la ampliación de Volkswagen y 152 de Ford. Los proyectos en parte se explican porque en el rubro automotriz, necesariamente, las inversiones deben ser resueltas con mayor antelación. A la lista habría que añadir los 416 millones que publicitó con bombos y platillos Peugeot. Sin embargo, una fuente de la propia Adefa admitió que estos fondos están básicamente destinados a cubrir quebrantos de la empresa. Algo similar ocurriría con una parte de los 300 millones que Fiat anunció oficialmente inyectará para fortalecer sus operaciones en Argentina. Según el comunicado, parte de ese dinero servirá para cubrir un programa de capitalización y, por lo tanto, no sólo inversiones expansivas. La idea es preservar el empleo. Pero todo está supeditado al mercado, es el descorazonador pronóstico del vocero de Adefa. |