Por Horacio Cecchi
Una secuencia fotográfica, proporcionada por Página/12 a la justicia federal de San Nicolás, permitió esclarecer la vinculación policial con la masacre de Villa Ramallo y derivó en el pedido de captura de un cabo del Comando Radioeléctrico de esa localidad. El documento, incorporado al expediente por el juez Carlos Villafuerte Ruzo, sostiene la hipótesis de que la banda liderada por Tito Saldaña fue utilizada, y que el asalto al Banco Nación fue planificado, por lo menos, desde una estructura policial jerarquizada. La imagen �que este diario no puede publicar aún por estar bajo secreto de sumario� muestra al cabo corriendo con el bolso donde los delincuentes habían ocultado una escopeta de caño recortado y el handy utilizado para mantener conversaciones paralelas. El bolso desapareció del baúl del Polo verde, apenas concluida la masacre. Como la pieza clave para demostrar las conexiones entre policías y asaltantes, durante once meses el handy fue la obsesión y el fantasma de los investigadores.
Las vinculaciones policiales con la banda y los motivos que llevaron a que el operativo rescate resultara en un verdadero caos comenzaron ayer a dilucidarse. Al menos tres hombres del Comando Radioeléctrico de San Nicolás ya fueron vinculados en forma directa al caso y se encuentran detenidos. El primero fue el cabo Aldo Cabral, acusado de organizar parte de la logística de la banda. El segundo, el suboficial principal Oscar Alberto Parodi, acusado de homicidio: según las pericias de Gendarmería, uno de los proyectiles que disparó provocó la muerte del gerente Carlos Chaves. Llamativamente, Parodi se encontraba a metros de la puerta del banco y a tres cuadras de donde estaban destacados sus compañeros.
El tercero, cuya captura se pidió ayer, también pertenece al comando. Este diario no publica su nombre para no entorpecer la labor de la Justicia. Ese hombre llevaba el bolso donde los asaltantes habían ocultado la prueba clave: el handy utilizado por Saldaña y su banda para comunicarse con otro handy que estaba en manos del Comando Radioeléctrico, como lo reconoció el segundo jefe de esa unidad, el oficial principal Jorge Ayala. Resulta difícil imaginar cómo las relaciones entre los tres acusados puedan haber pasado inadvertidas para la superioridad.
El 17 de septiembre pasado, a las 4.08 de la madrugada, se escuchó retumbar el último disparo de una lluvia de balas policiales que terminó con la vida del gerente Carlos Chaves, el contador Carlos Santillán y el asaltante Javier Hernández. En ese momento, todas las miradas se concentraron sobre la esquina de Ginocchio y Sarmiento, de Villa Ramallo. Allí se había detenido el Polo verde utilizado por los delincuentes para su huida, con su carrocería perforada por más de 45 impactos.
A una cuadra del lugar, sobre la intersección de Ginocchio y Marinero Panno, se detuvo el Chevrolet Monza blanco de la Policía Departamental de Paraná, y utilizado por el Comando Radioeléctrico de San Nicolás. El vehículo quedó atravesado mirando en sentido contrario a donde se encontraba el Polo verde. Mientras sonaban los disparos, este cronista y el fotógrafo Jorge Larrosa nos habíamos parapetado contra una puerta próxima a esa misma esquina, con la intención de girar en dirección hacia Sarmiento. Desde ese sitio fuimos testigos privilegiados de una secuencia clave para dilucidar el caso y que hasta ayer fue mantenida en el mayor de los secretos.
Fuera del Monza podían divisarse otros tres uniformados. Hasta ese momento, no significaban más que tres de entre 200 policías distribuidos en los alrededores del Banco. El primero en tener significancia en el caso fue el cabo Aldo Cabral del Comando Radioeléctrico, detenido y acusado de formar parte de la banda que asaltó el banco. A su derecha, se había colocado el cabo ahora buscado, también perteneciente al comando. Apenas concluyeron los disparos, desapareció en dirección hacia Sarmiento.
�¿Qué está pasando? �le pregunté a un policía del Comando, ubicado a mi derecha. Ya había sonado el último disparo, pero desde nuestra posiciónnos resultaba imposible imaginar que aquel sonido representaba el final y que a la vuelta de la calle se encontraba el latón agujereado del Polo verde transformado en un carruaje fúnebre.
