Por Santiago Rodríguez
Entraron a la Legislatura en auto y por el Pasaje de Carruajes, testimonio
del esplendor porteño del principio de siglo en que se construyó
ese edificio. Y salieron caminando por la puerta
principal en medio de un cordón de honor del Regimiento de Patricios,
después de haber jurado como jefe y vicejefa de Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires: Aníbal Ibarra, por "la Patria, mi
honor, la Constitución nacional y la Constitución de la
Ciudad", y Cecilia Felgueras, por "Dios, la Patria y los Santos
Evangelios". Ese fue el momento culminante de una ceremonia que terminó
después con la entrega formal del mando de parte del saliente Enrique
Olivera y la foto de Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho"
Alvarez junto a la dupla que el 7 de mayo pasado revalidó los títulos
de la Alianza. Por medio de Ibarra, y por primera vez, el Frepaso gobierna
desde ayer en uno de los principales distritos del país.
"No venimos a reparar ni a restaurar; venimos a abrir un nuevo capítulo
en la vida de esta ciudad", dijo Ibarra en su primer discurso como
jefe de Gobierno. Lo pronunció en la Legislatura misma, después
de jurar en el cargo para el cual lo votó casi el 50 por ciento
de los porteños, y la palabra se la concedió Felgueras en
lo que constituyó también su debut como presidenta de ese
cuerpo.
Ibarra se distinguió de otros políticos en campaña
al introducir el concepto de sociedad igualitaria en su discurso preelectoral.
Al hablar en la Legislatura profundizó aún más esa
línea: no sólo consideró "intolerable que en
esta ciudad haya chicos y viejos famélicos", y dijo que "la
justicia, la solidaridad y la igualdad son valores que sostenemos desde
jóvenes", sino también sostuvo que "la idea formulada
por la llamada `teoría del derrame' de que el crecimiento económico
es una ola imparable que termina convirtiéndose mecánicamente
en desarrollo social no se ha verificado", y advirtió que
"al contrario, la falta de desarrollo social termina comprometiendo
el desarrollo económico".
Ese fue el eje de su discurso y por eso se ganó el reconocimiento
de legisladores propios y ajenos, salvo los de izquierda, entre quienes
hubo algunos que inclusive se retiraron del recinto. "Pensé
que iba a anunciar la firma del convenio de traspaso de la policía",
declaró el belizista Jorge Srur, aunque destacó estar muy
conforme con el "enfoque social" de Ibarra.
Prueba de ese reconocimiento fueron también los aplausos de todas
las bancadas. El único que no aplaudió y siguió,
imperturbable, sentado en su banca fue Jorge Altamira; los demás
interrumpieron al jefe de Gobierno en tres ocasiones. Una, en el tramo
en el que planteó que se propone "crear oportunidades de integración
social, de trabajo y educación para que nuestros jóvenes
no salten de la calle a la delincuencia" y destacó que "una
política integral de seguridad debe incluir a la educación
y la promoción social". Otra, al afirmar que trabajará
"activamente para que la educación de calidad no sea el patrimonio
de una minoría, sino el orgullo de todos". Y la tercera, cuando
dijo que la integración urbana de las villas de emergencia no era
en su caso "un desafío político más", sino
"un problema moral" y remató explicando que "vuelvo
a la enseñanza de mi padre: quien contempla una injusticia debe
intentar cambiarla porque de lo contrario termina siendo cómplice
del injusto".
Lo de su padre venía de la apertura de su discurso. Entonces, adelantó
que "antes de exponer el rumbo, quiero compartir una experiencia
personal que me ha impulsado desde joven y que ha marcado mi paso por
la función pública" y arrancó con la breve historia
sobre Aníbal Ibarra padre, quien lo miraba con atención
desde un palco junto a la primera dama porteña, Marcela Heiss,
y sus nietos Pablo y Santiago. A unos pocos metros estaban también
todos los miembros del Gabinete porteño, los diputados Rafael Pascual,
Darío Alessandro e Irma Parentella, Darío Lopérfido
y Antonio de la Rúa, el más requerido para las cámaras
de televisión. No faltaron tampoco el jefe de la Policía
Federal, Rubén Santos, ni el presidente de la Corte Suprema, Julio
Nazareno.
"Mi padre es inmigrante --contó Ibarra--. Llegó de
joven a Buenos Aires como perseguido político, hace medio siglo.
Aquí, en esta ciudad, trabajó y se casó. Aquí
tuvo a sus cuatro hijos. Aquí
estudió, se recibió de abogado y se matriculó. Mi
padre es un hombre vigoroso, optimista y recto, que nunca comprendió
ni toleró las injusticias. Mi padre es republicano, pero no es
español. Mi padre es febrerista. Mi padre es paraguayo. A él
le debo la vocación por la ley y la mirada sobre el mundo. Una
cierta impaciencia por hacer las cosas y la convicción de que quien
contempla una injusticia debe por lo menos intentar cambiarla porque de
lo contrario termina siendo cómplice del injusto. Me siento orgulloso
de ese ejemplo y espero no traicionarlo."
Fue lo más emotivo de una ceremonia que por lo demás resultó
previsible, tanto en los tumultos y las corridas que opacaron la caminata
de Ibarra y Felgueras desde la Legislatura hasta la sede del gobierno
porteño --previa escala en el Cabildo, donde ambos descubrieron
una placa alusiva a la asunción--, como en el desarrollo del acto
de toma de posesión del cargo.
