Por Raúl Kollmann
�Estoy presa en la Argentina por ser colombiana, porque quieren juzgar al fantasma de Pablo Escobar y porque quieren hacer creer que Argentina combate el narcotráfico�. Con estas palabras, María Victoria Henao Vallejos, la viuda del que fuera el narcotraficante más poderoso del mundo, habló por primera vez desde que está en una cárcel argentina. Fue acusada por el juez Gabriel Cavallo de ser la jefa de una asociación ilícita supuestamente dedicada al lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Su procesamiento y prisión preventiva fue confirmada por la Cámara Federal, según ella �sin siquiera leer la causa�. En un dramático diálogo con la revista colombiana La Semana, Henao Vallejos sostiene que es un chivo expiatorio. La entrevista no fue publicada en el semanario, aunque aparecerá en su página de Internet.
�¿Por qué decidieron vivir en la Argentina?
�Mi sueño como mamá era estar en un lugar que nos permitiera construir nuestro propio futuro. Después de recorrer algunos países quedamos a la deriva. El destino nos llevó a probar suerte e hizo que arribáramos a territorio argentino el 23 de diciembre de 1994.
�¿Fue ayudada por el gobierno de Menem?
�No tuve ningún contacto con nadie, no pedí ni recibí ayuda alguna. El camino lo hice yo con el firme compromiso de enseñarles a mis hijos que la vida valía la pena de ser vivida. Ingresé como un ciudadano cualquiera.
�¿En cuantos países estuvieron antes?
�En cinco países. El que más nos conmovió fue Mozambique. Al descubrir en él su terrible realidad me di cuenta de que todos carecíamos de la fortaleza suficiente para reconstruir allí nuestro hogar.
�¿Cuál fue el momento más difícil antes de llegar a Argentina?
�Cuando elegimos partir, en vísperas de Navidad, al encontrarme en el aeropuerto de Maputo sin un país, sin un destino, rechazados por el mundo, sin saber hacia dónde partir.
�¿Cómo era su vida en Argentina? ¿A qué se dedicaban?
�Por primera vez, a mis 33 años, logré sentirme libre del estigma del
apellido que traíamos tatuado mis hijos y yo. Comenzamos a vivir una vida que nos era desconocida en Colombia. Mi hija iba al colegio en el transporte escolar; mi hijo comenzó su carrera como diseñador industrial. Yo me sometí a tratamiento psicológico, hice cursos de decoración y arquitectura que han sido mi actividad usualmente, estudiaba inglés y en el �99 comencé a estudiar una carrera para ser acompañante oncológico. Le agradecíamos a Dios por cada paso que dábamos en libertad. Fuimos muy felices siendo nadie. Después de tantos años de terror creí que mis hijos y yo habíamos alcanzado al fin la paz tan anhelada y la libertad.
�¿Cuándo comenzó todo el problema judicial que hoy enfrentan? ¿Quién y por qué descubrió su anterior identidad?
�En 1995 conocí al contador Juan Carlos Zacarías, que se enteró, aún no sé cómo, de mi anterior identidad en el �97. Conmovido con nuestra historia, él eligió continuar la relación laboral conmigo y nos brindó su amistad. Luego cambió radicalmente y empezó a pedirme reiterados aumentos de sueldo. Nos presionaba psicológicamente con lo de la identidad. A principios de diciembre del �98, el canal People & Arts emitió un documental sobre la vida de Pablo Escobar. Nos ausentamos temporalmente para evitar ser reconocidos y esperar alguna reacción. Al partir, le dejé a Zacarías poderes y papeles firmados en blanco para que pudiera continuar con mi trabajo. Los únicos que reaccionaron fueron Zacarías y dos empleados de Studio Center, su inmobiliaria, Carlos Marcelo Gil y Oscar Alberto Lupia, simulando la venta de dos propiedades, traspasándolas aestos últimos y usando los documentos en blanco para justificar su proceder ante la Justicia.
�¿Cómo se sintió, cuál fue su reacción?
�Me sentí defraudada ante la traición de mi asesor contable. Sentía que esa paz que habíamos logrado se esfumaba. Busqué abogados que me asesoraron para evitar que mi contador lograra completar su defraudación. En marzo del �99 yo denuncié ante la Justicia esta estafa; los jueces encontraron evidencia contundente y tomaron medidas para evitar que Zacarías siguiera estafándome. Luego, para proteger nuestras vidas, escribí unas cartas que relataban paso a paso lo que me hacía Zacarías, las firmaba y las depositaba en distintas escribanías de Buenos Aires.
�¿Qué más dicen esas cartas? ¿Cuántas escribió?
�Las cartas revelan que fui amenazada y extorsionada por Zacarías y su abogado, el doctor Víctor Stinfale. Durante las mediaciones que Zacarías me solicitó, el doctor Stinfale me dijo: �Si usted no accede a nuestras pretensiones económicas y si continúa con los procesos que ya inició ante la Justicia, yo la saco del tablero, le armo un escándalo público y le invento una causa por narcotráfico; usted es la viuda de Escobar y la prensa y la Justicia me van a creer a mí, nunca a usted�. Hoy soy víctima de aquellas palabras. En la causa consta que deposité alrededor de ocho cartas, seis o siete meses antes de que se me iniciara este montaje, pues fueron encontradas en los allanamientos junto con casetes donde yo grababa las amenazas. Más de nueve personas declararon confirmando este hecho. Además, en abril del �99 viajé a Colombia y ante la Fiscalía denuncié todo lo que me estaba sucediendo, les dije a qué actividad me dedicaba en este país. El juez Cavallo encontró copia de dicha declaración.