�No sé �me respondió el uniformado.
�¿Por qué no averiguan por la radio del patrullero?
�No funciona �alegó el radioeléctrico, pese a que las pericias para determinar la frecuencia luego demostraron que la radio estaba en perfectas condiciones. Desde el Monza podían saber qué es lo que ocurría. Y mucho más. Decidimos dar la vuelta a la esquina hacia Sarmiento. Fue entonces que el hombre reapareció en escena.
Según el relato de Flora Lacave, los asaltantes habían colocado dentro de un bolso una escopeta recortada y, como había anticipado este diario, el handy marca Yaestchu a través del cual habían mantenido conversaciones paralelas durante las 20 horas que duró el sitio al banco. El bolso fue guardado en el baúl del Polo verde segundos antes del intento de huida. Pero la prueba, considerada clave desde el inicio de la investigación, se esfumó apenas concluyó la masacre.
Ese mismo bolso apareció en manos del cabo, que surgía en escena sobre la esquina de Ginocchio y Panno, corriendo desde Sarmiento y en dirección al Monza, frente a nuestros ojos. Larrosa logró registrar la secuencia fotográfica. La primera de esas imágenes permite identificar a Cabral apoyado contra el parabrisas del patrullero y al otro policía con un arma martillada, del lado izquierdo del vehículo. La otra, que forma parte de la reveladora secuencia, permite ver al cabo corriendo hacia el vehículo con el bolso. El mismo fue reconocido por Flora Lacave como el que la banda había ocultado en el baúl del Polo verde. Esta última imagen fue tomada segundos antes de que los policías ascendieran al patrullero.
El Monza arrancó a toda velocidad. Extrañamente, lo hizo en sentido exactamente contrario al que corrían todos sus colegas y el medio centenar de periodistas destacados en el lugar. Es decir que, en lugar de dirigirse hacia el Polo verde, avanzó en la dirección opuesta.
�¡Vamos al Banco! �gritó uno de los pasajeros del Monza�. ¡Vamos que todavía puede haber alguien adentro!
Pude escuchar claramente la consigna, coherente con una radio que no funcionaba, pero sorprendente cuando fue probado todo lo contrario. El Monza y su valioso cargamento desaparecieron de nuestra vista mientras corríamos a encontrarnos con el Polo verde y su destino.
Ayer, la trama en torno al handy Yaestchu comenzó a desanudarse.
Claves
El asalto se inició a las 8.11 del 16 de setiembre del �99.
Un ejército de alrededor de 200 policías rodeó al banco.
El sitio se extendió durante 20 horas.
A través de un handy Yaestchu los asaltantes establecieron conversaciones paralelas con la policía.
El handy desapareció del baúl del Polo junto con una escopeta recortada finalizada la masacre.
Flora Lacave describió el bolso donde estaban esos elementos: es el mismo que este diario fotografió en manos de un policía y que prueba la conexión de policías y delincuentes.
Martín �Tito� Saldaña salió ileso, pero murió colgado en una celda de la comisaría de Villa Ramallo.
La masacre provocó la renuncia del ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Osvaldo Lorenzo, después de 45 días en el cargo.
Otra derivación del caso fue la disolución del grupo GEO.
Flora Lacave, una de las rehenes, resultó herida, pero salvó su vida. |
Los nombres de la investigación
La masacre de Villa Ramallo es investigada en dos causas diferentes. La 1078/99 está vinculada al asalto al Banco Nación. La 1080/99, con la actuación policial. Estos son los involucrados hasta el momento.
Carlos Sebastián �Negro� Martínez, el único sobreviviente de la banda que entró al banco. Se encontraba en el asiento delantero derecho del Polo verde y llevaba como escudo a Flora Lacave, sentada encima de él.
Norberto �Ojón� Céspedes. Según los investigadores, en su casa se realizó buena parte de las reuniones previas al golpe.
Mónica Saldaña. Es hermana de Tito. Los investigadores tienen probado que el día del asalto fue en remise con su pareja, Oscar Mendoza, y sus dos hijos. Se instaló en la librería de la esquina de San Martín y Sarmiento frente al banco.
