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�TESORO MIO�, DE SERGIO BELLOTTI
El robo del siglo

Inspirada en el famoso caso del subtesorero Fendrich, la película
protagonizada por Gabriel Goity, Edda Bustamante y Victoria Onetto se mete en la vida de un hombre común, hastiado de que nada pase.

Goity es Carlos Dietrich, personaje inspirado en el famoso ladrón.


Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) Con una lombriz retorciéndose a la luz del día. Así comienza y termina Tesoro Mío, ópera prima de Sergio Bellotti basada en un guión de Daniel Guebel premiado por el INCAA. Bautizado en un principio Los aventureros de Rosario e inspirado por el caso Fendrich (el subtesorero que un lustro atrás se robó el dinero que debía custodiar), finalmente poco tiene Tesoro Mío de Rosario y del caso Fendrich. Anacrónicamente ambientado en pueblo chico, pero con infiernos urbanos explotando en vidas cerradas, el film de Bellotti recorre vida y frustraciones de un Carlos Dietrich cuyo apellido recuerda a la vida real, pero hasta ahí llegan las comparaciones. Porque el único robo que importa en Tesoro Mío es el de una cotidianidad que se descompone ante la mirada impasible de Dietrich, subtesorero a la custodia de un tesoro que no parece importarle a nadie.
El relato de la vida robada de Dietrich comienza en un hotel alojamiento, donde retoza junto a una joven compañera de trabajo. La escena siguiente lo mostrará deslizándose en su cama matrimonial, tratando de no despertar a su cónyuge. De ahí en adelante, todo debería ir cuesta abajo para Dietrich, impasible (e imposible) galán de pueblo chico que parece estar ausente de todo. Con Gabriel Goity como Dietrich, Edda Bustamante como su esposa engañada y Victoria Onetto como su amante, Tesoro Mío es un fresco de la clase media argentina en decadencia que recurre a la mejor tradición del costumbrismo local a la hora de develar sus miserias. Que son las mismas de un film al que, pese a tanta contemplación, le nacen los gritos y las puteadas del mismo lugar donde se subrayan las frases hechas. 
Con la sex symbol Bustamante olvidando su interesante amague de esposa engañada para pasar a seducir cual Coca Sarli, y Onetto segura desde su lugar de ingenua amante despechada, el film de Bellotti queda atrapado entre la chirriante estética de sus planos firmados por Esteban Sapir (el brillante director de Picado Fino, trabajando aquí para su currículum y no al servicio de la película) y un desfile de personajes secundarios que van atrapando al protagonista y llenando su vacío. Y es así como, de la misma manera que la vida de Dietrich se va anestesiando en cada una de sus escenas-renuncios, Tesoro mío se resigna a abandonarse a un devenir de escenas llenas de frases que terminan tomando por asalto un film que comienza intrigando, pero termina abrumando, con el rumbo perdido. 
Entre el esteticismo formal de cada encuadre y el por momentos exagerado grotesco de unos personajes con el demonio del peor cine argentino metido en el cuerpo, el tiempo muerto de la vida de Dietrich termina llenándose con un sinfín costumbrista que �más allá de cualquier podredumbre� le gana a cualquier otra lectura de una vacía cotidianidad que remata en el robo. Que terminará sucediendo �y he aquí elpecado final del film� más porque así debió ser desde aquel guión con el que comenzó todo, que por la lógica interna del film. Un film que hubiera necesitado una mano un poco más decidida y un devenir algo más homogéneo a la hora de cincelar su infierno privado.

 

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