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EL CRIMEN MAFIOSO DE LA MUJER DE RETANA
El dealer acusó a la policía

Tras la declaración de la testigo protegida ubicada por Página/12, el narco se quebró y habló. Un comisario entre los sospechados.

La testigo que habló con este diario fue trasladada con su familia.

Merca: Bologna ratificó que pagaba 600 pesos mensuales a la policía para poder vender �merca� y que el disparo iba dirigido a él.


Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) La declaración de la testigo protegida ubicada por una investigación de Página/12 �y que se sumó a la causa en la que se investiga el crimen de Mónica Oyarbide, esposa de uno de los asesinos de José Luis Cabezas� produjo un quiebre en una red de narcotráfico que habría sido controlada desde la Comisaría 3ª de Los Hornos. La testigo ya había dicho que los policías mataron a la mujer del �hornero� Héctor Retana después de una larga discusión con los �narcos� por una coima impaga. Tras su testimonio, Fabio Bologna, uno de los �dealers� extorsionados, se decidió a declarar ante la Justicia: ratificó que los policías de la 3ª le cobraban 600 pesos por semana para dejarlo vender �merca� y que el tiro que terminó en la cabeza de Oyarbide iba dirigido a él, como un escarmiento de los bonaerenses por no haber abonado a tiempo ese permiso de venta. Por el crimen de Oyarbide está detenido el subcomisario Jorge Carreras. Sus compañeros de la 3ª podrían tener lo suyo el miércoles, cuando se realice una rueda de reconocimiento en la que deberá posar hasta el comisario de la seccional, Gregorio Soloa.
El próximo paso de la investigación judicial es dar con el resto de la banda policial que integraba la red de narcotráfico que habría participado del asesinato de Oyarbide. Para ello, el fiscal Víctor Violini cuenta con los testigos protegidos: los más importantes son la mujer entrevistada por este diario y el dealer quebrado que también se acogió al Programa de Protección de Testigos. El miércoles podrán señalar en rueda de reconocimiento a los hombres que en la madrugada del 17 de junio estuvieron en la calle 142 a bordo de la camioneta blanca de la Comisaría 3ª. En el caso del subcomisario Carreras, ya fue imputado por la testigo protegida y su marido como uno de los que estuvieron allí, y está detenido acusado de homicidio. El dealer Bologna ya declaró que uno de los policías a quienes entregó 600 pesos �la cifra que debía pagar semanalmente� era Carreras. 
Entre los que están en la mira de la Justicia el de mayor rango es el comisario Soloa, cuyo aspecto físico se correspondería con el descripto por los testigos como uno de los que también integraba la red de protección. Lo siguen todos los integrantes de la Patrulla de Calle de la 3ª: el oficial Juan Vázquez, el sargento Luis Rossino y el suboficial Alejandro Pérez. Si son identificados, el fiscal pedirá que se los procese también por extorsión e incumplimiento de los deberes de funcionario público. Ayer, Violini elevó a la Justicia federal una copia de las actuaciones para que se instruya una causa por tráfico de drogas. 
El hecho que comenzó a minar la red de protección a los narcos de Los Hornos fue la muerte de la mujer de Retana. Hasta esta semana, ese crimen se explicaba con una hipótesis con un leve asidero: un ajuste de cuentas entre dos bandas de narcotraficantes. En esa causa, Bologna había declarado dos veces con diferentes versiones. En su segundo testimonio, en la Comisaría 3ª, el dealer reconoció su actividad y dijo que un cliente que se quejaba porque le �había vendido falopa trucha� quiso matarlo de un tiro, pero le dio a su amante, Mónica Oyarbide. De esa manera, habría conseguido continuar con su negocio. La testigo protegida le dijo al fiscal que en la madrugada del domingo 18, a menos de 24 horas del asesinato, la misma camioneta policial regresó a la casa de los narcos, esta vez en paz, como si nada hubiera pasado. También aseguró que volvieron los autos caros al barrio más populoso de La Plata.
Ahora, los testigos protegidos en la causa que investiga Violini son cuatro: a la mujer que entrevistó este diario y su marido se le agregaron el �dealer� Fabio Bologna y uno de sus hijos, conocidos como �los Melli�. �En lo central, las declaraciones de los testigos coinciden: el problema era el pago de 600 pesos semanales a diferentes policías de la Comisaría 3ª a cambio de la impunidad para vender cocaína�, le dijo ayer a este diario el fiscal Violini. Luego, hay algunas diferencias en cuanto a los detalles de la muerte de Mónica Oyarbide. La mujer y su marido contaronque vieron y escucharon discutir durante una hora y media a tres policías que llegaron, con un cuarto al volante, a la casa de Bologna. �Vos sabías que tenías que tener todo para hoy�, reprochaba Carreras. �Mirá que te cortamos la cabeza, Mono.� Según la testigo, a los 20 minutos la misma camioneta regresó a la cuadra y uno de sus ocupantes disparó. 
En su nueva, y aparentemente definitiva versión, Bologna le dijo al fiscal que desde mediados de abril era coimeado por policías de la 3ª. �La primera vez vino un civil y me compró un papel. Cuando se lo había vendido, me dijo que era poli�, contó el dealer. Después habría aparecido un segundo policía que confirmó la propuesta de su colega y le advirtió al vendedor: �Te tenemos filmado�. Para el 17 de junio, Bologna reconoce que él ya estaba harto de entregar los 600 pesos de coima y que venía atrasado en los pagos. Por eso habría sido la discusión. La diferencia con el relato de la testigo protegida es que Bologna asegura que la camioneta blanca de la 3ª estacionó frente al portón de rejas de su casa de manera que sólo pudo ver la punta y no a quien quedó adentro. �Asegura que bajaron dos policías a quienes él reconoce como los que le hicieron la cama, junto a un civil llamado Chipa�, reveló el fiscal. �¡Pegale un cuetazo a este hijo de puta!�, le habría dicho uno de los bonaerenses al tal Chipa, un cliente ocasional de Bologna �acostumbrado a vivir en la línea gris entre ladrones y canas�. Pero se equivocó y la bala dio en la mujer del hornero, un error tremendo para los dos bandos.

