Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

La gran aspiradora

Por James Neilson

Los que toman la “globalización” por la nueva máscara del imperialismo primermundista se equivocan. Es el antiimperialismo. A los europeos actuales, la mera idea de apropiarse de territorios ajenos les causa espanto. ¿Cuánto nos costaría?, se pregunta, para entonces quitársela de la mente. Lejos de fantasear con ampliar sus dominios, les preocupa la voluntad de países como Turquía y Rumania de hacerse socios de su club. Sin embargo, a pesar de la xenofobia creciente del europeo común, los que mandan no tienen ninguna intención de cerrar las puertas por completo. Puesto que hoy en día los recursos materiales, entre ellos grandes extensiones de tierra, importan cada vez menos y la materia gris cada vez más, el “primer mundo” se ha convertido en una inmensa aspiradora que está sustrayendo metódicamente al resto del planeta lo que más necesita para alimentar su economía, y tal como están las cosas todo hace pensar que la Argentina le brindará uno de los platos más sabrosos.
La larga recesión, agravada por una depresión anímica que es profunda conforme incluso a las exigentes pautas nacionales en la materia, ha coincidido con la toma de conciencia por parte de los líderes europeos –y por los jefes de las corporaciones norteamericanas– de que les convendría dejar entrar a grandes cantidades de inmigrantes “seleccionados” porque de lo contrario perderán terreno en la frenética competencia económicotecnológica. No cabe duda de que el perfil de millones de argentinos se aproxima al ideal dibujado por los buscadores de talento. Son blancos, de clase media, saben lo suficiente como para reciclarse pronto en ciudadanos típicos de los países avanzados. Para colmo, muchos ya tienen pleno derecho a un pasaporte de alguno que otro miembro de la Unión Europea.
Según las Naciones Unidas, Italia necesitará importar a 25 millones de personas en las décadas próximas o correr el riesgo de esfumarse. La situación española es igualmente comprometida. No sorprendería, pues, que luego de pensarlo los gobiernos europeos abrieran oficinas en Buenos Aires y otras ciudades argentinas para ofrecer a su parientes extraviados en este lado del océano trabajos bien remunerados y alojamiento más que adecuado en la tierra de sus antepasados. ¿Cuál será la reacción? A menos que la malaria que tanto está contribuyendo a oscurecer el panorama haya desaparecido antes, muchos, acaso muchísimos, se aferrarán al salvavidas así supuesto, lo cual sería muy bueno para ellos mismos y para Europa, pero un desastre sin atenuantes para los que se queden.


 

PRINCIPAL