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�Behind the Music�, los trapitos 
más sucios de las stars del rock

El ciclo de MTV es un áspero recorrido por la vida privada de los músicos, en primera persona y regodeándose con sus tropiezos.

Ciclo: Es casi obligatorio que la estrella se emocione cuando recuerde su descenso a los infiernos y, por supuesto, su posterior salida exitosa.

Iggy Pop es para el ciclo un personaje muy difícil de tratar.


Por Julián Gorodischer 

t.gif (862 bytes) Ver a las estrellas de rock en el confesionario es un buen banquete, y a ellas parece encantarles escarbar en lo peor de su pasado. En �Behind the Music� (MTV, lunes a jueves a las 21) lo hacen con saña: se detienen en accidentes, adicciones, fracasos amorosos y rechazos de público y crítica. Podrán cambiar los nombres, pero siempre se mantiene el efecto catarsis de estos relatos en primera persona: revelan el costado oscuro que aparece cuando los focos se apagan.
Los mejores capítulos no son los de los grandes nombres. A Sting, Madonna y Lenny Kravitz se los conoce demasiado, y ya no sorprenden con sus anécdotas. Para eso están los segundones, que siempre tienen algo nuevo que contar. Algunos murieron, y �Behind the Music� ofrece material de archivo de entrevistas y actuaciones. No se guardan nada: Rob Pilatus, del grupo Milli Vanilli, admite haber fraguado sus actuaciones. Lo dice, llora y se arrepiente. Poco después se suicidaría. En la emisión dedicada a Selena, Yolanda Saldívar .-la fan que asesinó a la cantante� habla desde la cárcel. No tiene registro de lo que hizo: se refiere a su admirada como si estuviera viva, y nadie la cuestiona. La idea no es que la cámara se convierta en juez: es más rico dejar hablar y que los personajes se expongan por completo. La que surge es la contracara de los videoclips, el fango que ensucia el brillo del show business. 
Hay historias menos tortuosas, pero igualmente revulsivas. Elton John recuerda su fascinación por las plumas y los discos de divas, que su padre le quemaba. El músico mira hacia atrás para ver una infancia torturada, muy lejos del astro que es hoy. Iggy Pop es retratado por sus compañeros del grupo The Stooges como el �descontrolado permanente�. Sus músicos abren paso a la cascada de anécdotas de Iggy: el ebrio, el drogadicto, el que se untó el pecho con manteca o el que escupió sangre en el escenario. Iggy no ensaya un descargo; sólo sonríe, pero no se enoja. La �buena estrella� debe tener un tono provocador, y nunca justificarlo. Por eso, frente a estos personajes, �Behind...� parece recalcar que son muy diferentes del resto de los mortales. Ellos aceptan las reglas de ese juego.
En el programa, toda entrevista que se precie de eficaz debe retroceder a �la etapa miserable� del famoso de turno. Es casi un rito obligado que el cantante se emocione cuando recuerde su descenso a los infiernos y, por supuesto, su posterior salida exitosa. Shania Twain, que fusiona pop y música country, revive el accidente de sus padres. Quedó huérfana a los 20, y se empañó su mejor momento. Es, con certeza, un excelente personaje para �Behind the Music�, que rinde culto a la frase �No duraría demasiado...�. Porque, deprimida, Shania comienza a bajar el nivel de sus shows, a tomar decisiones erradas. El público empieza a darle la espalda cuando todavía no elabora el luto. Pero un amor .-el gran redentor que se repite en la vida de estos artistas� la ayuda a reconstruirse. También Cher tiene, en su capítulo, un momento doloroso para contar. Es la muerte de Sonny Bono, su pareja y compañero de escenario en sus dorados 70. Pero nunca el relato puede concluir en el dolor: es sólo una transición para reseñar el éxito de �Believe�, el hit que la devolvió al primer plano.
Y, por supuesto, �Behind...� tiene un espacio para el rescate de los olvidados. Como en �The E True Hollywood Story�, hay un paladeo sobre las historias de fracasados. El testimonio de los Duran Duran o los ex Culture Club tiene un tufillo a esplendor y derrota, que siempre funciona a la hora de emocionar. Esa crónica de los estadios repletos, boicoteados por adicciones varias y peleas internas, es el molde para que una buena historia esté lista. Lo que viene después es muy sencillo: el rostro en primer plano, la lágrima fácil, el hit de otros tiempos sonando de fondo y el relato del ex ídolo para dar rienda suelta a la melancolía.1 de agosto de 2000 

 

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