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SEGUN LAS PERICIAS, JAVIER ROMERO ES IMPUTABLE
Un sobrenombre el detonante

Las pericias dicen que el joven que mató a un compañero tiene �una personalidad pobremente estructurada�, pero es imputable. Historia del chico para el que un apodo resultó demasiado.

Ana María Martella, la directora de la Polimodal 9 de Rafael Calzada.
�Si al menos hubiésemos visto alguna insinuación habríamos frenado esto...�, dice.


Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) Nano y uno de sus hermanitos martilla una herradura, bien fuerte, contra un poste de la calle. Hacia atrás, en la casa, la trompa de un caballo asoma en un establo de chapa. El carro de un botellero pasa al lado de la casa desde donde Javier Romero salió con un revólver que poco más tarde descargaba sobre dos compañeros de escuela. Ayer Javier fue convocado por el fiscal Domingo Ferrari pero prefirió no declarar. Ahora sigue detenido en la comisaría. Página/12 pudo saber que según el resultado de las pericias psiquiátricas, Javier tiene �una personalidad pobremente estructurada�, pero es de todas formas imputable. Está acusado de homicidio doloso: mató a Mauricio Salvador, uno de los dos chicos sobre los que disparó el viernes cuando oyó ese apodo otra vez. �¡Pantriste!�, le dijeron y tiró. Los investigadores creen que la invención de ese sobrenombre fue el detonante para el drama. 
La casa de Javier está metida en �la zona más pesada, es el barrio San José�, anticipa un remisero que prefiere quedarse sin fumar antes de parar el auto en busca de cigarrillos. Es uno de los barrios más pobres de Rafael Calzada, con calles de tierra como Bynon, la de Javier. Nano y su hermano Brian, sus vecinos, no pasan de diez años. Viven al lado del chico del que quizá han escuchado más en estos días por la tele que, antes, en el barrio. �Javier sólo andaba con su hermano más grande�, dicen.
�Y eso que ahora está todo más tranquilo, nadie se dedica más al choreo de autos�, comenta un vecino. Al preguntarle por qué responde: �Y, porque están todos presos�.
Pero eso no explica la historia de un pibe de 18 años que llega un día a la escuela con un arma en la mochila. No se entiende que, harto de las bromas y del Pantriste por apodo, Javier haya disparado. �En la escuela hay adolescentes y, como todos, están los grupos más revoltosos y los introvertidos�, explica a Página/12 la directora Ana María Martella, mientras define un perfil de Javier sin grupo de pertenencia. Porque Javier, dijo su hermano a este diario, estaba solo. Lo dejaban solo, lo cargaban �explicó� y le robaban las cosas. Pero nada de aquello se detectó en la escuela.
�Es un colegio muy chico, si al menos hubiésemos visto alguna insinuación habríamos frenado esto...
El Polimodal 9 de Rafael Calzada, cerrado hasta ayer en señal de luto, tiene siete divisiones. En el viejo tercer año, hoy primero en la nueva currícula, estaba Javier. Sus compañeros promedian los 16 años, él tenía 18. Había vuelto a la escuela después de algún año abandonado. El viernes fue su último día de clase. Tuvo lección de química. �Javier había estudiado �cuenta la directora�. Le tomaron algo y hubo también algún punto que no entendía, el profesor me dijo que incluso se lo estuvo explicando�. Pero la cabeza del chico ya iba preparándose para los disparos.
Javier se presupone, salió de su casa de Bynon con el arma. Antes de irse cerró esa cancel color verde que ahora vuelve a estar cerrada. Detrás de la reja hay un ciclomotor estacionado y después dos puertas. En la calle hay seis chicos entre 16 y 23 años. No quieren hablar, tienen bronca, por lo que se dijo de ese pibe del barrio con el que ni siquiera hablaban. �Javier �dice uno� era así: de la casa a la escuela y de la escuela a la casa, como se dice�. No estaba con ellos, �salvo cuando éramos chicos�. Hace más de diez años que Javier vivía en Bynon, con su papá ahora muerto, su mamá y dos hermanos, atrás de la cancel y de esas tres rosas coloradas nacidas en su patio.

