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SE INAUGURO AYER EN FILADELFIA LA CONVENCION REPUBLICANA
El verdugo de Texas for president

El opositor partido republicano lanzó ayer su convención que proclamará el jueves oficialmente la fórmula George W. Bush y Richard Cheney para las presidenciales del 7 de noviembre.



Por Monica Flores Correa
Desde Nueva York

t.gif (862 bytes)  Con una determinación férrea, casi rayana en la obsesión, por recapturar la Casa Blanca después de ocho años de detestar también férreamente a Bill Clinton, el presidente demócrata en el poder, el partido republicano inauguró ayer la convención que el jueves proclamará oficialmente la fórmula George W. Bush y Richard Cheney como candidatos a presidente y vice. En el intento de lograr plenamente su objetivo y obtener no sólo votos correligionarios sino también los codiciados independientes y algunos de demócratas desilusionados, la dirigencia partidaria ha montado un espectáculo mediático que pivotea alrededor del discurso “moderado” de los principales protagonistas.
La convención promoverá el “conservadurismo compasivo”, algo que aparentemente tiene mucho que ver con cierta expresión facial de empatía y vaga solemnidad que pone George W. cuando repite sus slogans favoritos y mucho menos con las políticas que propone.
La convención es un espectáculo digno de esta época “virtual” y sus formas de hacer política, ya que nada es exactamente lo que parece ser o lo que los interesados dicen que es. De hecho, los delegados que se pasean por el inmenso auditorio decorado con globos blancos, azules y rojos y pantallas enormes dignas de Farenheit 451, la novela pesadillesca de Ray Bradbury, se encuentran a la derecha de los republicanos moderados. Según una encuesta publicada ayer por el New York Times, el 90 por ciento de estos militantes son predominantemente blancos y entre ellos sobreabundan los varones de mediana edad. Son, en su gran mayoría, abogados o ejecutivos de empresas. Y tienden a ser envidiablemente ricos: uno de cada cinco de los delegados estimó que su patrimonio personal podía valuarse en un millón de dólares o más. Casi todos se autodefinieron como “conservadores”. Y en cuanto a la “compasión” del slogan favorito de Bush Jr., los encuestados se inclinaron por que los excedentes presupuestarios –si los hay– se usen en recortes impositivos y no en fortalecer la solvencia del sistema jubilatorio o en la asistencia médica a los sectores más desfavorecidos.
También la compasión del presidenciable y de su vice muestra costados por lo menos dudosos. En sus años de representante en el Congreso, Dick Cheney tuvo un record de votaciones que hizo que Newt Gingrich, el pendenciero ex “speaker” de la Cámara de Representantes y líder de la llamada revolución conservadora de 1994, dijera recientemente que el ex ministro de Defensa de la administración Bush Sr. había demostrado “ser más conservador que yo” a la hora de votar políticas. Entre algunas decisiones clave de Cheney recordadas con fruición por la prensa y por sus rivales demócratas figura votar en contra de las leyes que prohíben la discriminación en la vivienda, contra la prohibición de las armas de fuego que no contienen suficiente metal como para ser percibidas por los detectores de metales y, la más mencionada estos días, contra una moción que pedía la liberación de Nelson Mandela.
En cuanto al propio George W., su autopromocionado conservadurismo compasivo entra en conflicto con el número de ejecuciones, por encima de cien, que autorizó en los cinco años como gobernador del segundo estado más grande de la Unión. En realidad, semejante record lo acerca más a la figura del “verdugo de Texas”, que a la imagen de espíritu misericordioso que publicita empeñosamente.
A los norteamericanos, sin embargo, no parece impresionarlos mucho la contradicción. Inclusive, han dado señales de que estarían dispuestos a comprar en noviembre el paquete atado con la cinta de la compasión que ofrece el equipo “Bush presidente”. Por ahora, las encuestas le dan a George W. una ventaja de hasta 14 puntos por encima de su rival Al Gore (Gallup) en las elecciones presidenciales del 7 de noviembre y estaría consiguiendo el “milagro” de capturar el voto femenino, cerrando así la brecha de género que suele atormentar a los republicanos en las elecciones. Según una encuesta de la cadena NBC, 42 por ciento de las mujeres interrogadas se inclinaron por el gobernador de Texas y 41 por ciento se pronunciaron en favor del demócrata Gore.
Irreductibles en su decisión de proyectar la “moderación” desde el podio, la lista de oradores de la convención ha sido cuidadosamente elegida. Desde la sonriente e insípida Laura Bush, esposa del candidato que pronunciaba ayer su discurso a la hora de cierre de esta nota, pasando por el por-todos-reverenciado Colin Powell e incluyendo al muy popular veterano de Vietnam John McCain, que casi destronó a Bush en las primarias, los oradores que hablarán de aquí al jueves son personalidades que no provocan irritación a los ojos de eventuales votantes centristas.
Alguien notó estos días que en la lista casi no figuran miembros del Congreso. Por cierto, en este escenario teatral desprovisto de aristas extremistas, George W. y su gente no quieren recordarles a los votantes que alguna vez existió Newt Gingrich y los republicanos revolucionarios o Henry Hyde y los fanáticos del ‘impeachment’ a Clinton por el Sexgate de la becaria Monica Lewinsky.

 

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