Por Susana Viau
y Eduardo Tagliaferro
En
los últimos meses, Carlos "Chacho" Alvarez debió
enfrentar una seguidilla de episodios de alta intensidad al moderar el
intento de ir hasta el hueso con la reducción salarial a los trabajadores
estatales y enfrentar a los senadores por los manejos prebendarios de
la política. Pero al mismo tiempo firmó en ausencia del
Presidente la desregulación de las obras sociales y defendió,
sin fisuras, la necesidad del recorte de los sueldos de los empleados
públicos. Ese movimiento pendular de fidelidad al Gobierno y resguardo
de la identidad de su fuerza le dio a la institución "vicepresidencia"
una densidad inédita. En la larga entrevista mantenida con Página/12
se reproduce esa dualidad: la defensa cerrada del proyecto de la Alianza
y, por primera vez desde el 10 de diciembre, una mirada autocrítica
hacia el interior de la gestión.
--Usted sostuvo que la solvencia fiscal no es suficiente para convencer
a nadie de la necesidad de construir un...
--...sueño.
--Una palabra muy sesentista, por cierto.
--Bueno... toda sociedad necesita un sueño.
--Lo de sesentista fue pensando en Martin Luther King.
--Uno le transmite a la sociedad un modelo de país con una visión
estratégica. Esto es lo que permite que una sociedad acepte limitaciones
y esfuerzos. Lo malo es cuando se convoca a una sociedad a hacer sacrificios
sin una visión estratégica de país, que es lo que
puede estar pasando cuando se habla del malhumor de la sociedad. La sociedad
sabe que no hay paraísos a la vuelta de la esquina, pero lo que
no se ha instalado con claridad todavía es el modelo de país
más justo, más equitativo, más solidario que se puede
construir. Y que implica también parte del sacrificio que hay que
hacer. Esto es lo que no está. Se confunde lo coyuntural --que
es el mal humor-- con la falta de expectativas, con cuál es el
proyecto.
--¿Y cuál es? Porque la escena la ocupa el equilibrio fiscal.
--La solvencia fiscal tiene dos abordajes. Un abordaje desde el liberalismo,
que en su visión más extrema era y sigue siendo "prescindamos
del Estado". Esos sectores pueden llegar a decir, con todo desparpajo,
que hay que achicar el gasto en 10 mil millones de pesos, que es lo que
gasta la administración central. Pueden llegar a concebir un país
sin Estado. El equilibrio fiscal siempre fue una bandera colocada en las
antípodas de la cultura progresista. El problema de la Argentina
es su grado de vulnerabilidad externa, estamos en una especie de calvario
fiscal porque somos un país que se recibe con una deuda externa
de 300 mil millones de dólares. La pregunta que se hacen los acreedores
todo el tiempo es si la Argentina podrá o no pagar. La solvencia
fiscal no debe ser un fin en sí mismo, pero de ella depende un
mayor o menor margen de autodeterminación. Lo cierto es que cuanta
más deuda, cuanta más dependencia de los capitales externos,
cuanto más altas sean las tasas de interés que pagamos,
más hiperdependiente y vulnerable es este país.
--El equilibrio fiscal no alcanza para forjar el sueño ni tampoco
para salir del cuadro de recesión y desempleo.
--Lo que tiene que funcionar es un círculo virtuoso de solvencia
fiscal, confianza, inversiones, crecimiento, empleo. Acompañado
esto de políticas activas. Lo que no se produce es un proceso de
inversiones que ayude a terminar de cerrar este círculo. Ya dimos
las señales fiscales, se mejoró la confianza, pero Argentina
no está en la agenda de las inversiones, a no ser en telecomunicaciones,
energía, minería y algo de turismo: no alcanza para ayudar
a construir un país donde entren todos los argentinos. En una sociedad
que está viviendo angustiosamente en el día a día
no es fácil instalar la idea de que un modelo diferente es posible.
Pero parece que tenemos invertidos los tantos y la solvencia fiscal es
el objetivo final. Eso no conmueve a la sociedad.
--El proyecto no está claro por un déficit en la comunicación
o por...
--Yo creo que es una tontería posmoderna creer que la comunicación
puede disfrazar la realidad, como estrategia. La comunicación,
a lo sumo, puede inventar un hecho, como en alguna película norteamericana.
--¿Mentiras verdaderas?
--Exacto, mentiras verdaderas. Creer que eso puede ser una estrategia
o que la realidad puede confundirse con el envoltorio, es ingenuo. Lamentablemente
puede haber quien lo esté pensando. Igual que la idea de que el
buen humor de los funcionarios va a transmitir buen humor a la sociedad,
más allá del impacto social de algunas decisiones.