 


 

DOS LADRONES HIRIERON A CINCO PERSONAS EN MORON
Lluvia de balas en la estación

Necesitaban dinero y lo fueron a buscar a la financiera �Efectivo sí�. Hicieron pacientemente la cola y se sentaron a hasta que les tocó su turno. �Había mucha gente porque hoy es día de vencimiento y esperaron un montón porque estaba por venir el camión de Juncadella� dijo una empleada. Pero como el blindado no llegaba, uno sacó la pistola y el otro saltó el mostrador y saqueó las 4 cajas chicas. Salieron corriendo con 30 mil dólares a la estación Morón del ex ferrocarril Sarmiento. Pero el tren no venía y la policía les pisaba los talones; entonces arremetieron a los tiros en pleno andén, sorprendiendo a más de uno. Los agentes que los persiguieron recibieron dos impactos que les produjeron lesiones leves. Un hombre, una mujer y una niña de cuatro años también resultaron heridos levemente.
En pleno centro comercial de Morón a las 12 y 20 del mediodía, dos delincuentes corrían por Rivadavia como locos. Se llevaron por delante a un vendedor de garrapiñadas y, sin sacar boleto, cruzaron el túnel que lleva al andén, seguidos de cerca por dos agentes que esperaban atraparlos. Antes de que llegara el tren se desató un reguero de tiros. Los dos agentes decidieron no abrir fuego por la cantidad de gente presente. Pese a los recaudos, un hombre y una mujer fueron rozados por balas, además de una niña de cuatro años. Todos fueron trasladados al hospital zonal, con heridas leves. �En el arma secuestrada había una sola bala, así que por lo menos quince tiros fueron disparados en la zona de la estación� dijo una fuente policial a este diario. 
A la carrera, los delincuentes cruzaron el paso a nivel y siguieron camino, hasta que los agentes Marcela López y Osvaldo Acevedo lograron detener a uno solo, aunque no se recuperó lo robado. �Estuvieron tanto tiempo esperando sentados en el local, que se pusieron a conversar con una señora y ella les cedió el turno porque le dijeron que estaban apurados. Fue ahí cuando sacaron el arma� dijo a Página/12 una empleada de la financiera.

 

 

opinion
Por Irma Parentella *

Soluciones mágicas

El Registro Nacional de Armas informa que existen en nuestro país un total de 1.938.462 armas legalmente distribuidas entre 578.462 personas de la población civil, correspondiendo un 62,7 por ciento al Area Metropolitana de Buenos Aires. Se estima, además, que existen 1.000.000 de armas no registradas.
La tendencia a armarse ha sido impulsada por el aumento de la cantidad de hechos delictivos y de la percepción de inseguridad en los grandes centros urbanos, muchos de cuyos habitantes intentan reducir su vulnerabilidad por estos medios. Dado que la ley establece que es necesario ser mayor de edad para acceder legalmente a alguna de estas armas, resulta evidente que la mayor parte del problema de la tenencia y potencial uso de armas de fuego está vinculado a la población que ha superado la adolescencia y no está inserta en el sistema educativo primario o secundario. Entonces, hay en la Argentina cientos de miles de adultos con armas en su poder.
Frecuentemente, algunos de ellos protagonizan hechos de violencia con trágicos desenlaces, producidos por el descontrol emocional y de la impericia al afrontar situaciones de violencia armada.
En este contexto, ante algunos episodios de uso o portación de armas en instituciones escolares, ha surgido la propuesta de instalar en ellas detectores de metales para inspeccionar a los alumnos. Más allá del eventual costo económico de implementar esta medida en miles de escuelas, cabe reflexionar sobre las implicancias de ésta sobre niños y jóvenes que pasarían a ser sospechados de violentos por una sociedad adulta que hegemoniza la violencia y no encuentra la forma de reducirla.
Si en verdad creemos que ciertas formas de violencia se han de reducir con el control de armas, éste debería efectuarse básicamente sobre la población mayor de edad que tiene 3 millones de armas (legales e ilegales) en su poder. ¿Por qué no detectores de metales en colectivos y taxis, en cines y teatros, restaurantes y pizzerías, estaciones de trenes y subterráneos, etc. etc.?
Sin duda sería mejor descartar las �soluciones mágicas� de problemas complejos, y dejar de pensar que la tecnología compensaría nuestras deficiencias humanas y sociales. Deberemos asumir (aunque nos duela) que los más jóvenes reflejan nuestras imágenes, y que para reducir los episodios armados en las escuelas será necesario desarmar a la sociedad y promover formas pacíficas de convivencia y resolución de los conflictos, en las escuelas y, sobre todo, fuera de ellas.

* Diputada nacional, Alianza.

 

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