Por Silvina Friera
Un grupo de mujeres con sus legendarios pañuelos blancos y
las manos curtidas por años de lucha sin claudicaciones, encabezado
por Hebe de Bonafini, se sentará mañana en las primeras
filas de la platea del teatro Opera, para asistir a una función
especial de la comedia musical Los Miserables, a beneficio de la Asociación
Madres de Plaza de Mayo. La totalidad de la recaudación se destinará
a la Universidad de las Madres, que ya cuenta con más de 800 alumnos
regulares.
Las tres horas que dura la puesta del británico Cameron Mackintosh
recorren uno de los períodos más convulsionados de la historia
francesa, desde 1815 hasta 1832. Basada en la novela homónima del
escritor, poeta y dramaturgo Víctor Hugo, la obra (escrita en 1862)
describe, al tiempo que condena, la injusticia social de la Francia del
siglo XIX. El relato comienza con la liberación de Jean Valjean
(Carlos Vittori), el prisionero 24.602, condenado por haber robado un
pedazo de pan. Pero Valjean no puede liberarse por completo de la persecución
y acoso del inspector Javert (Juan Rodó). Hay razones para pensar
que entre la temática de la obra y la lucha de las Madres, hay
más de un punto en común.
En camarines, Rodolfo Valls, Vittori, Rubén Roberts y Liliana Parafioritti,
cuatro de los integrantes del elenco, muestran un billete de 500 francos,
que es utilizado en una de las escenas, mientras se escucha vocalizar
al resto de sus compañeros. Falta una hora para que el telón
del Opera se levante y los acordes sonoros anticipen tímidamente
un drama social, marcado por la desigualdad. Los actores coinciden en
que las Madres son un ejemplo de lucha por la verdad y la justicia y aseguran
que se conmoverán cuando vean desde el escenario los pañuelitos
blancos de las Madres. "Mi personaje es un estudiante revolucionario
que sueña todo el tiempo con hacer la revolución, que está
en contra del sistema de esa época y que muere por su compromiso
con esos ideales. Pienso que las Madres se van a enganchar mucho conmigo,
porque cada una de ellas verán en mí al hijo que les arrancaron
de las manos", explica Roberts a Página/12.
Algunos datos permiten radiografiar, parcialmente, el fenómeno
mundial de esta comedia musical: la versión estadounidense de Los
Miserables se mantiene en la cartelera de Broadway desde hace 15 años.
De los 37 países donde se representa, Buenos Aires es la única
ciudad latinoamericana. La obra fue vista por 52 millones de espectadores,
recorrió 188 ciudades y fue traducida a 18 idiomas. Cuando comenzaron
los ensayos, el elenco investigó la relación entre la historia
que relata la novela de Víctor Hugo y la historia argentina, especialmente
enfocada en los años '70. "Los Miserables es totalmente atemporal,
las grandes injusticias del pasado sobreviven en el presente. Los políticos
son corruptos, la gente se sigue muriendo de hambre y muy pocos reaccionan
ante esta tragedia moderna", apunta Vittori con convicción.
Para Valls (quien también actuó a beneficio de las Madres
en La bella y la bestia), la historia no cambió en nada, "es
como si volviese a repetirse, pero con distintos actores", subraya.
"Hoy las cárceles están más pobladas por tipos
que robaron una billetera que por asesinos --puntualiza el actor--. Lamentablemente
creo que va a seguir siendo así siempre."
Víctor Hugo (1802-1885) siempre se preocupó por condenar
con elocuencia el sistema penal y social de la Francia de su tiempo (en
la mayoría de sus obras), especialmente en la novela Claude Gueux.
Valls, Vittori y Roberts relatan cómo los tomó la última
dictadura. Vittori hizo el servicio militar en los últimos años
de los '70 y recuerda una de las "consignas lavacerebros" de
los que se presentaban como "los buenos de la historia": "Todos
al servicio de la patria". En cambio, Roberts era un adolescente
de Comodoro Rivadavia, que jugaba, se divertía e ignoraba lo que
sucedía en el país. Cuando creció comenzó
a investigar esa etapa de horror, que cobró la vida de 30.000 personas.
A Valls la palabra dictadura lo paraliza. "Tengo recuerdos nefastos
de esa época. Salía del teatro, después de la función,
con el documento en la mano, porque en cada esquina me paraban y si les
decía que era artista corría peligro mi vida y me demoraban.
Durante varios años me pasó que veía un patrullero
y sentía terror, pánico por la policía", revela
Valls. Parafioritti dice que más allá de lo ideológico
lo que importa es ayudar a que las Madres puedan continuar con la Universidad.
"A pesar de las arrugas y de los años que pasaron siguen teniendo
las mismas fuerzas para luchar y son reconocidas en todo el mundo",
subraya.
OPINION
"Para
que la lucha continúe"
Por
Hebe de Bonafini
Cuando con otras Madres vimos esta obra, nos gustó mucho.
Es una gran comedia musical, que nos impresionó por su
despliegue y su calidad teatral, pero, además, nos emocionó
porque se ve allí la lucha y la entrega de los revolucionarios
en busca de sus ideales, algo que nos identifica. Así que
esperamos con mucho entusiasmo volver
a verla. Para nosotras, que estamos buscando apoyo para la Universidad
de las Madres, es una satisfacción que Daniel Grinbank
nos haya dado esta posibilidad de una función a beneficio.
En el rubro artístico mucha gente nos está ayudando
desde hace años. Durante la dictadura lo hacían
de manera más silenciosa y, después, fue gente de
distintos ámbitos de la cultura la que nos dio una mano
desinteresadamente, desde León Gieco hasta Tito Cossa,
pasando por Vicente Zito Lema. Yo vengo de una familia muy pobre,
y muy rara vez podía ir al teatro, me conformaba con ir
al club de la esquina. Nuestros hijos lucharon para que todos
podamos vivir mejor, y nuestra universidad, que necesita ayuda
para equipamiento y para pagar deudas, es el reaseguro de que
esa lucha continúe.
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