--Entonces no cree que el Gobierno deba estar en campaña permanente.
--La falencia del Gobierno es no haber articulado todavía un conjunto
de medidas positivas ya tomadas y que marcan un cambio de tendencia respecto
del menemismo. Decisiones como la de Endesa, la primera medida antimonopólica
en la historia de este país; posiciones de dureza con concesionarios
privados, como las que llevaron a que Eduardo Eurnekian termine de pagar
el canon; la reforma de la carta orgánica del Banco Nación,
que nos permite prestarle a las pymes y no a las grandes empresas como
hicieron gobiernos anteriores que endeudaron al Banco en más de
800 millones de dólares; entrarle fuerte al PAMI, que fue una caja
negra; el desafío de que la desregulación del sistema de
salud no sea un negocio financiero para las empresas de salud privadas
y, al mismo tiempo, terminar con el manejo distorsionado de las obras
sociales sindicales. Hemos empezado a dar la batalla contra la herencia
del capitalismo que tuvimos en la Argentina durante los últimos
años, pero eso no está percibido porque lo que prevalece
es el sufrimiento de la gente, que no nace en estos últimos siete
meses.
--El tema de "la herencia" empieza a sonar a excusa.
--En la Argentina, estos argumentos han sido utilizados como un atajo
para explicar imposibilidades, resignaciones. Nosotros tenemos un límite:
el último índice de desocupación. La gente puede
entender que eso sea todavía producto de la inercia del modelo.
Pero de ahí en más lo que se evalúe será lo
que produzca el gobierno de la Alianza. Dijimos que en el segundo semestre
va a mejorar la situación, ahora hay que demostrar que eso se cumple.
--¿Los organismos internacionales fueron más tolerantes
con Menem?
--No es tan así. La tolerancia fue con el primer Menem, que ganó
confianza con la estabilidad y el desguace del Estado con las privatizaciones.
Los mercados le perdonaban todo a Menem por los negocios que se hicieron.
Esa fue una etapa de cierto jolgorio. Ahora cambiaron las reglas y, por
ejemplo, yo me estoy preguntando si esa prórroga que Repsol pide
hasta el 2027 para realizar inversiones tiene algún justificativo.
Que no vengan a especular ahora con que porque Argentina está en
una situación difícil se tiene que aceptar cualquier cosa,
sobre todo con un recurso no renovable como el petróleo.
--¿A qué Estado aspira usted?
--Si uno quiere construir un modelo nuevo en la Argentina, lo primero
que tiene que hacer es construir un nuevo tipo de Estado. Un modelo que
no se puede alcanzar si el Estado es un colador, si el Estado tiene esta
AFIP, si tiene esta Aduana, si tiene estos organismos de seguridad, si
tiene está SIDE. Si acá no se construye un Estado al servicio
de la gente, un Estado confiable, no se puede pensar en construir otro
modelo. Y para que haya otro Estado y otras instituciones tiene que haber
otra política, que es lo que a veces no se entiende.
--La Alianza condenó "la fiesta para pocos". ¿Quién
pagará la fiesta?
--Con la fiesta estamos terminando. La fiesta era un capitalismo de amigos.
Los amigos que no pagan los créditos que toman, los que hicieron
grandes negocios, los que seguramente cobraron grandes comisiones por
las privatizaciones que impulsaron. Eso empieza a terminarse. ¿Cuánto
se puede ir para atrás? Aunque no guste escucharlo, depende menos
de la política y más de la Justicia, de la Justicia que
tenemos, que es absolutamente insatisfactoria, que es uno de los grandes
déficit. La fiesta la tienen que pagar los que la protagonizaron,
los que se enriquecieron.
--Justamente. La gente se pregunta si no van a hacer nada con la Justicia.
--Las instituciones no se pueden transformar manu militari. Uno actúa
con la Justicia de este estado de derecho imperfecto que tenemos. Lo que
se hizo es crear un lugar muy objetivo, muy riguroso en términos
de profesionalidad en el que se puedan concentrar todas las denuncias
que había sobre la gestión anterior. No podemos decir que
es malo operar a los jueces cuando lo hacen los adversarios y es bueno
cuando lo hacemos nosotros. Es malo que haya una Justicia condicionada,
dependemos mucho de cuál va a ser la actitud de la Justicia en
esta nueva etapa. Hay que crearle condiciones para que pueda desenvolverse
con independencia, con estos jueces que tenemos, elegidos por el sistema
institucional. No los eligió el menemismo, pasaron por el Senado
y obedecieron a las relaciones de fuerza institucionales: una mayoría
política en manos del menemismo, una ingeniería política
que tuvo legalidad social porque salió de elecciones, en mayor
o menor medida. El cómo se cambia implica respetar la lógica
del estado de derecho.
