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Por Silvina Friera ![]() Es la primera vez que cocinamos, ironiza Alarcón sobre algunas demoras y ciertas ![]() La historia de los berberechos al ajillo permite al actor moverse por el previsible andarivel del doble sentido, sobre todo cuando describe las diferencias existentes entre el macho y la hembra. En el imaginario de las comidas populares no podía faltar la polenta con pajarito, comida barata y generosa. Y, en la visión de Alarcón, misógina por ser un plato de hombres para hombres. Los textos de Nine (adaptados por Alarcón) apuntan al corazón de la cocina, con un riguroso trabajo de investigación histórica. La investigación incluye las épocas del imperio napoleónico (la mano en la panza de Bonaparte obedecía a que tenía úlcera), que catapultó a la cocina al status de arte culinario, y las de la Revolución Francesa, cuando las cocinas eran como fábricas que nunca se apagaban. La puesta de Héctor Malamud no logra profundizar en la comicidad de los textos. La descripción de la inmensidad de la pampa y del encuentro del gaucho con la vaca, que fue un amor a primera vista, introducen el tema de la carne en la cultura argentina. A parti de allí, los invitados escucharán la delirante historia de la vaca, víctima de su popularidad, tan perseguida y mutilada, que perdió la posibilidad de decir mu. El Matadero (de Esteban Echeverría) oficia de nexo para este capítulo que une las tradiciones gastronómicas con la historia de la vida política nacional. Los argentinos odian la lechuga, el tomate y desprecian en general los vegetales, enumera Alarcón. Al final se reserva un lugar para el fenómeno de la fast food. ¿Qué tendrá que ver el argentino con esto?, pregunta el actor. Estamos en épocas de grandes cambios, de comidas demasiado rápidas y digestiones demasiado lentas, se contesta.
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