Oscar Raúl Mendoza. Fue capturado en el paraje Pavón, provincia de Santa Fe, pocos kilómetros al norte de Villa Constitución, oculto en una casilla de madera en medio de un inmenso maizal.
Aldo Cabral. Cabo del Comando Radioeléctrico. En su casa descubrieron un croquis del interior del banco. Finalizada la masacre, él mismo trasladó a Saldaña hasta la comisaría local. �Que tengas suerte�, lo despidió al detenido antes de retirarse del lugar.
Adrián Vitomasso. Taxista de San Nicolás. Fue el último detenido en relación con el asalto. Lo vinculan con alguna de las armas utilizadas por los delincuentes.
Silvia Vega. Procesada excarcelada. Fue la remisera que condujo en su Renault bordó a Mónica Saldaña y Oscar Mendoza hasta Villa Ramallo.
Carlos Aravena. Cabo primero del GEO Zárate Campana. Acusado de tentativa de homicidio. Uno de su proyectiles impactó en Carlos Santillán, pero no le dio muerte.
Oscar Parodi. Suboficial del Comando Radioeléctrico. Provocó la muerte de Carlos Chaves.
Ramón Leiva. Sargento del GEO, provocó la muerte de Santillán.
El comisario Alfredo Biardo, máximo jefe de la jurisdicción, y el comisario Omar Isaías, a cargo del desastroso operativo de recolección de prueba. |
opinion
Por Raúl Kollmann |
El eslabón perdido
La foto de Página/12 es el eslabón hasta hoy perdido de lo que este diario dijo desde el primer día: la masacre de Ramallo fue producto de un armado de la Maldita Policía. Había uniformados en la banda; el robo fue impulsado por jefes de la Bonaerense; hubo una increíble operación que llevó a la muerte a dos rehenes y un delincuente, en tanto que el caos permitió esconder pruebas de las complicidades y todo se completó con un suicidio inducido destinado a silenciar a Carlos Saldaña, el primero de la banda.
El armado policial quedó ahora expuesto, pero más todavía el armado político. Eduardo Duhalde estaba en plena campaña electoral y necesitaba producir impactos en materia de seguridad. Desplazó al autor de una reforma tibia, León Arslanian, y puso en marcha la histeria de la mano dura, al calor de la consigna de Carlos Ruckauf: �Hay que meterle bala a los delincuentes�.
Lo que se prueba nuevamente con la foto es que la policía no es enemiga de las grandes bandas: hay lazos, vinculaciones, golpes que se planifican en conjunto, zonas liberadas y botines que se reparten. Es cierto que hay una delincuencia social, gente que roba, que realiza asaltos a negocios o personas y que reflejan la desesperación de quienes no consiguen ni trabajo ni futuro. Contra ellos �a veces� sí van los policías. Con las grandes bandas, en cambio, mantienen relaciones.
El golpe que esperaba la campaña presidencial duhaldista era muy sencillo: conseguir una serie de �eficaces� respuestas a otros tantos espectaculares asaltos. Por ello hubo un ardoroso discurso del entonces ministro de Justicia, Osvaldo Lorenzo, a los jefes de las departamentales reclamándoles éxitos inmediatos. El mismo día del robo al Banco Nación de Ramallo, se produjeron otros tres en el Gran Buenos Aires. En estos últimos, la Bonaerense logró detener a los delincuentes.
¿Qué estaba pasando? A través de sus contactos en las bandas, los propios policías les habrían sugerido a las bandas golpes supuestamente fáciles que iban a contar con la colaboración de los uniformados. �Nosotros no vamos a estar�, �nosotros llegamos tarde�, �liberamos la zona�, les prometían a los delincuentes.
Y después los esperaban, les hacían una encerrona. Tenían todo preparado para lograr el �éxito� pedido por el poder político.
Lo que falló en el caso Ramallo es que los delincuentes se salieron del libreto: tomaron rehenes.
El bolso que se lleva el cabo resume todo: policías que mandaron a la banda al muere, policías ocultando las pruebas y policías protagonizando aquello de �meterle bala a los delincuentes�... y también a los rehenes. |
|