--Ricardo Gil Lavedra asegura, sin embargo, que ahora hay una Justicia
independiente. ¿En qué momento se produjo esa transformación?
--Yo corregiría, diría que nosotros tenemos que generar
las condiciones para que pueda existir una Justicia independiente. Ahora,
¿estos jueces serán independientes? Esta es la pregunta.
--Más que la pregunta nos interesa la respuesta.
--Por eso digo: queda abierta. Si nos atenemos al comportamiento anterior,
no podemos ser optimistas. Yo lo traduzco a Gil Lavedra. Lo que quiere
decir es que ahora hay condiciones para que haya una Justicia independiente.
La Justicia tendría la oportunidad de ser independiente y debería
serlo. Sería un gran servicio.
--Además del PAMI, ¿dónde hay que, como usted dice,
entrar fuerte?
--Hay cosas que no están influidas por la globalización
ni por las amenazas externas. El sistema institucional lo construye una
dirigencia. Hay cuestiones que depende de nosotros cambiar. Tenemos que
construir una Aduana en la que no haya dumping, que no haya contrabando,
que no haya coima, que no sea un queso gruyère; una AFIP que le
cobre a quienes usan administraciones contables para eludir impuestos.
Eso no depende del FMI, del Banco Mundial, de la globalización
o de ningún imperialismo. Eso depende de la vocación de
transformación que tengamos nosotros. Yo quiero ver desplegar toda
la voluntad transformadora donde no hay restricciones. A veces uno es
pesimista porque ve poca voluntad de cambio donde no hay restricciones.
No hay restricciones, por ejemplo, para hacer que funcionen bien los organismos
reguladores. En cambio, unos piden que no se reduzcan los aportes patronales
de las empresas privatizadas y otros la no indexación de tarifas.
Pero eso no va a resolver nada mientras los funcionarios de los organismos
reguladores estén cooptados por las empresas, que es lo que pasa
en la mayoría de los entes de control que tiene este país.
Hay que generar reglas que ayuden a construir una sociedad moderna, que
funcionen para el débil y para el poderoso. De lo contrario, es
como pretender mandar a la Bonaerense sin autoridad moral.
--¿Se refiere a la autoridad moral de los políticos?
--Todo nos muestra que la Policía Bonaerense sigue funcionando
exactamente igual que siempre y los últimos hechos lo atestiguan.
Si el concejal roba en su municipio, no puede ser autoridad de conducción
de las fuerzas de seguridad. Si desde la Legislatura de la provincia de
Buenos Aires se financia la política espúreamente, no se
puede pretender desde ahí ponerle reglas a quien lleva un arma
y siente que tiene poder. De última, la policía ve que quien
tiene que controlarla y conducirla, participa de los mismos niveles de
corrupción que se le cuestionan a ella. --La decisión de
la Corte respecto de las escuchas ilegales no es un aporte para un cambio
de métodos.
--Eso es muy preocupante porque desde sus comienzos la democracia tiene
asignaturas pendientes con el funcionamiento de los organismos de inteligencia
y de seguridad. Sabiendo que se convive con personajes nefastos, haciendo
inteligencia para escuchar o espiar aspectos privados para operaciones
políticas, manejando discrecionalmente plata negra para operar
en política. La dirigencia tiene que dar cuenta de esto. Lo que
pasa es que los políticos sólo se quejan cuando les pinchan
el teléfono. La reforma hay que hacerla desde el oficialismo, es
ahora cuando hay que cambiarlo, ahora hay que hacerlo democrático.
Yo me temo que tengamos algunos que digan: "No, ahora utilicémoslo
nosotros. Todo lo que se hacía antes, ahora nos toca a nosotros".
Me preocupan algunos nombres, algunos procedimientos, algunas operaciones
políticas de las cuales incluso yo he sido víctima.
--Usted sospecha que Fernando de Santibañes no es ajeno a la operación
de prensa que comenzó con escuchas de conversaciones telefónicas
entre Carlos Menem y su hija Zulemita, y hace dos semanas apuntó
los cañones hacia usted y su vida familiar.
--No puedo señalar una persona, pero es una típica operación
de los servicios. Por eso creo que hay que comenzar de inmediato con la
transformación de estas estructuras. Insisto, eso es aún
una deuda de la democracia.
--Operaciones y plata negra no son monopolio de los servicios.
--No, un punto fundamental es la financiación de los partidos.
