Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

El plomero de la crisis

Por Julio Nudler

Aunque Fernando de la Rúa resalte reiteradas veces su negativa a privatizar el Banco Nación, rechazando la insistencia del Fondo Monetario, esa muestra de independencia de criterio, de la que se vanagloria, puede perder mucho de su sentido por el resto de la política del propio Gobierno. Si el BNA va a ser utilizado para tapar agujeros que otros factores siguen abriendo, su gestión generará el déficit cuasifiscal (no asumido directamente como desequilibrio en las cuentas de Hacienda) con que el Estado subsidiará encubiertamente a sectores en quebranto.
Esto que puede pasar con las pymes es lo que ya hoy está ocurriendo con los deudores agropecuarios del banco, a los que éste debió ofrecer una refinanciación a 20 años, con tasa bonificada, a pesar de lo cual muchos prefirieron no adherir a la reprogramación de sus deudas, que tampoco pagan. Mientras tanto, se sabe que los productores les deben a sus proveedores de insumos unos 800 millones de pesos, ya sea directamente o a través de acopiadores y cooperativas. De esta manera, si el Nación no abre la mano y sigue financiando al campo a pesar de todo, muchos productores más quebrarán y serán expulsados de sus tierras.
A esta altura convendría preguntarse adónde fue a parar la renta generada por el sector durante la última década, que incluyó un largo ciclo de altos precios mundiales, entre 1994 y 1998, y una notable expansión del tonelaje producido. Y la respuesta que se da desde el propio BNA es que la ganancia se la apropiaron los proveedores transnacionales de semillas y agroquímicos, más los intermediarios y, complementariamente, los terratenientes más fuertes, asociados al esquema. La bajante de precios, iniciada en 1998, dejó a la vista todos los problemas que el auge había tapado como una marea.
Frente a la manifestación de la crisis, el Estado se encuentra sin instrumentos para inducir una dinámica diferente en el sector. Por ahora apela al Banco Nación porque es casi su única herramienta, pero, aun empleado a fondo, éste no puede abarcar más que una pequeña fracción del problema porque su capacidad prestable es muy escasa frente a la dimensión del desafío. Si la renta que genera el agro no se capitaliza en el mismo sector, el Estado seguirá recibiendo la factura, sea a través del BNA o del fisco, de las crisis provinciales o de la presión social de los desplazados. Por ahora lo que se busca, tanto desde el Nación como desde Agricultura, son formas de acotar la incertidumbre que sufre el agro por la creciente volatilidad de sus precios mundiales.


 

PRINCIPAL