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Un festival que se mantiene joven
de espíritu, a pesar de los años

Es uno de los más prestigiosos y antiguos del mundo, junto con Venecia, Berlín y Cannes. Este años ofrecerá esperados (y polémicos) estrenos.

�Baise-Moi� (derecha) provocó gran revuelo en Francia.
El talentoso hongkonés Fruit Chan presentará �Xilu Xian� (abajo).

Por Luciano Monteagudo
Desde Locarno

t.gif (862 bytes) Este año cumple 53, pero parece nacido ayer. Fundado en 1946, el Festival Internacional de Cine de Locarno (que comenzó el miércoles y se extiende hasta el sábado 12) es, después del de Venecia, el más antiguo del mundo, seguido muy de cerca por Cannes y un poco después por Berlín. Pero a diferencia de sus compañeros cincuentones, que con los años se volvieron no sólo inmensamente prestigiosos sino también un poco pesados �en estructura, en burocracia, en cantidad de películas�, Locarno en cambio se ha mantenido increíblemente joven de espíritu, al punto que desde hace tiempo es reconocido como el lugar de encuentro para las nuevas tendencias, los descubrimientos y las fulgurantes revelaciones.
Ubicado al pie de los Alpes suizos y sobre las costas de Lago Maggiore, en el cantón italiano de Ticino, Locarno ha sido el festival que dio a conocer al mundo cineastas de la talla del iraní Abbas Kiarostami, el hongkonés Wong Kar Wai, el chino Chen Kaige y el ruso Aleksandr Sokurov, por citar sólo un puñado de los realizadores que tuvieron su plataforma de lanzamiento aquí antes que en ningún otro lado. La reputación de Locarno como cazatalentos se remonta a sus primeros comienzos, cuando en la inmediata posguerra aparecieron por el festival cineastas luego fundamentales para la historia del cine europeo como Roberto Rossellini e Ingmar Bergman, pero ha sido sobre todo en la última década, bajo la dirección del crítico Marco Müller (quien hasta 1991 piloteó el Festival de Rotterdam), que la muestra ha ganado una notoriedad incuestionable, particularmente como pionera en la difusión de los nuevos cines orientales. �La mayoría de las nuevas tendencias en el cine mundial convergen y se confrontan en Locarno�, afirma desde las páginas de Le Monde el crítico Jean-Michel Frodon. Y la presencia de más de 1110 periodistas de todo el mundo y unos 4000 profesionales del cine (entre realizadores, productores y distribuidores) parece confirmar el interés creciente que despierta en el panorama cada vez más competitivo de los festivales internacionales.
Como todo gran festival, Locarno tiene múltiples secciones, con la competencia oficial al frente de la muestra. Tradicionalmente dedicado a primeros y segundos films, como una forma de impulsar el descubrimiento del cine del futuro, en 1996 el concurso se abrió también hacia aquellos realizadores que tenían más obra a sus espaldas, pero que aún no habían recibido un suficiente y palpable reconocimiento internacional. Este año, diecinueve películas de quince países pelearán por el Leopardo de Oro al mejor film, entre ellas las nuevas y esperadas realizaciones del hongkonés Fruit Chan (el mismo de The Longest Summer, presentada en el último Festival de Buenos Aires) y Naomi Kawase (la directora japonesa consagrada en Cannes �97 con la Cámara de Oro por Suzaku). También en competencia está Baise-moi (literalmente �Cogeme�, en francés), la controvertida ópera prima de la escritora parisina Virginie Despentes, que con sus escenas de sexo explícito y extrema violencia acaba de provocar un escándalo mayúsculo en Francia, donde la película fue virtualmente prohibida. Según declaró Müller en la conferencia de prensa de lanzamiento del festival, la audaz decisión de incluir Baise-moi en competencia responde no sólo a probar las reacciones del público de la muestra ante un film fuera de norma sino también �para desafiar a todos los comités de censura del mundo, que querrían ver películas como éstas relegadas a cines porno o a siniestros corredores de los ministerios�. Directo.
Una de las particularidades de Locarno es la de sus espectaculares proyecciones nocturnas a cielo abierto, en la Piazza Grande, donde las películas se exhiben en una pantalla gigantesca ante un público que supera las 8500 personas. Habitualmente dedicada a los films fuera de concurso, la plaza es el marco imponente donde se pueden ver las últimas novedadesde directores como el británico Terence Davies (The House of Mirth; sobre la novela de Edith Warton), el norteamericano Bryan Singer (X-Men) y el holandés Paul Verhoeven (Hollow Man, con Kevin Bacon y Elizabeth Shue), como corolario de una retrospectiva dedicada a su obra.
Hablando de retrospectivas, Locarno, cuyas muestras de revisión son casi tan famosas como las de la Berlinale, tiene este año el ciclo más completo que se haya organizado sobre la historia oculta del cine soviético, con decenas de films exhumados de las bóvedas secretas de Goskino (el desaparecido Ministerio del Cine) y que verán la luz por primera vez en el festival, en algunos casos a más de sesenta años de haber sido realizadas.

 

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