Por Eduardo Fabregat
El típico gusto argentino por la leyenda provocó que la Historia los haya fijado en el lugar de Los Beatles argentinos. En su momento, la comparación parecía irritante, porque acaso ese lugar era de Almendra. Pero pasado el tiempo, nadie podría discutir la importancia que el grupo de los cuatro solistas tuvo para la etapa que culminaría con el rock argentino saliendo de los guetos para avanzar hacia el corazón de la cultura de masas. Yo no quiero volverme tan loco, la casi milagrosa exhumación sonora que el sello Sony lanzará al mercado el próximo lunes, exhibe el apogeo de Seru Giran, y se convertirá en una pieza de colección imperdible. El disco doble que exhibe al cuarteto de Charly García, David Lebon, Pedro Aznar y Oscar Moro con la musculatura bien tonificada, marca diferencias a favor con otros registros oficiales en vivo y ofrece varias sorpresas apreciables, algunas pistas olvidadas.
La historia detrás del �nuevo� disco de Seru Giran ya es conocida: un fan no identificado le acercó a Moro una cinta con ese show del Coliseo, un ciclo de dos noches a título de nada, justo después de las presentaciones oficiales de Peperina .-a mediados de año� y antes del show final de Obras en marzo de 1982. La notable calidad sonora del material hizo el resto, Aznar se encargó de depurar algunas imperfecciones, García tomó para sí la gráfica general y todos aportaron fotografías y textos. Así, Seru Giran experimenta hoy un renacimiento mucho más valioso que aquella reunión de 1992 que significó �hablando moderadamente� un paso en falso. La aparición de un material con 19 años de antigüedad (años en los que en este país sucedió de todo, musical y socialmente hablando) ofrece infinidad de puntas de una discusión que no excluye lo ideológico: ¿es necesario volver a escuchar esa porción de la historia del rock argentino? ¿Hace falta exhumar a Seru Giran, el último exponente barroco exitoso antes de la revolución moderna de los tempranos �80? Puede haber opiniones fanáticas o desinteresadas, a favor o en contra, pero al cabo el valor musical es indudable.
Luego de un comienzo tormentoso en que una crítica sorda intentó destrozarlo, el Seru Giran 1981 se había afianzado en la escena local. Peperina, con su referencia fotográfica beatlesca en el interior, les había otorgado la ansiada chapa de clásico. Para García, era su experimento más logrado. Sui Generis había sido sepultado por sus propios instintos musicales, que lo llevaban a otra parte; La Máquina de Hacer Pájaros había expresado bien esos instintos, pero terminó dependiendo en exceso, otra vez, de lo que él generara. En David Lebon, García encontró un coequiper justo para el liderazgo, un sabor rockero en la guitarra y buen gusto en la balada. Y la base, con ingredientes tan radicalmente diferentes como Aznar y Moro, un Pastorius y un Bonham, daba todas las garantías para que el Frankenstein funcionara. El Frankenstein funcionó. Y cómo.
Yo no quiero volverme tan loco abre con una frase de ardiente actualidad: Autos, jets, aviones, barcos, se está yendo todo el mundo, canta Lebon. Y cierra con una inesperada ventana que, en 1981, mira al futuro de García: el arranque de �No llores por mí, Argentina� hace pensar inmediatamente en... �Demoliendo hoteles�, grabada tres años más tarde para Piano bar. El juego de Charly en el túnel del tiempo admite otra ronda en el single �Yo no quiero volverme tan loco�, que en los anuncios previos se describía como �una versión punk, urgente�, pero que en rigor se puede detallar mejor como un outtake en bruto de Clics modernos, el quiebre estilístico de 1983. El disco permite apreciar a un García a pleno, cómodo en su rol de coprotagonista, dedicado a poner pianos y sintes al servicio del grupo cuando Lebon asume la voz cantante, como en �Qué voy a hacer� �grabada después en El tiempo es veloz�, �Esperandonacer�, �Seminare�, �Parado en el medio de la vida�, la vibrante �Cuánto tiempo más llevará� o �Encuentro con el diablo�.
Es a través de esas y otras canciones �hay una notable versión de �A los jóvenes de ayer�, por ejemplo� que el disco doble revalida su carácter de documento: si en No llores por mí, Argentina, el réquiem de Obras, abundaban las regrabaciones en un repertorio obvio, Yo no quiero... sirve como repaso de todo lo que ofrecía el Seru Giran más saludable. Un grupo seguro de sí, tanto como para ejecutar en vivo complejos arreglos vocales (quizá con este disco algunos jóvenes fanáticos de García se sorprenden escuchándolo cantar, y muy bien) y de torear a su público, como cuando Charly pronuncia palabras que suenan a sacrilegio ��música disco�, dice, y arrecian los silbidos, y vuelve a la carga�, y para colmo para defender a las Bay Biscuit, el grupo de chicas que fue largamente maltratado por el público en esos shows. Las veinte canciones de Yo no quiero volverme tan loco, al fin, consiguen incluso que la ideología quede a un lado: barroco o no, dinosaurio de las pampas o �Beatles argentinos�, este Seru Giran, el que reapareció por un milagro pirata, demuestra que la página que el rock argentino le guardó, tenga el título que tenga, está bien ganada.
Las cinco rarezas del CD
El CD incluye cinco canciones que el grupo nunca grabó en estudios. Sin embargo la única de esas cinco que no vio la luz en un disco solista es �Alto en la torre� (de la época de PorSuiGieco), que aquí aparece en una soberbia versión con complejas armonías vocales. Las otras son �Qué voy a hacer� (presente en El tiempo es veloz, primer solista de Lebon pos Seru); �Espejismo en al nieve�, que Aznar hace en solitario sobre el escenario; �Inconsciente colectivo�, solo con Charly en el piano y en un formato breve pero emocionante, y la que da título al disco, grabada por García en un tempo mucho más lento para Yendo de la cama al living. Sin embargo, la versión presenta un frenesí cercano a las modernidades posteriores del autor. |
�Viva Perón�
El que se encarga de llevar el pulso de las declaraciones en los casi 90 minutos de show registrado en el compact doble es, obviamente, Charly. Lebon apenas habla para presentar un par de canciones, el jovencísimo Aznar agradece el respeto hacia su humilde canción solista, Moro no emerge de atrás de la batería. Charly, en cambio, defiende a las Bay Biscuit y a aquel �chiste disco� hecho en los primeros tiempos en Obras, lanza un �Viva Perón� espantado y, en el comienzo, hace una declaración que pinta el necesario espíritu defensivo del rock en esos tiempos: �Estamos super contentos de estar tocando en este teatro... ayer fue increíble, todo el mundo estuvo al mango, nadie rompió nada... o sea, se puede estar al mango y no romper nada, ¿viste? Como decía Billy Bond... ¡rompan todo!�. |
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