OPINION
La
gran aspiradora
Por James Neilson
|
Los
que toman la globalización por la nueva máscara
del imperialismo primermundista se equivocan. Es el antiimperialismo.
A los europeos actuales, la mera idea de apropiarse de territorios
ajenos les causa espanto. ¿Cuánto nos costaría?,
se pregunta, para entonces quitársela de la mente. Lejos de
fantasear con ampliar sus dominios, les preocupa la voluntad de países
como Turquía y Rumania de hacerse socios de su club. Sin embargo,
a pesar de la xenofobia creciente del europeo común, los que
mandan no tienen ninguna intención de cerrar las puertas por
completo. Puesto que hoy en día los recursos materiales, entre
ellos grandes extensiones de tierra, importan cada vez menos y la
materia gris cada vez más, el primer mundo se ha
convertido en una inmensa aspiradora que está sustrayendo metódicamente
al resto del planeta lo que más necesita para alimentar su
economía, y tal como están las cosas todo hace pensar
que la Argentina le brindará uno de los platos más sabrosos.
La larga recesión, agravada por una depresión anímica
que es profunda conforme incluso a las exigentes pautas nacionales
en la materia, ha coincidido con la toma de conciencia por parte de
los líderes europeos y por los jefes de las corporaciones
norteamericanas de que les convendría dejar entrar a
grandes cantidades de inmigrantes seleccionados porque
de lo contrario perderán terreno en la frenética competencia
económicotecnológica. No cabe duda de que el perfil
de millones de argentinos se aproxima al ideal dibujado por los buscadores
de talento. Son blancos, de clase media, saben lo suficiente como
para reciclarse pronto en ciudadanos típicos de los países
avanzados. Para colmo, muchos ya tienen pleno derecho a un pasaporte
de alguno que otro miembro de la Unión Europea.
Según las Naciones Unidas, Italia necesitará importar
a 25 millones de personas en las décadas próximas o
correr el riesgo de esfumarse. La situación española
es igualmente comprometida. No sorprendería, pues, que luego
de pensarlo los gobiernos europeos abrieran oficinas en Buenos Aires
y otras ciudades argentinas para ofrecer a su parientes extraviados
en este lado del océano trabajos bien remunerados y alojamiento
más que adecuado en la tierra de sus antepasados. ¿Cuál
será la reacción? A menos que la malaria que tanto está
contribuyendo a oscurecer el panorama haya desaparecido antes, muchos,
acaso muchísimos, se aferrarán al salvavidas así
supuesto, lo cual sería muy bueno para ellos mismos y para
Europa, pero un desastre sin atenuantes para los que se queden. |
|