Algunos creen que ahora que tenemos que gobernar nosotros va a haber más
plata para la campaña. Por eso pusimos en agenda el tema del financiamiento
de los partidos políticos. Es ahora o nunca. Hay cosas que se deben
impulsar porque responden a las convicciones, aunque no convengan tácticamente.
Es lo que pasaba en este Senado, donde suponían que yo venía
a administrar al estilo de siempre. Me decían: "Ahora venimos
nosotros. Chacho, dame la misma cantidad de nombramientos que tenían
los menemistas". Querían que me quedara con los dos millones
de gastos reservados e hiciera lo mismo que los anteriores. Hay que pelear
contra una cultura, porque no hay mucha vocación de cambio en este
país. Hay muchos disfraces. Incluso compañeros nuestros
que hacen discursos progresistas, a la hora de actuar no lo hacen con
vocación de cambio. Terminan adaptándose a las situaciones
dadas.
--Se aseguró que había corrido dinero en el Senado para
aprobar la reforma laboral.
--Yo no lo conozco, pero hay que investigarlo. Fui diez años diputado
nacional, nunca estuve cerca de esa situación ni la vi, pero es
cierto que siempre se dijo que pasan estas cosas. Habiendo un periodista
que ha planteado esta cuestión hay que avanzar en la investigación
para determinar si ocurrió o no. Si fuera verdad, sería
un elemento de decadencia terminal.
--¿El Frepaso se diluyó en la Alianza?
--La sociedad está esperanzada en que este Gobierno le mejore la
vida. Las franjas más politizadas o del Frepaso me dicen que para
tener identidad hay que diferenciarse del Gobierno. Si soy la voz crítica
del Gobierno priorizando un perfil ideológico, este Gobierno es
inviable y esa sociedad que está esperando que esto salga bien
se verá frustrada. El conjunto de la sociedad está diciendo
que yo ayude al Presidente, que son cuatro años de mandato. La
gente está viviendo muy mal y por la calle me dicen: "Ojalá
les vaya bien". El "ojalá les vaya bien" no es cómo
atiendo a mi clientela o a mi perfil y desatiendo o soy indiferente a
la suerte del Gobierno. No estoy diciendo que estoy resignando ese perfil.
Tengo espacio para discutir las cosas que no me gustan y lo voy a utilizar.
Y, de última, nos van a achacar la misma responsabilidad en el
balance final. --Pero además de vicepresidente usted es el jefe
del Frepaso.
--La política está personalizada. El Frepaso depende mucho
de que Aníbal Ibarra le agregue cosas a la gestión de Fernando
de la Rúa en la ciudad. La gestión de De la Rúa fue
tan buena que le permitió ser votado y ser elegido cómodamente.
Ser el dirigente más representativo. Ahora está el desafío
de que Aníbal le agregue cosas a la gestión De la Rúa.
Por ejemplo, mayor equilibrio en la ciudad.
--¿A partir de ahora Ibarra tiene proyección nacional?
--Ser jefe de Gobierno de la ciudad le da una estatura muy importante.
Gobierna uno de los cuatro grandes distritos del país. Ese solo
hecho lo pone como un dirigente de envergadura nacional. Claro, también
dependerá mucho de la calidad de la gestión. Para el Frepaso
es muy buena esta oportunidad y aparte estoy seguro de que Aníbal
lo va a hacer bien. No es un planteo de diferenciarse por antagonizar
sino para darle a la política un valor agregado. Yo no luché
contra el radicalismo y contra el peronismo cuando constituimos el Frente
Grande. En un momento fuimos hegemónicos en la oposición,
no por estructura ni por aparato sino porque incorporamos ciertos temas,
abrimos la agenda, planteamos determinadas cuestiones. La construcción
de identidad es por agregación de cosas que no están y no
es por antagonizar, aunque en algún momento haya confrontación.
Lo nuestro ha sido incorporar un perfil que no estaba, un perfil distinto,
demandas y temáticas que no estaban. Nosotros tenemos que imprimirle
cierta dinámica cultural a esta Alianza para que impacte en la
sociedad. A veces, los que nos piden diferenciaciones quieren que tengamos
un destino para los márgenes de la política. Y no se puede
hacer política para los márgenes.
La SIDE
La Secretaría de Inteligencia del Estado
aclaró "que no hace inteligencia sobre los ciudadanos
nacionales ni extranjeros" y que sus actividades están
sujetas de manera estricta "a las directivas del Poder Ejecutivo"
y "las órdenes emanadas de la Justicia". La declaración
fue realizada a través de un comunicado de prensa, que
puntualiza que las escuchas telefónicas se realizan "únicamente"
contando con una orden judicial y "siempre en el marco del
más estricto cumplimiento de la legislación vigente".
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