En la jefatura de Gobierno de la Ciudad Olivera recibió junto con
su esposa, María, a Ibarra y a Felgueras y sus familias. También
llegaron De la Rúa y Alvarez, Raúl Alfonsín, el senador
José Genoud y Ernesto Sabato (ver aparte). Del gabinete nacional
sólo faltaron Ricardo López Murphy, Adalberto Rodríguez
Giavarini y José Luis Machinea.
Después de los agradecimientos de rigor, Olivera alentó
a sus sucesores. "Tienen toda nuestra confianza. Quiero desearles
el mayor éxito en su gestión; resumen la esperanza de todo
el pueblo de la ciudad", les dijo. De la Rúa y Alvarez no
hablaron, sólo posaron para la foto.
Alta
en el cielo
Como hace cuatro años, cuando asumió Fernando de la Rúa, el jefe
de gobierno porteño electo empezó ayer el día de su asunción en
el Convento de Santo Domingo: Aníbal Ibarra, de traje oscuro y corbata
al tono, y Cecilia Felgueras, con un vestido de raso borravino y
un saco de terciopelo del mismo color, izaron allí a las 8.30 la
Bandera nacional al compás de la marcha "Aurora", que ejecutó la
banda del Regimiento de Patricios. La diferencia fue que en esta
ocasión no hubo misa, sino que Ibarra y Felgueras recibieron y saludaron
a los representantes de las comunidades religiosas y extranjeras,
con quienes compartieron un desayuno de chocolate y facturas.
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Sabato y Felgueras
Ambos se conocen desde hace diez años y, en el día de
su asunción, Ernesto Sabato no quiso dejar de acercarse a saludar
a Cecilia Felgueras. El escritor concurrió al acto de traspaso
del mando, donde estuvo charlando con el presidente Fernando de la
Rúa. Pero eso no fue todo: después de la ceremonia Sabato
y Felgueras, con su padre Javier y su hermano Santiago, se fueron
a conversar y comer algo al bar de la esquina de la Jefatura de Gobierno
porteño. |
LA
JURA DEL GABINETE DE LA CIUDAD
Con una tranquila alegría
Por
Fernando Cibeira
"Este gabinete expresa políticamente
a la Alianza, que es lo que votó la gente, pero también
trasciende los propios límites de la Alianza, lo que seguramente
redundará en beneficios para los porteños". El jefe
de Gobierno, Aníbal Ibarra, les acababa de tomar juramento a sus
secretarios y los defendió subrayando lo que será su marca
de orillo: su audaz jugada de convocar a dos peronistas que compartirán
las reuniones de gabinete con cinco radicales y cuatro frepasistas. Una
decisión que le valió algunas antipatías en el segundo
nivel de las fuerzas que componen la coalición, pero que también
sirvió para aclarar el nivel de autonomía con el que piensa
manejarse el nuevo lord mayor. Por las dudas, Ibarra les hizo a todos
el mismo recordatorio: "No olviden ni un segundo que todos estamos
aquí por decisión de la gente".
Ibarra y su coequiper, Cecilia Felgueras, llegaron a la Sala Coronado
del Teatro General San Martín sobre la hora de comienzo del acto,
luciendo nuevo vestuario con respecto de la jura de la mañana,
aunque siempre en la misma tonalidad oscura. Para entonces, los secretarios,
subsecretarios e invitados especiales hacían tiempo tras bambalinas
tomando la segunda ronda de café en vasitos térmicos de
telgopor.
El vicepresidente,
Carlos "Chacho" Alvarez, conversaba con uno de los peronistas
importados por Ibarra, el secretario de Cultura, Jorge Telerman, sobre
su ambicioso proyecto de crear un polo cibernético en el sur de
la ciudad. "Era una idea que no teníamos totalmente desarrollada",
explicaba Alvarez al siempre impecable Telerman, de traje a rayas. "Estaba
pensado como un lugar al que los chicos fueran a trabajar en la computadora".
Más atrás, se había formado un semicírculo
con funcionarios nacionales y locales. El ministro del Interior, Federico
Storani, llegó para apoyar a uno de los suyos, el secretario de
Hacienda, Miguel Pesce. En tanto, el ministro de Salud, Héctor
Lombardo, se mostró junto al ex director del hospital Piñero
y flamante secretario de Salud, Marcos Buchbinder. Luego fueron convocados
al escenario, donde se iban acomodando de acuerdo con las indicaciones
de la encargada de protocolo. Para cada nombre había un comentario
risueño. Un dirigente del Frepaso comentó: "Si nos
cuesta ubicarnos es porque no estamos acostumbrados a este tipo de ceremonias".
El clima era de una tranquila alegría, nada que ver con la euforia
que podría suponerse, teniendo en cuenta que es la primera vez
que al Frepaso le toca gestionar un distrito. Dos integrantes del gabinete
capitalino respondieron lo mismo. "Estamos contentos, pero la situación
nacional no da para grandes alegrías", coincidieron.
La formación de secretarios y subsecretarios le permitió
a Ibarra disimular una de las quejas femeninas sobre su gabinete, compuesto
íntegramente por hombres. El jefe de Gobierno zafó con sus
cuatro subsecretarias mujeres, y llevó como refuerzo a su esposa,
Marcela, que participó del acto junto a Chacho Alvarez. En la jura
se notó la diferencia de hinchadas entre funcionarios, con picos
para los secretarios Daniel Filmus, Daniel Figueroa y Abel Fatala, quien
tuvo su maradoniano "Olé, olé, Abel, Abel". De
ahí, siguió el rito de los abrazos en el hall del teatro.
Mientras, en el escenario montado en plena Corrientes comenzaba el recital
de Teresa Parodi y la pareja Ibarra-Felgueras se procuraba su tercer cambio
de vestuario camino al Colón.
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