 

 

La carrera de Carreras

Por C.A.
Acusado de homicidio simple por la muerte de Mónica Oyarbide, el subcomisario Jorge Fernando Carreras es un hombre con cierta experiencia en la Policía Bonaerense. Clase 61, domiciliado en 167 y 519, dueño de una Browning 9 mm, Carreras es el mismo hombre al que recuerda Rosa Bru, la madre de Miguel, el joven torturado y asesinado en la comisaría 9ª de La Plata. �Fue uno de los responsables del encubrimiento durante la primer etapa de la causa en la que sólo se dedicaron a investigar a la víctima�, le dijo ayer Rosa a los periodistas que esperaron a Carreras en la puerta de los Tribunales de la Calle 7 cuando salía de declarar ante la Justicia. Miguel Bru desapareció el 17 de agosto de 1993. En esa época Carreras era oficial principal de la comisaría de Villa ArgÜello de Berisso, donde se instruía la búsqueda de paradero del estudiante. Firmaba cada una de las declaraciones iniciales, incluida la que hizo la novia del joven, Carolina Villanueva, en la que se omitió que Bru era hostigado hacía meses por la Patrulla de Calle de la 9ª. Pero la perla del subcomisario quedó en la foja 96 del expediente: allí dejó constancia de los antecedentes policiales de Guillermo, el hermano de 17 años de Miguel Bru. Carreras informa que el chico estuvo preso por asociación ilícita y robo calificado reiterado en la misma comisaría donde mataron a su hermano, delitos por los que nunca se lo acusó. 

 

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