�¿Cuál fue el momento más duro desde que se inició todo este proceso?
�Estos dos últimos años de amenazas, extorsión y pánico. Lo peor fue cuando la Justicia encarceló a las víctimas y dejó de lado los delitos que contra nosotros se habían cometido, pues el apellido Escobar suena más que el de Zacarías. Aquí se pretende juzgar en cabeza mía y de mi hijo la imagen pública que tuvo Pablo Escobar a casi seis años de su muerte.
�¿De qué acusaron a su hijo Sebastián? ¿En qué terminó ese proceso?
�Fue detenido por falsedad de documentos y lavado de dinero, delitos excarcelables en Argentina, pero sólo mes y medio después del avance de la investigación fue liberado al no encontrarse pruebas en su contra. Lo acusan por el delito de ser colombiano y por ser portador del virus Escobar.
�¿Qué reacción tuvieron los amigos y las personas que estaban a su alrededor en Argentina cuando se enteraron de su anterior identidad?
�A mi hija no la recibieron en su colegio. Esto me dolió más que mi encierro, pues aun cuando todo el grupo de alumnos se solidarizó con ella no podía creer que docentes y padres culparan sin reflexión a mi hija por el flagelo actual del narcotráfico. Con esa actitud la convirtieron en prisionera de un pasado en el que no participó. ¿Qué más deben pagarle mis hijos a la sociedad para poder acceder a sus derechos básicos? ¿Qué daño le hicieron ellos al mundo? ¿Acaso pudieron ellos elegir a sus padres?
�¿Cómo la ha tratado la Justicia argentina?
�Me tienen secuestrada, me acusan de delitos que no cometí, me sindican de jefa de la asociación ilícita porque es lo único que les permite mantenerme en cautiverio. Yo de lo único que soy jefa es de mi hogar. Ni Zacarías respondía a mis órdenes. ¿Cómo pude yo escribir seis meses antes en cada carta todo el montaje que hoy estoy viviendo? El fiscal de la Cámara textualmente cuestiona el origen de la causa. En ocho meses de calvario no ha llegado ni una sola prueba en mi contra, al contrario, autoridades internacionales, como Interpol y otras más, le responden a Cavallo que no tienen antecedentes contra nosotros. Yo hice todo a mi nombre porque nada tengo que esconder. Siempre he estado dispuesta a queme investiguen y he colaborado para que todo se aclare lo antes posible. Aquí juzgan al espíritu de Pablo Escobar y a sus fantasmas, pero creo que la justicia divina ya se encargó de eso.
�¿Qué pruebas tiene la Justicia argentina?
�Que me casé a los 16 años, en 1976, con una persona llamada Pablo Escobar. Que legalmente cambié mi identidad y la de mis hijos para poder vivir en paz en algún lugar del mundo. Que soy colombiana. Que me extorsionaron, amenazaron y estafaron y que cumplieron con las amenazas de armarme una causa. Que vine a trabajar aquí honestamente sin ocultar nada. Que consideran ilícito que yo haya contratado los servicios profesionales de abogados colombianos para defender en nombre de mis hijos y ante la Justicia colombiana los casos en los cuales se discute en derecho los bienes que en vida de mi esposo les fueron dados a ambos. La Justicia argentina no tiene jurisdicción para decidir sobre el tema, ningún bien nos ha sido devuelto, hace 13 años están en poder de las autoridades y punto. El hecho de que yo discuta eso en el ámbito legal no me convierte a mí, ni a mis hijos, en delincuentes. La Cámara confirmó los procesamientos, pero la causa no fue leída ni analizada, pues de hacerlo todo el castillo de papel que se construyó a mi alrededor se derrumbaría.
�¿Cree que hay un interés político en su caso? ¿Por qué?
�Soy el chivo expiatorio ideal que necesitaría cualquier país para tapar su ineficacia en la lucha contra todo lo que parezca narcotráfico. El apellido entretiene a los medios de comunicación, al pueblo argentino y sobre todo a la comunidad internacional. Sacrificando a una familia inocente pueden decir en voz alta que Argentina es un país comprometido en la lucha contra el narcotráfico. Es una cuestión de imagen y bajo estas condiciones es difícil que se me juzgue con imparcialidad. Aclaro que no estoy acusada por narcotráfico, ni sufrí antes tal infamia en ninguna otra nación, pero a diario nos usan de ejemplo, como si fuéramos una pandilla.
�¿Cómo ven el futuro?
�Soñamos con el día en que nos reconozcan y nos juzguen por nuestros propios actos y no por los de Pablo Escobar.
�¿Piensan seguir viviendo en Argentina?
�Sí. A Colombia nunca regresaremos.
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